Opinión del Lector

Las cinco heridas de la infancia

Heridas que dan explicación a gran parte de las conductas, emociones y pensamientos patológicos de la vida adulta, heridas que nos dejaron una huella y una influencia que no se borrará hasta que no sea identificada, aceptada y sanada.

Una herida emocional se detecta por el mecanismo de defensa o máscara que activa, provocan reacciones automáticas y no dan lugar a una respuesta consciente, producen dolor, insatisfacción y desequilibrio emocional, psicológico y vital.

Las heridas de la infancia se transforman en trauma cuando se convierten en rechazo, abandono, humillación, traición e injusticia.

Lise Bourbeau en su libro "Las cinco heridas que impiden ser uno mismo", habla de las cinco heridas de la infancia, y desde el enfoque de esta autora las heridas van apareciendo en el transcurso de la vida, añadiendo las máscaras que surgen a modo de protección de cada una de las heridas: 1.Rechazo (Huidizo), 2. Abandono (Dependiente), 3.Humillación (Masoquista emocional-mental), 4.Traición (controlador), 5. Injusticia (rígido).

La herida del rechazo: quien la sufre se siente rechazado en su interior y a su derecho a existir. La defensa o mascará que activará la persona con esta herida será la de mostrarse huidiza y pasar desapercibido. No suele sentirse merecedora de cariño y huye cuando alguien lo ame.

La herida del abandono: surge a raíz de sentir la carencia de muestras de afecto, especialmente con el progenitor del sexo contrario. El mayor temor para esta persona es la soledad e intenta evitarla a toda costa.

La herida de la humillación: tiene que ver con la carencia de libertad y la sensación de humillación debido al control del progenitor, se avergüenza de sí misma y de los otros o teme avergonzarles, persona hipersensible.

La máscara detrás de la que se esconderá será el masoquismo. Buscará la satisfacción, e incluso el placer, sufriendo. Volverá a buscar la humillación la mayor parte de las veces.


El mayor temor es la libertad, no sabe autorregularse. La herida de la traición surge a raíz de la pérdida de confianza o expectativas no satisfechas en la conexión con el amor o la sexualidad. El niño siente que es necesitado por los padres y desea hacer todo lo posible para que estén bien.

Lo que más teme es la separación y la negación. La máscara de la persona con herida de traición es el control. Usa este mecanismo de defensa para asegurarse de que mantendrá sus compromisos, para ser fiel y responsable o para garantizar que los demás actúen igual.

Miente a menudo. Es manipuladora y seductora. Impaciente, intolerante, con muchas expectativas y cree tener siempre la razón. No muestra vulnerabilidad y le cuesta confiar en los demás.

La herida de la injusticia: La sensación de injusticia se da por no poder integrar bien la individualidad y no poder expresar ser nosotros mismos. La persona con esta herida sufre la injusticia principalmente por parte del progenitor del mismo sexo, que se muestra frío, es severo y critica con frecuencia al hijo.

Esta persona mantiene un carácter perfeccionista y envidioso. Actúa para destacar y ser perfecta. Dinámica y optimista. Dificultad para pedir ayuda y para recibir. No admite tener problemas. Se exige y se controla mucho. Le gusta el orden. Rara vez se enferma. Es fría y le cuesta mostrar afecto. De apariencia sensual.

Su mayor temor es la frialdad. Le cuesta aceptar su propia frialdad y la de los demás. Hace todo lo posible por mostrarse cálido, cree que en realidad es afectuoso y no se da cuenta que los demás le perciben frío. Se considera también una persona sumamente justa y armoniosa. Es fiel con sus amigos, aunque es percibido como seco y tenso.

En la próxima nota abordare cómo sanar estas heridas.

Autor: Tona Galvaliz|
Desarrollo Personal

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