La Dra. en Ciencias Sociales y escritora Esther Pineda G., autora del libro “Bellas para morir. Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer”, opinó para Télam sobre los estándares estéticos de belleza que someten a los cuerpos a prácticas invasivas.
El pasado 31 de agosto murió la modelo Silvina Luna luego de más de una década de padecer las consecuencias de un procedimiento estético que le realizó Aníbal Lotocki, sin embargo, este no es un hecho aislado, por el contrario, hay miles de mujeres que como Silvina están viviendo enfermas y muriendo como consecuencia de la realización de procedimientos estéticos. Es una realidad que la sociedad en general prefiere ignorar y guardar silencio.
En nuestras sociedades contemporáneas niñas y mujeres con independencia de su edad, clase social o pertenencia étnica-racial, se encuentran constantemente expuestas a la violencia estética, la cual consiste en múltiples y repetidos discursos, representaciones y prácticas que ejercen presión y discriminación sobre las mujeres para obligarlas a satisfacer al canon de belleza, el cual se fundamenta en cuatro elementos: el sexismo, el racismo, la gordofobia y la gerontofobia; aunado a las consecuencias físicas, psicológicas y sociales derivadas de esta.
En ese proceso de búsqueda y satisfacción del ideal de belleza, durante décadas gran cantidad de niñas y mujeres han crecido padeciendo trastornos dismórficos corporales y trastornos alimenticios, algunas están viviendo con las consecuencias de los implantes mamarios también conocido síndrome de ASIA; pero muchas otras lamentablemente han encontrado la muerte en cirugías estéticas y otros procedimientos.
Estos estereotipos de belleza son cotidianizados a través de los medios de comunicación, masificados cada vez más en las redes sociales como Instagram y TikTok, pero sobre todo, normalizadas y presentadas por cirujanos plásticos devenidos influencers como procedimientos libres de riesgo, simples, sencillos, sin consecuencias, e incluso divertidos pues, se promocionan mientras muestran los resultados de alguna paciente aun sangrante y amoratada sobre una camilla con reguetón o trap de fondo.
En la actualidad la industria de la cirugía plástica recurre a los métodos aprendidos de la cadena McDonald para captar, incrementar y fidelizar su clientela, por lo cual es cada vez más frecuente evidenciar que estos son ofrecidos en “combos” de varias cirugías a ser realizadas durante una misma operación. También se ha popularizado el ofertar estas operaciones dentro de paquetes turísticos, se apela a fechas especiales, festivas o vacacionales para incentivar el consumo de la cirugía plástica, al mismo tiempo que estas operaciones son obsequiadas por medio de sorteos en las redes sociales y promocionadas recurriendo a influencers para mejorar su alcance y viralización.
Asimismo, también ha proliferado la realización de procedimientos estéticos en condiciones de riesgo, es decir, un mercado irregular de la cirugía estética de la mano de trúhanes capaces de llevar a la muerte a cualquier mujer por algunos pesos. En este contexto se ha hecho común la realización de procedimientos y cirugías estéticas por parte de personal médico no especializado en el área estética, el ejercicio ilegal de la medicina estética, la realización de estos procedimientos en lugares no certificados, sin registro o permisos sanitarios, y la proliferación de clínicas clandestinas.
También se ha hecho común la utilización de diversos materiales para moldear el cuerpo no aptos para el uso médico como la silicona líquida, el aceite mineral, el aceite vegetal, la grasa animal, las siliconas industriales, el aceite de automóvil, el metacrilato y la aplicación de biopolímeros, la utilización de materiales de menor calidad, materiales vencidos y la reutilización de implantes; acciones que tiene como resultado diversos problemas de salud en las mujeres y en muchos casos tienen como desenlace la muerte.