La Política está en riesgo, en todo el mundo y también en la Argentina, afirma Aníbal Fernández en esta nota. La rara situación de enfrentar una pandemia; el tratamiento comunicacional de la misma; la guerra de los laboratorios y de los países que están detrás de las patentes, y un nihilismo productivo liderado por el PRO, que incita la desconfianza y el odio, se han confabulado para poner en riesgo a la política.
Vengo de parte de la política. No es una novedad. Eso lo sabe hasta el más mamerto de los mamertos… no necesito hacer nombres. Abracé la política cuando abracé a algunos de los que militaron el regreso de Juan Perón, de los que resistieron al Golpe del ´76, de los que le dieron, con su sangre, un soplo de sobrevida al peronismo.
De ellos aprendí a vivir “para” la Política y no “de” la política. De ellos supe que no hay demasiados secretos: militar, dirigir, animarse a conducir a los mejores y, si es necesario, empezar todo de nuevo: una rueda vital, una tarea que no cesa… porque nadie se jubila de la política.
Y también aprendí que la política es la mejor herramienta de cambio y transformación positiva para una sociedad. Probablemente la única real.
Perdónenme si les parece que avanzo sobre conceptos remanidos. Creo -como creía Juan Perón, como creía Néstor Kirchner-, en la repetición de las ideas hasta convertirlas casi en un mantra, para lograr la fijación de las mismas. Porque no todo debe tener la vigencia temporal y la trascendencia de un meme. Puedo asegurarles que hoy, más que nunca, la unidad conceptual, por ardua que sea, debe ser guía de nuestras acciones y nuestros procederes.
Porque la Política está en riesgo. En todo el mundo y, también, en la Argentina. La rara situación de enfrentar una pandemia; el tratamiento comunicacional de la misma; la guerra de los laboratorios y de los países que están detrás de las patentes… todo se ha confabulado para poner en riesgo a la política.
El fantasma que hoy recorre Europa (y el resto del mundo) es la anti-política. La mayoría de los oficialismos ha perdido las elecciones de medio término; líderes considerados de los más sólidos del planeta -como es el caso de la canciller alemana Ángela Merkel- deben dar marcha atrás con algunas decisiones que hace apenas un año no sólo no hubiesen sido discutidas, ni siquiera hubiesen sido examinadas; algunas farmacéuticas intentan intervenir la soberanía política de las naciones más débiles; diez países concentran el 85 por ciento de la existencia de vacunas y los organismos de control internacionales son menos atendidos que el penado 14: en la antesala de la muerte, la antipolítica se fortalece y nos invita a jugar un Antón-Pirulero en loop del que sólo puede emerger la falta de solidaridad y la ausencia de diálogo, dos de los pocos condimentos imprescindibles para la Política.
Personeros
Los sociólogos Ignacio Ramírez y Luis Alberto Quevedo publicaron , en estos días, el resultado de una larga investigación que vienen realizando desde hace varios años en la que concluyen que en la Argentina “Pasamos de la desconfianza en la política a la política de la desconfianza. El nihilismo actual convive con la participación ciudadana, la movilización social y el activismo callejero. Esa es justamente la paradoja: es un nihilismo estimulado, en parte, desde la propia política. Es un nihilismo productivo, que no desconecta al ciudadano de la escena pública sino que le propone sumarse desde la desconfianza, el odio y el rechazo antes que a las propuestas positivas”[1].
Este escenario reconoce su inicio en el golpe de 1976 fundamentado en el terror -la instalación del “algo habrá hecho” como explicación a todo-, se proyecta en la forma más clásica de rechazo a las políticas neoliberales del delarruísmo y, como afirman Ramírez y Quevedo, “Desde 2018 en adelante Cambiemos adopta abiertamente la estructura de un partidismo negativo, es decir articula una identidad fundada únicamente en el rechazo al Otro”. Esto es, en nuestro país, hoy, la antipolítica tiene nombre, apellido y partido.
Todo el discurso que construye el PRO desde su liderazgo -porque, a no engañarse, el líder sigue siendo el mismo- es un discurso que reniega de la política como lo hizo desde su fundación, cuando se enorgullecían de tener “un gobierno formado por inexpertos” y gestionaban bajo el slogan “Tenemos que dejar de hacer política”. Allí radica la explicación a todo: los que iniciaron con esas consignas llegaron a manejar el país con “el mejor equipo de los últimos 50 años” y volcaron la calesita. No voy a reiterar los costos que vamos a tener que pagar como sociedad y como país por el ejercicio desbocado de la “no-política”.
Por eso es imprescindible advertir a dónde quieren llevarnos los cantos de sirena, las mentiras y el cinismo de los personeros de la anti-política. Aquellos que propagan la ideología del odio, la militancia de la desconfianza y el advenimiento del individualismo. Marcaron su impronta entre 2015 y 2019 como lo habían hecho entre 1976 y 1983 y el resultado está a la vista.
Sólo con Política y con políticas de Estado, nuestro país tiene una oportunidad cierta de recuperación y un proyecto de futuro. Para eso, “la política debería ser la profesión a tiempo parcial de todo ciudadano”. Y aviso que esto lo dijo Dwight “Ike” Eisenhower, 34.º presidente de los Estados Unidos… digo, para entender que la Política está más allá de cualquier ideologismo.