Todos los responsables de las instituciones europeas se apresuraron en felicitar a Donald Trump como vencedor de las elecciones presidenciales norteamericanas. Seguramente el entusiasmo habría sido mucho más evidente si el veredicto de las urnas hubiera sido favorable a la demócrata Kamala Harris, pero todos han optado por el pragmatismo tratando de enfocar los próximos cuatro años dfe forma constructiva, sabiendo que tarde o temprano aparecerán las divergencias.La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen se apresuró a publicar un mensaje en redes sociales para «felicitar calurosamente a Donald Trump. La UE y EE. UU. son más que simples aliados. Estamos unidos por una verdadera asociación entre nuestros pueblos, que une a 800 millones de ciudadanos . Trabajemos, pues, juntos en una agenda transatlántica sólida que siga brindando resultados para ellos».Noticia Relacionada Perfil estandar Si Donald Trump: un último baile entre el entusiasmo y la angustia Javier Ansorena | Corresponsal en Nueva YorkEl alto representante Josep Borrell , un poco menos entusiasta ha dicho que «la UE no escatimará esfuerzos para mantener unas relaciones dinámicas con EE. UU.» sabiendo que la solidez o debilidad de ese vínculo puede tener «consecuencias para todas las regiones del mundo, incluidas Ucrania y Oriente Próximo, donde la seguridad mundial está en peligro». Y, en todo caso, advirtió que la UE «seguirá esforzándose por promover sus responsabilidades estratégicas, desde la seguridad y la defensa hasta el clima» con el objetivo de «construir una Europa fuerte y soberana».Por su parte, el presidente del Consejo, Charles Michel, ha apostado por una «cooperación constructiva» con Estados Unidos sabiendo que «la UE proseguirá su rumbo de acuerdo con la agenda estratégica como socio fuerte, unido, competitivo y soberano, defendiendo al mismo tiempo el sistema multilateral basado en normas».De todos modos, los ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN se reunirán en Bruselas el próximo día 2 de diciembre, cuando se espera una primera toma de temperatura de la relación transatlántica después de la victoria electoral de Trump.