Ahora se vuelven en contra las mentiras, los alardes, los muertos esfumados, las dudas en las supuestas medidas sanitarias, los vaivenes en las pretendidas acciones de prevención y hasta la utilidad del confinamiento. Y es que durante un tiempo el caos, la descoordinación, la cantidad de rebrotes y la falta de directrices claras y concretas, en eso que Sánchez llamó la desescalada, era algo de esperar tras la desastrosa gestión desde que la pandemia llegó a España.

Ahora se muestran en toda su crudeza los informes de prestigiosas universidades que aquí tergiversábamos y desconocíamos, y que nos situaban y nos sitúan a la cola de la eficacia y a la cabeza de la inutilidad en la gestión.

La cuarentena impuesta por algunos países, británicos por ejemplo, será la coartada de Sánchez que convirtió los polvos de la pandemia en los lodos de sus mentiras y en el barro de su inepcia, pero debería quedar claro quiénes son los responsables.