Opinión del Lector

La literatura es orden y aventura

En el ensayo literario “Nueve tesoros que se pierden con la lectura de novelas” del jesuita R. V. Ugarte (incluido en el tomo III de Curiosidades) que cierra el libro Novelistas malos y buenos (1901) del P. Pablo Ladrón de Guevara, S.J., anuncia como “males de lectura de novelas”:



—Se pierde tiempo y dinero.

—Se pierde laboriosidad.

—Se pierde la pureza.

—Se pierde la rectitud de conciencia.

—Se pierde el corazón.

—[hay]pérdida del sentido común de esta vida.

—Se pierde la paz.

—La piedad naufraga por completo en la lectura de novelas.

Ante tal advertencia no existe ningún antídoto, por llamarle de alguna manera, que contrarreste dichos males. Pero en La Divina Comedia —véase “El Infierno”, Canto XX— Dante nos advierte algo sobre dichos males. Nos relata el autor: “(…) Ahora bien lector, si Dios te deja sacar de esta lectura, considera si mis ojos podían permanecer secos al ver de cerca nuestra humana figura tan retorcida que las lágrimas le caían por la espina dorsal”.

Ahora bien, en el Canto V de la citada obra, se nos propone cómo y de dónde surge el mal de la lectura. Allí aparece Francesca de Rimini “quien le refiere cómo su amor por Paolo, que los ha llevado juntos al infierno, fue espoleado por la lectura de una novela caballeresca que narraba los amores de Lancelot y la reina de Ginebra, entre quienes actuó como intermediario Galeoto”.

La lectura de novelas deriva en muchas variantes de la conducta humana que, a decir de los psiquiatras no hay orden y sí mucha desventura. En contraposición aparece la máxima de Borges: La literatura es orden y aventura.

Consideremos pues que la superstición nunca ha sido del agrado de los pensadores mágicos y menos de los no lectores, pero ellos se afianzan a la declaración posible de los tesoros que se pierden por leer ante el rechazo del orden y la aventura. El personaje de una novela, por cierto, busca como buen Quijote, proceder de la mejor manera para que un escribano testifique lo que hizo y lo dé a conocer de manera pública.

En una buena novela recordemos que merece la pena explorar la unanimidad como reconocimiento de participación que nos conduce al deslumbre (y vislumbre) de posibles realidades, y también de mundos improbables que podemos habitar. Un lector de novelas gana con su ejercicio cotidiano.

Autor: Juan Carlos Porras|

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