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La última voltereta política de Kamala, reconvertida en la madre de América

Kamala Harris culminó este lunes en Pensilvania una notable reinvención política, una transformación que pocas veces se ha observado en la política estadounidense. De ser una vicepresidenta impopular, con menor aprobación incluso que su jefe, ha llegado al tramo final de las elecciones presidenciales de hoy con una subida inesperada en las encuestas y una campaña confiada en una victoria de último minuto. No obstante, la encuesta más certera sigue siendo la del día de las elecciones, y la candidata y su campaña se han movilizado para mantener la tensión y cierta incógnita hasta el momento mismo de que abra la primera urna.La confianza de Harris parece tal que dedicó su último día de campaña a un solo estado, mientras Trump se enfocó en tres. Acompañada de figuras como Lady Gaga y Oprah Winfrey, Harris visitó Allentown, Pittsburgh y Filadelfia antes de regresar a Washington, donde espera el escrutinio para conocer la decisión del pueblo estadounidense sobre el rumbo que debe tomar. Un mensaje, sobre todo, ha repetido la candidata demócrata en estas últimas horas de campaña: ella promete ser todo lo contrario a Trump. «Ustedes saben», dijo en Pensilvania, «que Donald Trump entraría a la Casa Blanca con una lista de enemigos, mientras yo, cuando gane, entraré con una lista de tareas pendientes». Ese era el mensaje: frente a la división, consenso y unidad. Es, en cierto modo, un referendo, no sobre ella, sino sobre su contrincante. Noticia Relacionada estandar Si Kamala Harris sube en las encuestas y ya hace planes de presidenta David Alandete | Washington La vicepresidenta recorre este lunes Pensilvania con Lady Gaga, Katy Perry y Oprah WinfreyEl de la unidad no es un mensaje nuevo porque es lo mismo, exactamente, que Harris ofreció junto a Joe Biden en las elecciones de 2020. En los pocos mítines que se hicieron por la pandemia, el argumento era similar: curar heridas, mirar al futuro, dejar ya el guerracivilismo. El país, sin embargo, está tan dividido como siempre o más, según los muchos sondeos al respecto. A tenor de las encuestas, poco han hecho Biden y Harris por cumplir aquella promesa de superar rencillas y labrar consensos. Si las encuestas se cumplen, unos 80 millones de estadounidenses optarán por el expresidente que perdió, que denuncia fraude, que se niega a admitir que el sistema sea libre, justo y transparente. Hay, en suma, poca confianza en el sistema, y Harris es, al fin y al cabo, vicepresidenta, aunque se haya esforzado tanto en ocultarlo para marcar distancias con respecto a Biden.Los últimos días de campaña, Harris ha recibido buenas noticias. Los sondeos de voto general, que cuentan poco, la sitúan entre dos y tres puntos por encima de Trump. En los estados clave, va por delante en cuatro de siete, uno de ellos el más preciado, Pensilvania. (Este da 19 votos del colegio electoral, de los 270 que se necesitan).Una sorpresaHa dado la demócrata hasta una sorpresa en Iowa, un estado que no se considera disputado. La encuestadora Ann Selzer, que es fiable y muy respetada, dijo el sábado por la noche que Harris ha dado un vuelco en ese estado y ahora va tres puntos por delante de Trump allí. Eso es una sacudida enorme, si es cierto. Iowa fue para Trump en las dos pasadas elecciones; es un estado muy conservador. Si allí ganara Harris, eso significaría que Trump ha perdido apoyos hasta en sus feudos, algo que debe ser muy alarmante para él. Por eso su equipo se puso a criticar la encuesta y sus métodos desde el domingo.Además, la última encuesta de \'The New York Times\'/Siena College muestra que, entre los votantes que decidieron en los últimos días, Harris tiene una ventaja del 58% al 42%.También le ha echado una mano a Harris la campaña de Trump. El republicano lanzó la recta final de la campaña con un gran mitin en el Madison Square Garden de Nueva York en el que su equipo tuvo que rellenar cinco horas de programación como aperitivo para su discurso. A alguien se le ocurrió invitar a un comediante apodado \'Kill Tony\', quien hizo una broma de mal gusto quejándose de que Puerto Rico, «una isla de basura flotando en el océano».La broma le costó un gran disgusto al equipo republicano, pues grandes famosos puertorriqueños —Bad Bunny, Jennifer Lopez— se sumaron a la campaña de Harris. Otros que le habían dado su apoyo a Trump, como Nicky Jam, se lo retiraron. Por hacerse una idea del poder del electorado de origen puertorriqueño, son 500.000 solo en Pensilvania, un estado en el que en 2020 ganó Biden por apenas 80.000 votos.El show de TrumpAl verse algo perjudicado en este tramo final, Trump ha recurrido a una estratagema muy suya: ahogar críticas y malas noticias bajo un torrente de provocaciones. Estos últimos días, ha dicho que no le importaría si un tirador dispara a la prensa antes de dispararle a él; ha defendido que irse de la Casa Blanca tras perder en 2020 fue un error; ha imitado sexo oral a un micrófono que no funcionaba (esto, aunque parezca una noticia falsa, no lo es); se ha puesto un chaleco de basurero y se ha subido a un camión de recogida de residuos porque Biden llamó a sus seguidores basura. Hasta el final, esta campaña está siendo el show de Trump, genio y figura. Harris ha optado por una estrategia opuesta, enfocándose menos en el espectáculo. Lo dijo de este modo ayer a unos voluntarios demócratas que la seguían en Scranton, una localidad de Pensilvania, en la que por cierto nació Biden: «Todo este show de ese otro tipo hace que la gente se sienta sola. Hace que sientan que no hay nadie a su lado. Mientras movilizamos el voto, nos enfoquemos en construir una comunidad… , en recordar a la gente que tenemos mucho más en común que aquello que nos divide».Por eso no es casual que entre mitin y mitin, el sábado volara a Nueva York, un estado que ya tiene ganado de antemano, para participar en el programa Saturday Night Live. Se trata, a la comedia bienpensante y políticamente correcta, lo que el Maracaná es para el fútbol. Pocos votantes podía convencer yendo allí, pero el plan era más ambicioso.Kamala, toda de negro, risueña, calmada, se enfrentó a la actriz que la imita con gran pericia, Maya Rudoplh. Le dio la mano, la cogió del brazo, se borró de en medio. Hizo que la otra brillara. Rudolph, que la verdad no disimuló mucho sus preferencias políticas, le dio un nuevo apodo ingeniado para agradar, para gustar, para calmar. La llamó «Mamá-la», la nueva madre de América, ella que dedicó su vida a la fiscalía y la política y no tuvo hijos. La candidata reía y reía. Decía su campaña ayer que su mensaje de cierre es «disfrutar». Ella, en Pensilvania, dijo a sus voluntarios: «Salid, salid y pasadlo bien». Y para meterse ya de lleno en este nuevo renacer maternal, le faltó decir: «Tened cuidado, y no volváis muy tarde».

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