La necesidad de convivencia pacífica, de la defensa de Cristina desde la consiga "el amor vence al odio", preponderó como una respuesta popular de mayor calidad humana frente al atentado que, ee no haber fallado esos dos tiros, las consecuencias sociales y políticas son difíciles de predecir. analiza el Licenciado en Ciencias de la Comunicación de la UBA.
Cuando la noche del jueves 1 de septiembre el intento de asesinato de Cristina Kirchner sacudió al país, el odio pasó a su fase más peligrosa. Del sentimiento, la enunciación, el discurso, a la acción. El odio se hizo acto, se consumó en la mano de un potencial asesino de la referente popular más importante del presente argentino.
De no haber fallado esos dos tiros, las consecuencias sociales y políticas son difíciles de predecir. Un escenario de caos generalizado y desbordes de magnitud era, por lo menos, asegurado. Algo hizo que tal acción destructiva no se consumara, algo inexplicable. O tal vez aún posible de dilucidar si el poder judicial investiga hasta la última raíz. La escalada de violencia venía siendo progresiva, con manifestaciones plagadas de fascismo, bolsas mortuorias, guillotinas ficticias en la plaza pública, antorchas encendidas contra la Casa Rosada, represión hacia quienes respaldaban a Cristina en su domicilio, entre otras expresiones que agitaban una atmósfera de crueldad hasta llegar a su máxima expresión con el intento de magnicidio.
Las fuerzas populares del peronismo, el kirchnerismo y ese amplio abanico que apoya a Cristina Kirchner respondieron al día siguiente con una movilización pacífica masiva a Plaza de Mayo y a numerosas plazas del país. Por la defensa de la Democracia y contra los discursos de odio fueron las dos principales consignas. En la plaza se sentía la conmoción por lo sucedido. Que fue uno de los hechos más graves de violencia política desde el restablecimiento democrático era una certeza; la incertidumbre del futuro, de cómo responder, de qué modo defender a Cristina y frenar a los violentos, eran charlas generalizadas en una plaza del pueblo que buscó contención y abrazos.
La respuesta podría haber sido del mismo signo, pero algo en el seno de ese pueblo surgió con dirección no-violenta. La necesidad de convivencia pacífica, de la defensa de Cristina desde la consiga "el amor vence al odio", preponderó como una respuesta popular de mayor calidad humana. A pesar de que la oposición mediática, judicial y política constantemente agita el odio, la descalificación y el resentimiento contra Cristina, el kirchnerismo y todo intento de poner un freno a la voracidad del poder económico. Surgieron, además, algunas iniciativas institucionales desde el gobierno como el llamado a crear una Comisión por la Paz y la No-Violencia por parte de la Liga de Gobernadores y Gobernadoras, el llamado al diálogo con la oposición, las declaraciones de repudio del atentado en el Congreso, a rezar por la paz, entre otras que buscan bajar los decibeles.
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Profundizar el camino de la no-violencia activa, que demanda inteligencia, sintonía, coordinación y complemento entre las fuerzas populares, así como considerar las herramientas prácticas y teóricas que el Nuevo Humanismo desarrolla en ese sentido hace más de 50 años, es imperioso para no caer en la provocación del odio. A cada agravio, insulto, descalificación, linchamiento mediático, responder con altura, más construcción pacífica y reforzamiento de lazos de afecto entre la militancia, las organizaciones y las personas que sin un encuadramiento definido aspiran a esa Argentina más justa, no-violenta e igualitaria que ya soñaran nuestros abuelos y abuelas