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La mujer trans de Corrientes que fue trabajadora sexual y ahora administra su propio campo

Malena Córdova sabe que es una mujer trans privilegiada. Lo dice desde Curuzú Cuatiá, Corrientes, donde lleva las riendas de un campo heredado de sus abuelos, junto a su madre Ana María.

La joven, de 31 años, que siempre tuvo la dicha de no ser discriminada en ningún lado, había abandonado su ciudad natal, Corrientes capital para cumplir sus sueños de libertad, donde trabajó de todo e hizo todo lo que se le vino en gana, hasta probar la prostitución.

A los 19 había salido del closet como gay. Sus padres ya estaban separados. Nadie la echó de su casa en la que vivía con su madre y dos hermanos. Sin embargo, sentía que había diferencias. Porque ellos podían estar con chicas en su casa. En su caso estaba prohibido. “Había discusiones todo el tiempo, estaba como medio rara la relación, sobre todo con mi mamá, en ese momento, como chocábamos mucho, yo decido irme a Buenos Aires. Dejé la carrera de veterinaria, que me gustaba mucho. Mi abuelo Alcides Bottero siempre tuvo campos. Entonces me gusta, siempre me gustó la parte de los animales, pero bueno, sentía que no era feliz con lo que estaba haciendo”. Dejaba también atrás a sus amigos hip hop. A su círculo íntimo. Jamás había sido discriminada, pero tenía muchas ansias de libertad.

Una amiga de la Ciudad de Buenos Aires le dijo que iba a poder vivir bien. Además, a Malena, que todavía no se hacía llamar así, la actuación, bailar y cantar, por lo que en Buenos Aires le sería más fácil dedicarse a ese ámbito. “En Buenos Aires hice de todo, desde camarera hasta boletera en teatros, en boliches. Lo único que hacía era trabajar. Al cumplir los 23 ingresé a la Carrera de locución del ISER”, cuenta. Después de tanto ir contra la corriente, sintió que ese ingreso fue un golpe hermoso para su vida. De 3000 aspirantes entraron solo 90.

En el último año de locución tuvo que interrumpir la cursada. Trabajaba muchas horas. “Había empezado a trabajar en boliches por la noche, hacer muchos shows nocturnos, incluso días de semana. Era un poco complicado, porque era algo que a mí me encantaba. Descubría en mí una nueva faceta que era transformarme en drag queen. Quería experimentar todo el tiempo. En ese momento yo todavía estaba trabajando en una prepaga”, cuenta sobre esos tiempos de autodescubrimiento.

Malena comenzó a sentirse más a gusto en la ropa de la noche, que la que usaba durante el día. Llegó a comprarse en una aplicación de compras del exterior, algo parecido a unas prótesis de mama que incluían la forma del pezón. “Todo divino y yo lo ponía dentro del forro del corpiño”, recuerda Malena. El reflejo que le devolvía el espejo le gustaba cada vez más. Era el cuerpo que quería y su mente lo asimilaba. “Es increíble lo que hace la cabeza cuando algo te gusta”, explica.

La ley de Identidad de género ya estaba vigente por lo que empezó a averiguar. Tenía la prepaga renombrada en la que trabajaba y sacó turno con un endocrinólogo con perspectiva de género. El dr. Levalle. “Un genio. Había dado congresos y fue uno de los primeros en recibir a chicas trans en los hospitales públicos. Yo no sabía quién era hasta que empecé a averiguar. En estos casos, lo primero que recomiendo es visitar a un médico endocrinólogo”, explica.

Así, a los 25 años, comenzó una terapia hormonal cruzada (se administra estrógeno y se bloquea la testosterona). En solitario. Sin contárselo a nadie. Ni a amigos ni familiares. Con mucha paciencia empezó a ver los resultados. “Aumento paulatino de peso, de retención de grasa en ciertos lugares del cuerpo, un pequeño crecimiento de las mamas, piel más suave. Y me doy cuenta de que me empezaba a sentir mucho mejor, aunque que faltaba algo todavía: el cambio registral de la partida de nacimiento y una cirugía”.

Mientras bailaba todos los fines de semana en la disco América, se interesó en experimentar algo que vivían sus amigas “que por distintas cuestiones de la vida, ya sea por elección u obligación eligieron ese camino: el trabajo sexual. Fue algo loco. Conocía una página Web en la que se postulaban las chicas y trabajaban desde sus departamentos. Amigas de la noche me aconsejaron y me ayudaron sobre todos los recaudos habidos y por haber. Fue una experiencia rara acceder a ese dinero, mientras elegía a los clientes. Malena tenía un trabajo de día y otro de noche. Llegaba cansada y sin embargo, se hacía un delineado, se ponía una peluca y recibía a un cliente. “Yo elegía entre quienes mandaban foto, porque no todos lo hacían. Me había gustado esa manera diferente de conseguir dinero. Me abrió mucho la cabeza, conocer mucha gente, con varios de ellos hoy hablamos por Whatsapp como si fuésemos amigos de la vida, porque yo me lo tomaba de otra manera al yo ser comunicadora. Lo tomaba como una experiencia. Si les hacía preguntas ellos decían por qué me preguntas esto, sino es a lo que vine. A otros simplemente les gustaba charlar”, relata.

Durante muchos años Malena estuvo en contra del trabajo sexual porque creía que era una actividad obligada. “En muchos casos que conozco la mayoría de las chicas que incluso hoy en día lo hacen, es por gusto. También tengo amigas que se cansaron de hacerlo y acudieron el cupo laboral trans y están trabajando en Trenes Argentinos, por ejemplo, porque ya son grandes, se cansaron y quizás piensan en la jubilación. Yo nunca tuve un aporte jubilatorio. Sin embargo, hay otras que todavía optan por el camino del trabajo sexual por elección y por el quizás mal llamado fácil acceso al dinero porque se podría se podría contemplar eso de una manera o de otra”, reflexiona. Y agrega: “Yo estoy a favor del trabajo sexual. Siempre en consentimiento. No tiene nada que ver con la trata de personas. Eso es absolutamente diferente y está manejado por otro tipo de personas. Yo hablo de a elección de una persona por hacerlo”, explica.

Cuando empezó a transicionar, eligió su nuevo nombre, Malena. Y lo informó en el trabajo para que modificaran sus correos y la empezaran a llamar de ese modo. Lo eligió porque dice tener una voz “arrabalera”, se identifica con el tango y Garganta con arena fue una de las primeras canciones que interpretó.

Después llegó el cambio de trabajo. Se fue a una empresa de telefonía móvil por una conveniencia salarial y se colocó los implantes mamarios. Fue en octubre de 2020, en plena pandemia. “Fue la época en que abrieron un poco más la posibilidad de cirugías. Mi médico un genio, que priorizó mi cirugía por sobre otras cirugías plásticas y me operó”, dice agradecida. Cuatro meses antes había conocido a su novio por redes, Ignacio, con quien el amor fue inmediato y saltaron a la convivencia. Si no hubiese sido por el sufrimiento y las miles de vidas que se perdieron, Malena tiene recuerdos personales hermosos de la pandemia, entre las paredes de su departamento. Además de haber conservado su trabajo en la empresa de telefonía móvil, terminó la cursada en el ISER, se recibió de locutora. Y llegó el amor a su vida.

En 2020 murieron sus abuelos con apenas meses de diferencia y en 2022 Malena renunció a su trabajo para regresar a Corrientes. Su madre, abogada y escribana, también dejó sus actividades. Ambas hoy están al frente de un campo ganadero. Codo a codo. Como nunca antes. Su padre vive en Posadas con su nueva familia. Malena decidió cerrar un capítulo en su vida cuando él se negó a verla como Malena.

Cuenta Malena que con su madre cargan con el peso del apellido de su abuelo en Curuzú, “un gran ganadero a nivel provincial” y que al mismo tiempo se les hace todo un poco más fácil, por ser la hija de, la nieta de Alcides Bottero. “Era una persona muy respetada y eso se traslada. La gente sabía que mamá tenía tres hijos varones y yo hace 10 años que no venía. Y de repente empiezo a trabajar acá. Yo me presenté como Malena Córdova, mi apellido materno y no Bottero. Con el tiempo me contaron proveedores que cuando entré por primera vez a la veterinaria nadie me había querido atender. Y yo les respondo que me parece interesante que me lo digan para visualizar el nivel de machismo que existía en ese local porque hoy en día me atienden como una más. Y acá en el pueblo ya me conoce mucha gente, porque aparte yo hago muchas redes sociales, que me encanta entonces me hice ya un poco conocida”. Su cuenta en IG es @malenacordovabottero

“Traje conmigo lo que me gusta comunicar, que es la libertad de expresión, en todos los sentidos. Poder ser quienes somos. Hacemos ayuda comunitaria, ya formo parte de la organización de las marchas del orgullo, participa de los Carnavales. Ya hice de todo y la verdad es que estoy muy feliz por cómo me recibe la ciudad. Siempre recalco que la ciudad me recibe por ser una chica privilegiada, porque acá había chicas trans y siempre fueron objeto de burla”, objeta. Y dice que le gustaría que el acceso a tener lolas, operarse la nariz, como tuvo ella, debería ser algo normal en la sociedad.

La correntina asegura que su situación privilegiada no significa que no haya padecido. “Desde mi lugar intento ayudar y que se normalice que somos personas que podemos socializar y tener un trabajo por mérito y no solamente por un cupo que nos dan como migajas”, sostiene quien además tiene vocación política. Es vocal en la provincia de Corrientes en el Pro Diversidad. “Nosotros en el espacio decimos que ser de la comunidad LGBTIQ+ y ser del PRO es como salir del clóset de nuevo, porque bueno, obviamente el ámbito diversidad fue copado por espacios un poco más populistas o socialistas”, sostiene.

Con su madre trabaja “codo a codo”, como nunca antes. Y con su novio Ignacio, mantienen una relación a distancia por cuestiones laborales, ya que él es periodista y tiene su trabajo en Buenos Aires. “Tenemos una relación hermosa en la que vamos y venimos a visitarnos. Nos vemos bastante”, expresa con alegría en la voz quien alguna vez no se consideró romántica.

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