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La oposición en Siria comienza a conformar el nuevo Gobierno, con el mundo expectante

 

El líder opositor Muhammad al-Bashir será el encargado de formar el nuevo Gobierno sirio, tras el derrocamiento de Bashar al-Assad.

Se trata del jefe del «Gobierno de Salvación Siria» (SSG) en la provincia de Idlib y cuenta con el apoyo de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), según informó el medio local Sawt al-Asima.

El SSG fue formado en 2017 precisamente por el HTS y otros grupos opositores durante la guerra civil, controlando la autoridad administrativa y de servicios en las zonas bajo su control. Grupos milicianos dirigidos por este lograron capturar la capital Damasco en 12 días a partir del 27 de noviembre.

Sin embargo, los medios internacionales apuntan a Abu Mohamed al Jolani como el verdadero nuevo hombre fuerte de Siria, calificándolo como «un camaleón en nombre e investidura».

Esta afirmación se debe a que su nombre, en realidad, es Ahmed Husein al Chareh, nacido en Daraa («cuna de la revolución siria») hace 42 años.

Mientras tanto, las potencias mundiales como China se encuentran expectantes, sin querer mover ninguna pieza en el tablero antes de tiempo.

Oficialmente, el portavoz chino Mao Ning señaló que su país “espera que las partes concernientes procedan desde los intereses fundamentales del pueblo sirio y encuentren una solución política para restaurar la estabilidad en Siria tan pronto como sea posible”.

En ese sentido, el ministro dijo que “China presta mucha atención al desarrollo de la situación en Siria” y que “el pueblo sirio debe decidir el futuro y el destino” de aquel país.

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Radiografía del “nuevo líder” sirio

En cuanto a la historia de al Jolani, la segunda Intifada en Israel en el 2000 y la invasión de los Estados Unidos a Irak en 2003 fueron los detonantes en su vida para radicalizarse y tomar las armas, y estando en Mosul se unió al grupo islamista ultra radical Saraya al Mujahideen, pero cayó preso. En 2004, juró lealtad a la rama iraquí de Al Qaeda, que más tarde se convertiría en el Estado Islámico (EI) y se acercó al jordano Abu Musab al Zarqaui, un fanático anti chiita conocido por su extrema crueldad (hacía degollar a sus rehenes), hasta ser capturado por los estadounidenses con otros 100.000 presuntos terroristas, siendo trasladado a Bucca.

En aquel campo, considerado como la mayor incubadora de yihadistas, Al Jolani consiguió hacerse pasar por iraquí ante los agentes de inteligencia estadounidenses y, de esta manera, se libró de ser internado con los extranjeros. Enseñó árabe clásico a los prisioneros, muchos de ellos líderes yihadistas, en particular al principal, el futuro «califa» de Mosul y fundador del Estado Islámico (EI), Abu Baqr al Bagdadi.

Una vez liberado, Al Bagdadi -quien, para entonces, había roto con Al Qaida- lo nombra jefe de operaciones del EI en la gran provincia iraquí de Nínive. Acompañado de un pequeño grupo de yihadistas iraquíes y sirios, cruzó la frontera hacia Siria en 2011 para unirse a la insurrección contra Bashar Al Assad y allí comenzó su largo recorrido de activismo yihadista en Siria, en el que Al Jolani se convirtió gradualmente en una figura central y controvertida, hasta que en 2012 asumió el liderazgo del Frente al Nosra, creado por Al Bagdadi.

Pero cuando el líder yihadista iraquí quiso fusionar el Frente al Nosra con el Estado Islámico, Al Jolani se negó, rompió con su mentor y juró lealtad a Ayman al Zawahiri, emir de Al Qaida. La ruptura con Al Bagdadi provocó un cisma en el seno de la gran familia yihadista, con su cuota de terror y asesinatos, que se profundizaría en 2016 cuando Al Jolani decidió romper con al Zawahiri y Al Qaida. No cabe duda de que a estas rencillas subyace la codicia del poder, pero también son ciertas sus motivaciones ideológicas, y Al Jolani se ha perfilado como un nacionalista y hostil al yihadismo transnacional.

Durante los últimos ocho años, Al Jolani inentó sin éxito con los países occidentales. Se revindica nacionalista y promete a los sirios poder decidir su destino que durante años les negó.

 

 

 

 

 

 

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