A raíz del ascenso de Milei comprobado en las PASO 2023, recordé a Hannah Arendt cuando se refiere a que, allí donde crece el desierto, de sus mismas arenas se nutre el totalitarismo. Es que ese ascenso es índice del desfallecimiento del discurso político como un discurso eficaz para que los ciudadanos se sientan allí representados. Arendt nos advierte del peligro de los espacios desérticos, así como Lacan nos dice que no hay nada más peligroso que acercarse a un agujero. Me refiero fundamentalmente a ese páramo resultante del abismo entre las palabras y las “cosas” señalado por Miller bajo el nombre de un “impasse ético” . Esa distancia creciente entre las palabras y la cruda realidad de todos los días, sensible para todos, genera un fenómeno de increencia respecto a la clase política. Comparo el entusiasmo de antaño en las votaciones guiadas por las preferencias electorales, con el desánimo actual donde, en lugar de ese fervor, prima la idea de votar al “mal menor”.
Hay una crisis en el sistema de representatividad, la configuración política está fragmentada y si no hubo rebelión social como en 1989 y 2001 ello no solo se debió a que las políticas asistenciales cumplieron un rol de contención social eficaz, sino a un desánimo generalizado de pasiones tristes. Un país apagado, desesperanzado, es aquel en el que surge Milei como quien acoge esa violencia melancólica, como quien hace despertar los aspectos más pulsionales allí donde fallan las respuestas a nivel político.
Lacan señala la importancia de la imagen en muchos líderes totalitarios que tanto más se imponen cuando recrudecen los vacíos. El rostro de Milei enfurecido, su pelo irreverente y desprolijo, su perfil incorrecto, su mirada celeste evocadora de pureza, su llamado a una libertad ilimitada, ha dado expresión a una multitud de jóvenes y pobres con la promesa de un futuro. ¿Fue una orientación partidaria quien votó a Milei? ¿Acaso la respuesta es decir que se trató de aquellos orientados por la ultraderecha? No lo creo, al menos no la de todos, ya que más bien considero que la orientación no fue partidaria sino guiada por el “puñal”, es decir por una pulsión desembozada que emerge ante el vacío de la representación, sabemos desde Freud que cuando lo pulsional no tiene representación que lo aloje, emerge de manera desembozada. ¿No puede aplicarse esta idea a la política? Tomo la palabra “puñal” de un artículo de José Natanson referido al golpe Milei en el sistema social que oportunamente me acercó Inés Sotelo.
Vayamos a la notable caracterización de esas multitudes, hecha por Le Bon y tomada por Freud sin antes mencionar como gran antecedente de estas organizaciones a San Agustín. Freud se refiere a las identificaciones horizontales entre los sujetos mantenidas por un ideal común. En la masa desaparecen las adquisiciones de los individuos y, por lo tanto, su peculiaridad, lo heterogéneo se hunde en lo homogéneo, por el hecho del número el individuo adquiere un sentimiento de potencia invencible que le permite entregarse a pulsiones que, de estar solo hubiese sujetado esfumándose así el sentimiento de responsabilidad, el contagio y la sugestión se unen con la merma de rendimiento intelectual experimentada a raíz de la fusión con la multitud.
Freud explica la sugestión por la hipnosis, resultante del vínculo con el conductor que representa al ideal del yo de donde se derivan los efectos de credulidad de los individuos junto con la falta de sentido crítico deviniendo así influenciables. A juicio de Mc Dougall, los afectos de los hombres difícilmente alcancen bajo otras condiciones la intensidad a que pueden llegar dentro de la masa, los miembros se entregan a sus pulsiones sin barreras perdiendo el sentimiento de individualidad. La compulsión automática (Zwang) se vuelve tanto más fuerte cuantas más son las personas en que se nota el mismo afecto:
“Entonces se acalla la crítica del individuo, y él se deja deslizar hacia idéntico afecto. Pero con ello aumenta la excitación de esos otros que habían influido sobre él, y de tal suerte se acrecienta la carga afectiva (Affektladung) de los individuos. Es innegable: opera allí algo así como una compulsión a hacer lo mismo que los otros, a ponerse en consonancia con los muchos. Las nociones afectivas más groseras y simples son las que tienen las mayores probabilidades de difundirse de tal modo en una masa”.
Cabe destacar que estos fenómenos son típicos de las masas no organizadas: excitables, impulsivas, apasionadas, inclinadas a acciones extremas, sin conciencia de sí... Las organizadas son aquellas que perviven por haber procurado a las masas aquellas propiedades que eran características del individuo y que se le borraron por la formación de tales multitudes. En definitiva: hay masas y masas, esta, la de Milei, es la orientada por un puñal. El gran peligro de esta crisis de la representatividad es la emergencia de los aspectos más bestiales: racismo, el odio, la vulgaridad cuando la política es erosionada y la mirada “celeste” vira no hacia el cielo sino hacia la ultraderecha. Vale aquí la definición de Hannah Arendt de la política como juicio estético, su fracaso es la irrupción de dichos aspectos.
Silvia Ons es analista Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Escritora.