El jueves pasado fui invitada a participar de una campaña contra el acoso callejero en Latinoamérica. Lo organizaba la marca L’Oréal Paris, en conjunto con la ONG Right To Be, que se centra en la lucha contra toda clase de acoso. El objetivo de esta acción es exponer la problemática del acoso en espacios públicos como una de las modalidades de violencia de género más habituales, extendidas e invisibilizadas en el mundo entero.
¿Sabían que el acoso callejero es una de las violencias más naturalizadas? ¿Quién no conoce a alguna amiga, prima, tía, hermana, sobrina, etc. que vivió alguna situación de violencia callejera? Según las estadísticas, 9 de cada 10 mujeres argentinas experimentaron una o más situaciones de acoso callejero y solo un 25% de ellas recibió ayuda de un tercero/a. En cambio, en los casos en que intervino una persona, el acto paró.
Se trata de una práctica que convive con nosotrxs hace décadas: la desigualdad que existe entre el hombre y la mujer amplificó las violencias a través de los años. Puede incluir maniobras muy diversas: desde un manoseo en transporte público, el apoyo de genitales, exhibiciones obscenas, masturbaciones, hasta los silbidos y los mal llamados piropos. Las mujeres y disidencias desde muy corta edad somos víctimas de estas violencias, empujadas de manera brutal a situaciones sexuales cuando en muchas ocasiones aún no contamos con herramientas para desenvolvernos frente a esto. Recuerdo cuando una compañera de trabajo me contó que a los 11 años, camino a su clase de danza, vestida de bailarina en un colectivo, un hombre se masturbó sobre su tutú, algo que la traumó durante años. Es tristemente clásica la repetida historia que muchas atravesamos en algún viaje en taxi con un chofer que se masturba o que dice guarangadas. A otra amiga a los 13 años, en una parada de colectivo, un hombre le tocó los pechos: una situación muy violenta que todavía hoy le genera malestar e inseguridad. Podría seguir todo el día escribiendo situaciones de esta índole: las estadísticas son alarmantes y lamentablemente en muchas ocasiones las víctimas quedan marcadas para toda la vida.
Nadie queda libre de este trance. El otro día recordaba a la icónica Bettie Page, que contaba en el documental sobre su vida, Bettie Page Reveals All, sobre las violencias que había atravesado hasta convertirse en un ícono mundial de la cultura pop. En ese filme, ella narraba su testimonio a través de su voz, grabada en diferentes llamadas telefónicas, ya que había pedido que su imagen no apareciera. Esa había sido su condición para participar, porque no quería que sus fans vieran su deterioro. Pensaba que tal vez haya sido también un modo que encontró para poder hablar, sin exponerse tanto, de las numerosas historias de sufrimiento por las que tuvo que pasar. Muchas de ellas implicaban un brutal acoso callejero y abusos. La que más me impactó le había ocurrido en las calles de New York, una noche. Ella iba caminando sin dinero, ni amigos y estaba pasando por un mal momento. En ese estado de vulnerabilidad, unos muchachos y una chica la vieron sola y le ofrecieron llevarla. En su relato, ella confesaba que había aceptado porque la chica le había dado seguridad. La escena terminó de la peor manera: a las pocas cuadras se subieron al auto más hombres, fue llevada a un callejón y obligada a realizarles sexo oral. La chica involucrada había quedado en el auto, sentada.
Justamente esta clase de inacción es la que hay que combatir. La propuesta de la campaña de la que participé, llamada Stand Up porque la idea es levantar la mirada y actuar, en este sentido es concreta: hacer reaccionar al entorno, a quienes son testigos y así ayudar a quien esté atravesando por esa situación. Muchas veces las personas no saben cómo intervenir, por eso la acción ofrece una capacitación gratuita, que se puede realizar de manera virtual en pocos minutos y que brinda herramientas concretas para intervenir en situaciones de acoso en espacios públicos.
De entre todas las iniciativas de compromiso social que llevan a cabo las marcas, este tipo de campañas me parecen muy valiosas y celebro que se traduzcan en acciones y resultados concretos: construir una sociedad más justa e igualitaria debe ser un compromiso colectivo. Se trata de entender que la respuesta es la de asumir un acto de todxs. El único modo de terminar con lo que no está bien es obrar en conjunto. Así que ¡dejemos de mirar para otro lado!
#Bastayadeacosocallejero
#WeStandUp