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La pequeña comunidad de indios americanos puede decidir el futuro de EE.UU.

Los problemas en esta reserva son los de siempre. El paro es del 10%. Un 33% de las familias viven bajo el nivel de la pobreza . Altos índices de alcoholismo y drogodependencia. El gran medio de vida de muchos es un casino gigante junto a la carretera, que favorece la adicción al juego. El agua corriente no llega a todos los sitios y no hay cobertura móvil en gran parte de este ingente terreno, que se pierde más allá de donde acaba la vista, entre llanos polvorientos y una montaña sagrada para las tribus que aquí viven, los Maricopa y los Pima.Yolanda Hart Stevens, 67 años, no oculta nada. Lleva viviendo en la misma casa en esta reserva, la de Gila River , desde 1987, en lo que se conoce como el Círculo Dos. No se va a ir nunca, esta tierra es su tierra. «La gente se sorprende de donde vivo, se considera peligroso: hay disparos, hay drogas, es violento», admite. «Pero esta es nuestra tierra». Enseña unos collares que hace con barro, y explica que los llama latidos, porque conectan la tierra con el corazón. Lleva un poncho tradicional con un diseño geométrico en tonos blanco, rojo y negro, característico de las comunidades nativas americanas.Ahora, los políticos vienen a esta reserva, como a muchas otras en el Oeste americano, buscando votos. Las elecciones son muy reñidas, toda papeleta cuenta, les quieren hacer sentir especiales. Aquí, en Arizona, Joe Biden ganó en 2020 por 10.000 votos, menos de los habitantes que tiene esta reserva. Por eso recientemente vino Biden en persona a pedir perdón por el drama que supuso el rapto de niños indígenas, que se internaron, despojados de sus nombres y raíces, de su cultura. Les raparon, les callaron, les negaron su lengua.Noticia Relacionada DRAMA MIGRATORIO EE.UU.-MÉXICO reportaje Si El rastro del Tren de Aragua: la banda de Venezuela asalta EE.UU. David Alandete | Enviado especial a El Paso (Texas) Uno de los grupos criminales más peligrosos del mundo ya se extiende desde Texas hasta Nueva York. La Casa Blanca busca a 600 integrantes, y ABC les sigue el rastro en el cruce desde Ciudad JuárezEntre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX, se estima que 150.000 niños indígenas fueron enviados a los internados gestionados por el gobierno y grupos religiosos. Yolanda fue uno de ellos. Tenía 12 años, fue enviada al centro Phoenix Indian, pero pudo escaparse en un año y medio porque dijo que tenía que trabajar para mantener a su madre. Así se libró, con un empleo que le pagaba el salario mínimo. «Todas las cosas horribles que cuentan de esos internados, todas, son ciertas», dice hoy, aunque no le gusta hablar mucho de ello; pronto pasa página, habla de la tierra, de su cultura, del barro.Yolanda Hart Stevens (izq.) con su hija Summer, en la reserva D. ALANDETEYolanda, que hoy es artista, baila, como baila su hija, Summer. Bailan las dos sobre la tierra, en reuniones de su tribu, en actos de homenaje a los que viven, a los muertos y a los que están en medio, los desaparecidos. Hay muchos desaparecidos, es una lacra en las reservas. Las dos recuerdan a Kermit Bread, que se esfumó en 2014, y del que no hay rastro alguno. Uno entre muchos otros. Son miles. Mujeres desaparecidas , más de 6.000 en todo el país, aunque no hay censos. «No los contamos, no podemos, ya no podemos», dice Summer, triste. En las manos, muestra una cinta que lleva consigo, una tela de satén con manos rojas, ensangrentadas, el símbolo de los desaparecidos.Derechos políticosMucho cortejo ahora, mucha visita de presidentes y candidatos, pero esta comunidad hace poco tiempo, muy poco, que tiene derechos políticos. Hace apenas un siglo, en 1924, una ley les otorgó por primera vez el derecho al voto, una medida histórica que, sin embargo, no ha garantizado la igualdad plena para esta comunidad. A pesar del avance, las barreras persisten, según explica Yanene Yazzie, de 38 años, que trabaja para una organización de apoyo a las tribus llamada NDN Collective. «Nos piden ahora los demócratas que les ayudemos a salvar la democracia, que no votemos a Trump, pero nuestros problemas y los riesgos para nosotros son mucho mayores. Las minas a las que permiten excavar en nuestras tierras, el olvido en años que no son de elecciones, las trabas para nuestro autogobierno, los impedimentos para votar, eso siguen siendo problemas, es un poco insincero».En estados clave para las elecciones, como Arizona y Nevada , los candidatos han comenzado a tomar en cuenta la importancia del voto indígena. La vicepresidenta Harris ha lanzado campañas en cadenas de radio de reservas y organizado eventos en tierras tribales con expresidentes como Bill Clinton. Incluso Trump ha movilizado a subalternos para que vayan puerta a puerta.Históricamente, los votantes nativos tienden a optar por los demócratas, aunque, según Gabriel Sanchez, investigador del Instituto Brookings, son más proclives a votar por los republicanos que los latinos o afroamericanos. «Esta es una de las comunidades electorales más jóvenes y menos ideológicas de la nación, con una participación que depende, sobre todo, de temas específicos como los derechos sobre la tierra y la protección del medio ambiente», dice.Según el Censo de EE.UU., la cantidad de personas que se identifican como nativos americanos o nativos de Alaska ha aumentado de 5,2 millones en 2010 a 9,7 millones en 2020, representando ahora el 2.9% de la población del país.En Arizona, existen 22 tribus reconocidas a nivel federal, con unos 80.000 habitantes, suficientes para decidir la elección y la Casa Blanca. El voto de estas personas está en el aire. Según dice Yolanda tras la visita de Biden, ahora toca un periodo de reflexión: «Hay que ver si ese perdón es cierto, si conecta con el latido de nuestra tierra, o si es solo palabrería».

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