“Presentí lo tremendo del momento” dice Charly García en el registro que inmortalizó su encuentro con Sandro en Mar del Plata, en el verano de 1990. Consagrado como ídolo a nivel continental, el artista nacido en Valentín Alsina veía de experimentar un paso por la actuación que lo había llevado a protagonizar telenovelas por Centroamérica y volvía a la música casi como lo había empezado, con actuaciones en salas que se colmaban ante su presencia.
Festejaba 35 años de trayectoria con una serie de conciertos en el Hotel Hermitage cuando su mánager Aldo Aressi recibió un llamado del entorno de Charly, que por entonces también se encontraba brindando conciertos en ciudad. García quería tocar con Sandro, e iba a hacer lo posible para conseguirlo. Las entradas estaban todas vendidas, sin embargo, Charly logró ingresar. Sandro lo sabía y ya tenía preparado el momento para invitarlo a subir al escenario.
Los ochenta que terminaban habían sido un gran momento para el ex Sui Generis, La Máquina de Hacer Pájaros y Serú Girán. Sus primeros discos como solista no sólo lograron revolucionar la música argentina, sobre todo a partir de “Clics Modernos”, del año 1983, sino que su nombre había logrado trascender las fronteras y sus espectáculos llenaban estadios en todo el sur continental. Como la muerte de Miguel Abuelo, en 1988, había truncado la proyección internacional de Los Abuelos de la Nada, Charly era el representante más longevo de la camada de artistas que exportó el Rock Argentino por toda América Latina. “Longevo”, para aquellos años, era pisar los cuarenta.
Los mayores exponentes de aquel fenómeno que empujó el mercado del rock latino, que por entonces no se nombraba de esa manera, eran los Soda Stereo. Precisamente, Gustavo Cerati aparece como un protagonista secundario e involuntario del encuentro del Hermitage, ya que según cuenta Roque Di Pietro en su libro “Esta noche toca Charly”, fue él el que insistió para ir a presenciar aquel concierto.
En medio del show, Sandro contó que se había cruzado por primera vez con García en los pasillos de Canal 9. Eran los setenta, Charly iba con Nito Mestre. "Vestían distinto al común de la gente”, relató el anfitrión de la noche que remató con un “¿Te gustaría tocar un tema de rock & roll? ¿Te animás Charly?”. El público estalló en una ovación que comenzó a responderse, previo abrazo entre los protagonistas, con los acordes de "Jailhouse Rock", traducido al castellano como "El rock de la cárcel".
El video está YouTube, inmortalizado como el registro del primer encuentro entre dos de los músicos populares más importantes de la historia de la Argentina, que no iba tardar mucho tiempo en repetirse con la grabación del disco "Tango 4", firmado por García y Aznar en 1991.
Después de la separación de Serú Girán, Charly y Pedro se habían reencontrado para el proyecto "Tango", que se oficializó con un disco conjunto en 1986. Ese material que contenía grandes canciones como “Ángeles y predicadores”, “Pasajera en trance” o “Hablando a tu corazón”, se había continuado con una rareza discográfica llamada “Radio Pinti”, en el que ambos músicos se unieron a Enrique Pinti, que habla y rapea sobre las bases construidas por el dúo, y que tiene la particularidad de incorporar a unos jóvenes Dante Spinetta y Emanuel Horvilleur, que por entonces daban sus primeros pasos como dúo Illya Kuryaki and the Valderramas.
Considerando que ese trabajo fue la segunda parte del proyecto "Tango", el tercer disco de aquella formación debe su nombre a una historia guardada en el anecdotario rockero autóctono, y que también involucra a Cerati: el proyecto de trío que se truncó por los compromisos de las partes y la imposibilidad de canalizar la energía en un trabajo conjunto. Nombrar “Tango 4” al disco que antecedió la reunión de Serú Girán implica un reconocimiento implícito a la existencia de un “Tango 3”, que con el paso de los años sirve para alimentar el arcón de los proyectos truncos de la música en nuestro país.
El disco que arrancaba con el inmortal “Tu amor”, tenía un tema que iba a mixear un pedazo de los orígenes del rock en nuestro país. Sandro le puso voz a una versión castellana del tema “Break It All (Rompan todo)”, de la banda uruguaya Los Shakers, una especie de Beatles rioplatenses que habían sido parte del primer estallido del género en Uruguay y la Argentina.
La canción aparecía en medio de un repertorio que también forma parte de la colección dorada del rock en nuestro país y, particularmente, de García y Aznar, que todavía interpreta “Mientes” en sus actuaciones en vivo. Ese tema ocupó el segundo surco del lado A y anticipaba la irrupción de Sandro junto con el tema “Vampiro”, una de las composiciones más sentidas del Charly de los noventa, en la que también participa Cerati.
En “Tango 4” también aparece “Cucamonga dance” y una versión de “God Only Knows (Sólo Dios sabe)” de los Beach Boys, que Aznar inmortalizó en castellano del mismo modo que lo iba a hacer años más tarde con “Sorry Seems To Be The Hardest Word” de Elton John (“Ya no hay forma de pedir perdón”) o con la canción de “A primera vista”, de Chico César.
A la letra del tema de Los Shakers la tradujeron entre Charly y Pedro, aunque la versión final tiene algunas participaciones “libres” de Sandro. La grabación se llevó a cabo un estudio que Aznar había montado en su casa y algunos tramos de aquella sesión también quedaron inmortalizados en un registro fílmico que está disponible en YouTube.
El resultado fue una versión que se acerca mucho más a la impronta Presley característica del intérprete que a la beatle que daba impulso a la actividad de sus autores uruguayos. De esa manera, a su vez, sintetiza las tendencias que no sólo marcaron el origen del género a nivel mundial sino que también fueron el motor de los primeros años del rock rioplatense, tiempos en los que Sandro todavía no había comenzado a convertirse en el cantante melódico que conquistó a más tres generaciones. El sencillo "Break It All" se lanzó originalmente en 1965. Sandro todavía tocaba con Los de Fuego.
“¡Qué momento!”, decía Charly en aquel febrero a la salida del Hermitage. Estaba pasando grandes días como artista y acaba de compartir escenario con uno de los hombres que lo había inspirado, revoleando la campera y moviéndose frenética y sexualmente, desde la televisión. A los pocos meses, iba a actuar en el Teatro Ritz de Nueva York y grabar “Filosofía barata y zapatos de goma” el último de sus discos solistas de alta rotación en las radios de alcance nacional. Ese que tenía una versión del Himno Nacional que con el paso de los años empezó a reemplazar a los sonidos tradicionales en muchos de los actos públicos del país.