(CNN) -- Se desvanecen las esperanzas de un regreso inminente de la tripulación internacional del carguero secuestrado por los hutíes en noviembre: un alto diplomático filipino afirma que no espera la liberación hasta que termine la guerra en Gaza, mientras que los hutíes afirman que el destino de los marineros está ahora en manos de Hamas.
Un helicóptero de los hutíes interceptó el carguero Galaxy Leader el 19 de noviembre en el mar Rojo, mientras hombres armados rebeldes asediaban el buque y tomaban como rehenes a la tripulación del barco, compuesta por 17 filipinos, dos búlgaros, tres ucranianos, dos mexicanos y un rumano.
Han pasado ya más de 116 días desde el hecho y, según un alto funcionario del gobierno filipino, no hay indicios de que los hutíes estén dispuestos a liberarlos hasta que finalicen las hostilidades.
"Realmente no hay mucho que se pueda hacer para influir en ellos, porque la información que recibimos de los hutíes es (...) que seguirán reteniendo el barco, y a todos los tripulantes, hasta que veamos el fin de las hostilidades en Gaza", dijo Eduardo de Vega, funcionario filipino de Asuntos Exteriores que supervisa a millones de trabajadores migrantes filipinos.
Los rebeldes hutíes, apoyados por Irán, llevan atacando barcos en el mar Rojo desde finales del año pasado, en lo que dicen que es una venganza contra Israel por su campaña militar en Gaza.
Los hutíes dijeron el jueves que habían entregado la decisión sobre la liberación del Galaxy Leader a Hamas.
"El barco y su tripulación están en manos de los hermanos del movimiento de resistencia de Hamas y de las Brigadas Al-Qassam", dijo el portavoz hutí Nasr Al-Din Amer a CNN, afirmando que había conversaciones directas y en curso con Hamas sobre si liberarlos o no. "No tenemos reclamaciones propias en relación con este buque", afirmó.
Primer ataque mortal
Yemen, asolado por años de guerra civil, sigue siendo una de las naciones más pobres de Medio Oriente.
Años de conflicto han desencadenado una de las peores crisis humanitarias del mundo, dejando cientos de miles de muertos, un Yemen dividido y partes del país sumidas en la hambruna.
Los ataques de los hutíes a la marina mercante han afectado a una de las arterias comerciales más transitadas del mundo a través del Canal de Suez, obligando a muchas compañías a redirigir los buques y la tripulación por la ruta mucho más larga que rodea África.
Datos compartidos por Ambrey Analytics indican que se han producido casi 100 incidentes de actividad hostil contra buques en la zona del mar Rojo y el estrecho de Bab al-Mandab desde el comienzo del conflicto.
Veintitrés buques han sufrido daños físicos por misiles o drones de los hutíes y se han registrado lesiones entre los miembros de la tripulación de tres buques a raíz de tales ataques. Un barco, el Rubymar, de bandera británica, se hundió casi por completo tras el impacto de un misil hutí a finales de febrero.
Estados Unidos y el Reino Unido han llevado a cabo múltiples rondas de ataques aéreos contra posiciones hutíes en Yemen desde febrero, pero eso no ha detenido los ataques.
El 6 de marzo, dos filipinos y un miembro de tripulación vietnamita murieron en un ataque de los hutíes contra el M/V True Confidence. El buque fue alcanzado por un misil antibuque hutí y el fuego se propagó rápidamente a bordo. El resto de la tripulación fue rescatada por la Armada india, que los trasladó a Yibuti para recibir tratamiento.
Tras el ataque, el portavoz de los hutíes, Yahya Sarea, declaró que el barco había sido atacado porque era estadounidense.
"Las operaciones en los mares Rojo y Árabe no cesarán hasta que cese la agresión y se levante el asedio al pueblo palestino en la franja de Gaza", afirmó.
Los cadáveres de los presuntos muertos permanecen a bordo del barco y están siendo trasladados al puerto más cercano, según de Vega.
"Una familia aún mantiene la esperanza. Hasta que no vean los restos de su ser querido, seguirán manteniendo la esperanza. Los milagros ocurren", afirmó.
La mayoría de los tripulantes filipinos a bordo regresaron a Manila el martes, reuniéndose con sus familias tras su terrible experiencia en el mar.
"Es triste y horrible porque hemos estado juntos [durante mucho tiempo]y de repente ha ocurrido esto. Es muy doloroso para nosotros, especialmente para las familias", declaró a periodistas Mark Dagohoy, uno de los tripulantes del barco, tras su regreso.
El ataque mortal ha supuesto una escalada significativa de los ataques de los hutíes contra la navegación en el mar Rojo, que ha puesto en peligro las vidas de los marinos de a pie que trabajan a miles de kilómetros de sus familias durante semanas o meses en el mar.
Los miembros de la tripulación a bordo de buques que ahora atraviesan el mar Rojo se enfrentan al riesgo de muerte, lesiones y captura, mientras las armadas occidentales despliegan costosos misiles antibuque y otras armas para interceptar los ataques de los hutíes.
Las normas del sector dictan que la tripulación debe cobrar el doble por trabajar en "zonas bélicas o de alto riesgo", y también debe tener derecho a decir que no al viaje y ser repatriada a costa de la empresa.
En el momento del ataque, el barco era oficialmente propiedad de una empresa registrada en Liberia, pero, según el Financial Times, había sido vendido por una empresa estadounidense de capital riesgo, Oaktree Capital, apenas unos días antes.
Oaktree Capital declinó hacer comentarios cuando se le preguntó si tenía vínculos con el buque.
Según De Vega, los primeros indicios apuntan a que se dio a la tripulación la opción de no seguir adelante, pero no está claro si sabían que el buque tenía vínculos con Estados Unidos cuando embarcaron.
"[La tripulación]es transferida con frecuencia de un buque a otro. Es la agencia de dotación la que decide eso y ellos confiaban plenamente en la agencia de dotación. Por regla general, puede que ni siquiera sepan quién es el propietario del barco en el que viajan", explicó de Vega, aunque lo ideal sería que lo supieran.
CNN se ha puesto en contacto con Third January Maritime, gestora del buque, para pedirle sus comentarios.
Celine Alkhaldi y Paul P. Murphy de CNN contribuyeron a este reportaje.