Con el encuentro que convocó en Asís tras el 11-S, Juan Pablo II refutó de un plumazo la tesis según la cual Occidente y la civilización islámica estaban abocadas a un choque violento. Benedicto XVI y ahora Francisco han continuado fielmente ese legado, especialmente reconocible en las palabras del Papa, el pasado febrero, al emir de Abu Dabi y al gran imán de Al Azhar, presentando la indiferencia como una forma tal vez sutil, pero absolutamente real de enemistad. En un mundo global, con sociedades crecientemente interculturales, “o somos hermanos, o se viene todo abajo”, dijo Francisco.
Un año después de la firma en Abu Dabi del Documento de Fraternidad Humana, el Obispo de Roma insiste en refutar a quienes presentan el diálogo como una traición a los propios principios. Más bien al contrario, la apertura al diálogo es un indicador de robustez en la fe. Una fe en la que la fraternidad y la compasión hacia el otro es un elemento nuclear. Esperamos mucho de lo que pueda pasar estos futuros días en Irak.