(CNN) -- En medio de las líneas del frente, la pequeña ciudad de Avdiivka se ha convertido en el epicentro de la guerra en Ucrania. Todavía en manos ucranianas --por ahora y por escaso margen-- está cercada por tres lados por soldados y cañones rusos.
Constantemente bombardeada por Rusia, la ciudad está irreconocible.
Restos de hormigón marcan lo que una vez fueron los edificios más altos de la ciudad, que parecen flotar entre pequeñas colinas de escombros. La cruz de la iglesia de la ciudad, doblada por una explosión, señala acusadoramente a las líneas rusas.
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Entre las ruinas, las tropas rusas y ucranianas se enfrentan, acechadas por drones y algún que otro tanque. Las bajas son numerosas en ambos bandos, pero especialmente entre los atacantes rusos, que han lanzado oleada tras oleada humana contra los atrincherados defensores.
"Asaltos de carne" es como un francotirador ucraniano, identificado como "Bess", describió estos ataques a CNN. Su indicativo significa demonio en ucraniano y la escena que relata es infernal. Los soldados muertos, "simplemente yacen allí congelados", dijo el oficial del Grupo de Fuerzas Especiales Omega desde una casa a varios kilómetros detrás de la línea del frente en la región de Donetsk, en el este de Ucrania.
"Nadie los evacua, nadie se los lleva", dijo. "Da la sensación de que la gente no tiene una tarea específica, simplemente van y mueren".
Alias "Teren", comandante de una unidad ucraniana de reconocimiento con drones en la ciudad, dijo que incluso "si podemos matar de 40 a 70 militares con drones en un día, al día siguiente renuevan sus fuerzas y siguen atacando".
En 18 meses de combates alrededor de la ciudad, dijo, sus pilotos de la 110ª Brigada Mecanizada han matado al menos a 1.500 rusos. Aún así, siguen llegando.
Armas para seguir luchando
Pero esas vidas dependen de las armas.
En una mañana helada de enero, con temperaturas de -22 grados Celsius, CNN observó cómo otro equipo de tropas de las fuerzas especiales Omega corría hacia su posición de fuego en los alrededores de Avdiivka.
Apresurándose a preparar su lanzacohetes de la era soviética, atornillado a la parte trasera de una camioneta estadounidense, uno de los hombres pulsó el interruptor para lanzar una salva.
Siguieron chasquidos y maldiciones. Congelados, los cohetes no disparaban.
Dependen del equipo que tienen, no del material occidental que ansían, y saben que cada oportunidad perdida de devolver el fuego a los rusos puede costar vidas ucranianas.
Pocos días después, un camión de suministros atravesó el barro de un campo en los alrededores de la cercana ciudad de Marinka, llevando proyectiles muy necesarios a una posición de cañón.
Pero el cañón --un obús M777 suministrado por Estados Unidos-- permanece en silencio durante gran parte del día, racionado a unos 20 proyectiles diarios, 30 en un "buen día", dijeron los artilleros. El verano pasado, en apoyo de la fracasada contraofensiva ucraniana, la dotación del cañón disparaba al menos el doble de proyectiles, muchos de fabricación estadounidense, contra los rusos, según dijeron.
Una taza desbordante
Aún así, los asaltos rusos continúan, lo que significa que mantener Avdiivka es ahora una cuestión de números, dijo "Bess", el francotirador de las fuerzas especiales.
"Si hay una botella de litro, no hay forma de que quepa un litro y medio en ella", dijo.
Para contrarrestar la superioridad numérica de Rusia, los comandantes ucranianos --presionados por los principales generales del país-- están sopesando la posibilidad de enviar medio millón de soldados más para reforzar las filas militares.
La vida en las ciudades ucranianas alejadas del frente parece relativamente intacta por los combates, al menos en apariencia. Aunque los carteles de reclutamiento y los controles militares salpican las carreteras y es habitual ver hombres de uniforme, apenas hay signos evidentes de restricciones o cambios en la vida cotidiana. Los supermercados están llenos y las cafeterías rebosan de clientes.
Pero el reclutamiento es un tema delicado.
El presidente ucraniano tiene poder para imponer una mayor movilización --actualmente limitada a los mayores de 27 años-- pero ha optado por buscar la aprobación parlamentaria para ello. El proyecto de ley se está abriendo camino lentamente --y no sin dificultades-- a través del escrutinio de los legisladores.
Zelensky también se ha preguntado cómo pagar la movilización, ya que, según él, seis contribuyentes son necesarios para pagar el sueldo de cada soldado de uniforme.
Su reticencia es una muestra de la sensibilidad política que rodea a la opinión pública en Ucrania, incluso cuando los enemigos del país no ocultan sus violentas ambiciones sobre Kyiv.
"La existencia de Ucrania es mortal para los ucranianos", publicó en Telegram el 17 de enero el ex presidente ruso Dmitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia y uno de los políticos rusos más belicistas.
"La existencia de un Estado independiente en los territorios históricos rusos será ahora un pretexto constante para la reanudación de las acciones de combate", añadió.
De vuelta al frente, la moral de las tropas con las que habló CNN era alta.
Los soldados, cansados aunque rara vez descontentos, reconocían que los refuerzos supondrían un bienvenido aumento de sus rotaciones fuera del frente.
Por ahora, sin embargo, eso sigue siendo una esperanza lejana, ya que en Avdiivka la lucha continúa.
"Estamos haciendo todo lo posible y lo imposible para mantener esta línea", declaró a CNN el oficial de las Fuerzas Especiales Omega "Sayer".
"No sé qué pasará después", dijo. "Pero Avdiivka resiste. Estamos en nuestra tierra. No tenemos nada que perder".