Mucho se habló de la cuestión de los límites naturales entre la Isla Apipé Grande y la República del Paraguay. Si nos quedamos con el último incidente de la lancha de los pescadores argentinos abordados por personal naval paraguayo, y habiendo tomado el caso tanta repercusión social, será fácil tomar una postura a favor o en contra de unos u otros.
Pero, no debemos preguntar, antes que nada, ¿Cuál es la razón de una u otra orilla? Quizás, y teniendo al tiempo como infalible juez de todas las cosas, debamos preguntarnos qué tanto se intentó solucionar este dilema a lo largo del tiempo, desde el corrimiento de los límites naturales, tal lo expreso en el Tratado de 1.876...
Desde hace mucho tiempo a esta parte, muchos se manifiestan desde el fanatismo desde una y otra orilla, sin tener en cuenta que en medio de toda esta disyuntiva histórica, se encuentran familias argentinas y paraguayas que llevan juntos a sus hijos a las escuelas de la isla o que, juntas, sacan turno en el mismo hospital insular, para curar las mismas enfermedades, mientras toman un mate, desde el más amplio sentido de la sensatez, la cordialidad y el respeto.
Esa, creo, debe ser una de las premisas fundamentales antes de sentarnos a ver quién tiene la razón en esta larga y triste historia de derechos vulnerados de ambas márgenes.
Tanto los argentinos como los paraguayos comparten más de un siglo de historias y de vivencias en común, donde sus hijos, nietos y bisnietos se han casado o concubinado, formando familias fusionadas en historia y tradiciones que hoy, a fuerza de los lazos del afecto, ya resultan comunes a ambos pueblos.
Me permito alejarme un tanto de las cuestiones burocráticas y técnico-jurídicas sobre los límites fluviales y los Tratados internacionales que establecen claras pautas sobre la delimitación de ambas orillas y que hoy, a todas luces, es un derecho que le fue vulnerado a los isleños.
Ahora es el momento de alejarnos de las arengas políticas y sentarnos a una mesa común, pero de la que deben participar, necesariamente, todas las partes en conflicto. Porque caería en saco roto (una vez más) cualquier declaración o decisión que se tome unilateralmente.
Sería muy productivo, en todo caso, tener en esa mesa común a las partes que tienen poder de decisión y que pueden cambiar el curso de esta historia y mejorar la calidad de vida de los compatriotas que viven y sueñan con una isla Apipé verdaderamente soberana y argentina!
¿Sería mucho pedir que inviten a los representantes del Parlamento del Paraguay a una sesión binacional, a la orilla del mismo río Paraná que hoy es motivo de conflicto? Quizás, sentados a la vera del río, entiendan de qué hablan los isleños que desde hace años reclaman ser escuchados.
Creo que es momento de agrandar la mesa y agregar el diálogo honesto y alejado de las tribunas políticas de los tiempos actuales. Los ciudadanos de Apipé se merecen todo el respeto y cuando me refiero a los ciudadanos de Apipé, hablo de los hombres, mujeres y niños argentinos y paraguayos que conviven y sufren a diario los mismos problemas, sin distinguirlos por sus banderas.
Los representantes de la política argentina y paraguaya tiene esta nueva oportunidad de hacer historia, pero de la buena. La historia que construye y hermana a los pueblos. La historia que borra los límites y piensa más allá del punto de mayor profundidad del cauce del río Paraná, un río de riquezas depredadas que no es argentino, ni paraguayo, sino simplemente un río, que sufre y llora igual que la gente que lo ve pasar, casi sin esperanzas...
Aun queda tiempo.¡ Hagamos las cosas bien!