En el Café Central de Viena, los periódicos del día se sirven, como la nata, junto a la porción de tarta Sacher. Nada parece haber cambiado en la Herrengasse desde 1860 y, poco antes de elecciones, las portadas reflejan sosiego. No destilan la misma alarma que en Bruselas despiertan las encuestas. La extrema derecha del Partido Liberal (FPÖ), auguran los sondeos, aparece como la formación más votada este domingo . Con datos mucho menos gruesos, partidos similares han puesto patas arriba los sistemas políticos de países como Alemania, Francia, Italia o Países Bajos. La calma vienesa se debe, seguramente, a que no es un asunto novedoso. El FPÖ ha estado formando parte de los gobiernos austriacos desde principios de siglo y no ha vuelto a ser el mismo desde el entierro de Jörg Haider, en 2008. Ahora, lleva a la cabeza de las encuestas desde principios de 2023, pero con el paso de los meses ha ido perdiendo espacio y ya apenas obtiene una ventaja del 1%, dentro del margen de error de los estudios demoscópicos. Y otro factor que infunde cierta tranquilidad es la fortaleza del Partido Popular Austriaco (ÖVP), miembro del Partido Popular Europeo y que ha lidiado durante décadas con el auge de la extrema derecha en el país, que prácticamente empata su resultado.Noticia Relacionada estandar Si Hungría levanta un campamento de inmigrantes ilegales en la frontera con Austria Rosalía Sánchez También se está planeando otro campo abierto en el distrito de VasDesgasteEl ÖVP lleva 37 años gobernando Austria, formando parte de las coaliciones más diversas, y sufre, por tanto, el consiguiente desgaste. Pero se trata de un partido conocido y previsible, dos adjetivos que aprecia especialmente el electorado, y el canciller Karl Nehammer ha adelantado, en la recta final de la campaña, lo que sucederá el próximo lunes, después de la votación. Nehamer ha prometido que no permitirá que gobierne el líder del FPÖ, Herbert Kickl . «Su auto-radicalización significa que no está dispuesto a asumir la responsabilidad cuando las cosas se ponen difíciles», ha dicho. En ocasiones anteriores, los conservadores han gobernado con la extrema derecha, por ejemplo con el canciller Sebastian Kurz, con resultados de balance dudoso, y esta vez Nehammer tampoco excluye completamente que pueda llegar a producirse esa posibilidad. «Para mí, la única opción es un FPÖ sin Herbert Kickl», ha aclarado.Kickl habla de sí mismo como «canciller del pueblo», expresión que no había utilizado nadie desde Adolf Hitler. Nieto de un nazi, hijo de obreros de la planta de magnesita de Radenthein y niño superdotado aunque físicamente frágil , no terminó sus estudios de Política, pero se dejó influenciar por el profesor Franz Ungler, especialista en Kant, Hegel y en el idealismo alemán. Sus biógrafos Gernot Bauer y Robert Treichler destacan su aislamiento: en su casa en Purkersdorf, donde vive con su esposa y su hijo, nunca ha habido una comida o cena con amigos. Dicen también que «Herbert Kickl está lleno de desconfianza, detrás de la fachada soberana hay una personalidad inacabada». Al frente del partido y para recuperarlo tras el \'escándalo Ibiza\' -la trampa periodística en la que su líder en 2019, Heinz Christian Strache, fue grabado ofreciendo favores políticos a cambio de financiación a la falsa sobrina de un oligarca ruso-, Kickl ha elevado el tono verbal, ha profundizado en su rechazo a la UE y a los extranjeros. Todo esto lo convierte en no coalicionable para Nehammer, que, por otra parte, ha subrayado últimamente algunas similitudes entre su propio programa y el de los socialdemócratas (SPÖ). Esto significa que, gane quien gane ese último punto porcentual en discordia, las opciones son las siguientes: o bien un acuerdo ÖVP-FPÖ sin Herbert Kickl, al que su propio partido debería sacrificar si quiere ocupar cargos y, por tanto, menos radicalizado, o una nueva gran coalición.Miedo en la capitalPero si bien en términos políticos no cunde el pánico, a pie de calle sí se percibe cierta zozobra. No tanto en los cantones, donde el FPÖ obtiene mayorías regionales de hasta el 53,8% en Carintia , sino en la capital, una ciudad cosmopolita e intelectual, en la que múltiples colectivos y asociaciones salen a la calle para advertir contra el poder de la extrema derecha. «Es un partido extremadamente peligroso», alerta el politólogo Vedran Džihi, profesor en las universidades de Viena, Sarajevo y Bratislava. «En su programa normaliza términos como \'remigración\', lo asume en blanco y negro, utiliza a los extranjeros como chivo expiatorio, como la \'madre de todos los problemas\', y cuando eso salta de un programa político a la calle ya sabemos lo que pasa, que llega un momento en que está fuera de control, que no hay sujeción posible».El líder del FPÖ es Herbert Kickl, un radical que se llama a sí mismo «canciller del pueblo», expresión nunca utilizada desde HitlerDžihić describe resumidamente el FPÖ como un partido con una idea autoritaria de la sociedad, ajeno a la UE, con ideas prestadas de Viktor Orbán y escenas de la historia alemana y austriaca, en clara alusión a la década de 1930. Un partido que conecta con el electorado austriaco al que no toca el discurso de Bruselas, pero sin capacidad para proporcionar un canciller. Y ese último parece ser el punto débil que está dispuesto a utilizar como baza el canciller Nehammer. Sería, sin embargo, un error dar por zanjada la votación. Reinhard Heinisch, politólogo de la Universidad de Salzburgo, advierte que las recientes inundaciones pueden provocar un efecto sorpresa. «Hay tantas personas tan afectadas que la respuesta de cada partido ha tocado en lo más personal y no sabemos cómo», sugiere.