El problema radica no solo en la desigualdad, sino en que la equidad es una discusión ética y moral que busca la igualdad de oportunidades como medio para reducir las desigualdades.
En una de las clásicas conferencias de prensa del vocero presidencial, recientemente, se deslizo un comentario sobre la desigualdad ante una pregunta de un periodista. Se puso como ejemplo una situación muy poco afortunada, que claramente dista de la realidad cotidiana. Está claro que existe desigualdad entre todos los que habitamos este planeta, pero la pregunta no iba dirigida a la desigualdad que existe entre figuras como Adorni y Elon Musk, sino a la desigualdad social que cada día se profundiza más en nuestro país y que produce una inequidad alarmante.
Realicemos un ejercicio de imaginación y pensemos en tres jóvenes detrás de un muro queriendo observar el paisaje más hermoso que podamos imaginar. A los tres jóvenes les damos el mismo escalón para que puedan llegar al muro. Sin embargo, pasará que uno de ellos podrá observar cómodamente y emocionarse al ver el paisaje, el otro estará en puntitas de pie y estará más preocupado en no caerse que en ver el paisaje, y el último, a pesar del escalón, no llegará a ver el paisaje. Esto ilustra el concepto de igualdad: a todos le otorgamos lo mismo, pero no hay equidad. Cada uno necesita un escalón de distinta altura para apreciar el hermoso paisaje, y eso es lo que se entiende por equidad.
El problema radica no solo en la desigualdad, sino en que la equidad es una discusión ética y moral que busca la igualdad de oportunidades como medio para reducir las desigualdades. Por lo tanto, es fundamental realizar una clara diferenciación entre desigualdad y equidad, subrayando la importancia desde un compromiso ético.
La desigualdad y la equidad son conceptos clave en el análisis social, económico y político de cualquier nación. En Argentina, estos términos cobran relevancia no solo en el ámbito académico, sino también en la vida cotidiana.
La desigualdad se refiere a la distribución desigual de recursos, oportunidades y derechos entre diferentes grupos de personas. Esta situación puede manifestarse en diversas formas: económica, social, de género, y de acceso a la educación y salud, entre otras. En el año 2024, Argentina sigue enfrentando desafíos significativos en este ámbito.
Según el informe de ECLAC (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) de enero de 2024, la pobreza en Argentina afecta al 40% de la población, lo que equivale a aproximadamente 18 millones de personas. Adicionalmente, el 10% más rico de la población concentra el 40% de la riqueza nacional, mientras que el 50% más pobre solo posee un 10% de los recursos del país. Este abismo en la distribución de la riqueza es un reflejo claro de la desigualdad económica que permea la sociedad argentina.
La equidad implica el compromiso ético de garantizar que todas las personas reciban lo que necesitan para tener igualdad de oportunidades, considerando sus circunstancias particulares. A diferencia de la igualdad, que se basa en otorgar los mismos recursos a todos, la equidad se esfuerza por cerrar las brechas y asegurar que cada individuo tenga acceso a lo que realmente requiere para prosperar.
La equidad se traduce en políticas públicas que promueven la inclusión y la justicia social. La implementación de políticas de bienestar, como las asignaciones familiares y los programas de acceso a la salud, buscan mitigar las disparidades existentes.
Según datos del Banco Mundial, indican que cerca del 65% de los trabajadores informales en Argentina provienen de sectores en situación de vulnerabilidad, lo que resalta la precariedad laboral y la ausencia de derechos laborales básicos. Este fenómeno magnifica la desigualdad, creando un ciclo difícil de romper para muchas familias.
En el ámbito educativo, el informe del Ministerio de Educación de 2024 revela que el 25% de los niños y adolescentes en áreas rurales no completaron la educación secundaria, en contraste con un 15% en áreas urbanas. Esta disparidad en el acceso y la calidad educativa es un claro ejemplo de cómo la desigualdad se reproduce a través de las generaciones.
Es fundamental contar con un estado presente. Es importante destacar que, entre 2003 al 2019, se implementaron programas enfocados en la equidad, como el Programa Nacional de Becas Progresar, que busca brindar apoyo a estudiantes de sectores bajos, la Asignación Universal por Hijo (AUH), y el programa Procrear que se ocupaba de la vivienda. Además, se puso en marcha el Programa Conectar Igualdad, que intentaba reducir la brecha digital. La mayoría de estos programas se han suspendido en la actualidad, reduciendo la intervención del estado a la mínima expresión.
Cabe aclarar que los programas que quedaron en pie recibieron actualizaciones en 2024, con el objetivo de mitigar la pobreza ocasionada por la devaluación, el aumento desmedido en tarifas de servicios públicos, transporte y medicamentos.
La desigualdad y la equidad no son solo conceptos abstractos; son realidades que afectan la vida diaria de millones de argentinos. La desigualdad, evidenciada en datos preocupantes sobre pobreza y el acceso limitado a derechos básicos, exige una atención urgente. En 2025, el compromiso ético hacia la equidad resulta esencial para construir un futuro más justo y sostenible.
Para avanzar hacia una sociedad más equitativa es crucial enfrentar la desigualdad con acciones concretas y políticas que promuevan no solo la igualdad legal, sino también las condiciones necesarias para que todas las personas puedan alcanzar su potencial pleno.
Reducir los beneficios a sectores vulnerables de nuestra sociedad, como jubilados, estudiantes, familias que habitan en barrios populares, o solo a aquellas que no llegan a cubrir la canasta básica de alimentos, resulta una profundización de esa desigualdad y falta de equidad que tanto necesitan para vivir con dignidad.
Es necesario construir bases sólidas para un país productivo, con una industria nacional que genere empleo registrado, genuino y de calidad, y un estado presente y eficiente.
En un contexto donde la desigualdad sigue siendo un desafío palpable, el compromiso ético hacia la equidad se convierte en un imperativo para el desarrollo sostenible y la cohesión social. Este compromiso no solo busca cerrar las brechas existentes, sino también promover un entorno donde todas las personas puedan acceder a oportunidades y derechos de manera equitativa. Es aquí donde el gobierno de Milei debe entender el rol fundamental del estado, ya que el mercado no se ocupa ni resuelve estos problemas.
Extitular del Programa El estado en tu Barrio Congresal Metropolitano y Nacional del PJ. Dirigente del NEP