En pocos meses, Victoria Villarruel ha diseminado su espíritu restaurador: desde la designación de Claudia Rucci en el Observatorio de Derechos Humanos y de Nicolás Kasanzew en la dirección de Gesta de Malvinas a los actos con gobernadores, cuando Milei se pelea con ellos, en cada lugar donde se reivindican acciones castrenses del pasado.
Victoria Villarruel dosifica sus apariciones públicas pero hay una actividad que multiplica: la participación en actos patrios que recuerdan gestas militares, al lado de gobernadores. Sólo en febrero estuvo en San Lorenzo, donde San Martín peleó su única batalla en territorio nacional. En las fotos se la ve parada al lado del gobernador Maximiliano Pullaro. Fue a Salta, también en el 211° aniversario de la batalla independentista en esa ciudad, y estuvo en Corrientes, para conmemorar el nacimiento de José de San Martín.
Es decir que justo en el mes en el que el presidente Javier Milei rompió todos los puentes con los mandatarios provinciales, y los acusó de traidores, ella estuvo al lado de Pullaro, Gustavo Sáenz y Gustavo Valdes, se encontró con el mandatario de Misiones, Hugo Passalacqua; el de Tucumán, Osvaldo Jaldo; el de Catamarca, Raúl Jalil y el de Jujuy, Carlos Sadir. También visitó el Festival de Jesús María y —aunque no se sacó fotos— lo vio a Martín Llaryora. Va por más, tiene previstos viajes —siempre con algún tono castrense— a Mendoza y Santa Cruz. El único límite para el diálogo de la vicepresidenta es el kirchnerismo: con ese espacio político se pelea, confronta, silencia el micrófono, quita la palabra. Si siempre es afable, el gesto se hace rictus ante lxs legisladores “kirchneristas”, palabra que lanza con asco.
La Vvicepresidenta (se dice así aunque ella obligue a lxs periodistas de Senado TV a tratarla como vicepresidente) se mantiene impertérrita ante la marginación de los núcleos de decisión en su gobierno, pero muestra claramente que está haciendo su camino. Avisa que no se quedará quieta. Se reúne con Mauricio Macri en forma reservada, y ni siquiera se toma el trabajo de responder los rumores de un acuerdo con el expresidente para desplazar del poder a Milei. “Mi objetivo es cumplir el mandato como vicepresidenta hasta el 10 de diciembre de 2027″, expresó ante un grupo de legisladores cuando las versiones de su ambición presidencial adelantada estaban en alza, al caer la ley ómnibus en Diputados.
Villarruel, lista para lo que sea
Mide cada uno de sus movimientos. A principios de enero, un artículo del diario británico Financial Times terminaba con la cita de un diplomático de carrera. “Creo que hay que observarla atentamente; ella está lista, para lo que sea”, decía el medio en inglés, y fue la frase que la perfilada eligió para repostear esa nota en X, una publicación que luego eliminó pero dejó su huella.
La desconfianza del Presidente, y su hermana Karina viene de antes del balotaje. Es que Villarruel armó su propio logo, hizo un acto donde la vitorearon, se desmarcó una y otra vez. “Cómo no voy a confiar en mi candidato a presidente, si en dos años cambió los términos de la discusión política en la Argentina”, había dicho la entonces candidata, exultante, como respuesta a un cronista de televisión que le preguntaba sobre sus diferencias con la estrategia comunicativa de Milei. La estrategia discursiva de Villarruel es decir siempre lo que quiere, más allá de lo que le pregunten.
La Vicepresidenta hizo su carrera política con la reivindicación del terrorismo de estado, al que niega por considerar que todas sus víctimas eran terroristas. Lo dijo en España, en 2021 y, al considerarse legitimada con el triunfo electoral del 19 de noviembre pasado, lo repite en todos lados. La supuesta memoria completa es su mantra, y la forma en que construyó su carrera política, como lo contó la periodista Luciana Bertoia en este mismo diario.
Malvinas como reivindicación de los militares
Hija del militar Eduardo Marcelo Villarruel, al que siempre reivindica como héroe de Malvinas y sobrina de Ernesto Guillermo Villarruel, detenido en octubre de 2015 por orden del juez Daniel Rafecas por crímenes cometidos en el centro clandestino conocido como Vesubio, la Vicepresidenta tiene la firme convicción de intervenir en la construcción colectiva de la memoria, y así lo viene haciendo. En la misma línea, prepara un acto para el 2 de abril, un inédito desfile de veteranos de Malvinas hacia la Casa Rosada, como la contracara de la masiva marcha por el aniversario del golpe militar, el 24 de marzo, que será unificada después de 18 años. Quiere que la causa Malvinas funcione también como reivindicación de los jefes militares.
Calcula al detalle sus intervenciones públicas y las palabras que dice, con el objetivo de mostrar autoridad. Mientras tanto, traza un amplio abanico de conversaciones con todos los sectores, para lograr que el exiguo bloque de La Libertad Avanza no se vea avasallado por la mayoría peronista en la cámara Alta. Dos veces ignoró el pedido reglamentario de senadores de todo el país para que convoque a una sesión que trate el Decreto de Necesidad y Urgencia 70/2023. Mientras la oposición estaba confiada en tener los votos para el rechazo, Villarruel se seguía parando sobre la botonera del Senado.
Es una de las que lidera la avanzada antifeminista del gobierno nacional. Las voceras de este movimiento restaurador son todas mujeres, pero ella es una estratega. Las barbaridades que dice, las tiene pensadas. No se le escapará más de lo que quiere decir en una entrevista, porque maneja sus tiempos.
Militante (también) de la ultraderecha católica, se opuso a la ley de aborto, participó de la Misa por la Vida en la Basílica de la Virgen de Luján en 2018, se opone al matrimonio igualitario y prefiere las misas preconciliares en latín. Está muy a la derecha del Vaticano.
No postea en X largas reflexiones sobre Gramsci, pero sí lleva adelante su propia batalla cultural, desde el lugar al que (considera) quedó relegada, ya que originalmente tenía reservadas las áreas de Seguridad y Defensa, a las que hoy mira de lejos. A cada paso, de todos modos, hace visible su relación con las fuerzas armadas. Dos tareas simultáneas con un objetivo claro: consolidarse como una dirigente con diálogo con (casi) todos los sectores, la contracara de su presidente. Con el kirchnerismo no, porque su objetivo explícito es eliminarlo.
El papel de Claudia Rucci
Así, en enero, anunció la designación de Claudia Rucci como directora del Observatorio de Derechos Humanos del Senado. La hija del dirigente gremial José Ignacio Rucci ha hecho de la búsqueda de justicia por el asesinato de su padre una causa política, y allí armó su relación con la actual vicepresidenta, que se plasmó en el acto realizado en septiembre en el Congreso, como “homenaje a las víctimas del terrorismo”. Allí, Villarruel ha marcado el eje de su prédica reivindicadora de la dictadura cívico-militar-eclesiástica.
El recurso a las víctimas olvidadas puede tallar en el imaginario colectivo más que el mero ensalzamiento de quienes secuestraron, asesinaron, robaron bebés, torturaron y tiraron desde aviones a personas indefensas. Y allí se para también para denostar a luchadoras por los derechos humanos, a quienes acusa de tener “sus manos manchadas con sangre”.
Impulsada por el triunfo electoral, sigue su agenda convencida de que es posible —después de cuarenta años— socavar el consenso democrático sobre el terrorismo de estado.
En esa línea, y dado que hablan de una mirada “amplia” de los derechos humanos, una de las pocas acciones públicas que realizaron con Rucci, hasta ahora, fue recibir a la familia de Lucio Dupuy. “Compartimos un emotivo encuentro con Ramón y Cinthia Dupuy, abuelo y tía de Lucio, salvajemente asesinado por su madre y su pareja. Comprometimos todo nuestro esfuerzo en pos de justicia, para que nunca más se repita semejante barbarie”, posteó Rucci, tomando una tragedia —y el único caso registrado de ese tipo— como una bandera antifeminista. Nada dijo de los cientos de niños y niñas asesinados a golpes por sus padres, cuyas madres no son recibidas en despachos oficiales.
Malvinas, entre Kasanzew y Tatcher
El manejo de los tiempos de Villarruel, que abona los valores tradicionales de dios, patria, hogar, también se ve nítido en la elección del periodista Nicolás Kasanzew como titular de la dirección Gesta de Malvinas en el Senado. La tarea fue clara: reivindicar al Ejército, y desmentir la indefensión de los soldados llevados al teatro de operaciones. Abundan los testimonios de soldados hambreados, sin equipamiento, castigados por reclamar comida, pero serán dejados en las sombras. “La Vicepresidente de la Nación, hija de un héroe de Malvinas, me brinda la oportunidad de ocupar otra trinchera —nada menos que en el Senado— para luchar por la verdad histórica. Es un gran honor del cual trataré de ser digno. ¡Cuento con la ayuda de mis hermanos veteranos!”, escribió el corresponsal de guerra de 75 años, recordado por difundir sistemáticamente desde ATC las versiones oficiales de la guerra de Malvinas.
Villarruel grita, su voz aguda se encrespa contra el kirchnerismo —que su asiduamente visitado Jorge Rafael Videla consideraba responsable de su “peor momento”— mientras sigue empeñada en armar base política propia. Macri, el desfile de veteranos de Malvinas, el cerco sobre una causa que pide “no politizar” para acallar a la senadora María Eugenia Duré, al mismo tiempo que elige el tema para aumentar su propio capital político. En ese cruce —que clausuró cerrando el micrófono— la Vicepresidenta omitió decir qué opinaba de la presencia de David Cameron en Malvinas. Su cintura política es notable, pero se pone a prueba al ser parte de un gobierno que reivindica a Margaret Thatcher como una prócer.
Lo que está claro es su afán revanchista: Villarruel sacó un busto de Néstor Kirchner y lo mandó al archivo. Sonriente, cuando le preguntaron por la decisión dijo: “Néstor Kirchner no fue senador, no fue vicepresidente y yo no soy su viuda”. De este modo, tuvo su venganza por la orden de retirar el cuadro de Videla, el 24 de marzo de 2004 en el Colegio Militar de El Palomar.
Cada vez que el presidente Javier Milei amenaza con irse si no le aprueban sus iniciativas, cuando se levantan dudas —como lo hizo Financial Times— sobre su posibilidad de completar el mandato, surge como una sombra el temor de una salida institucional que instale a Villarruel en la presidencia, sobre la base de un acuerdo con Macri. Mientras tanto, ella sonríe, hierática. Implacable.