Internacionales

Los «días del trueno» ya retumban sobre el Ala Oeste de la Casa Blanca

El nuevo Donald Trump ha prometido someter al gobierno de la primera potencia mundial a una transformación integral, y su equipo, por su perfil e intenciones, se dispone a hacer precisamente eso. El nuevo presidente de Estados Unidos, transformado por su paso por un atentado que casi lo cuesta la vida, dos juicios de impeachment y una larga lista de procesos penales en su contra, regresa al poder, según sus palabras, sin gana alguna de transigir .Noticias relacionadas estandar Si Una nueva era: los tecnólogos descienden sobre Washington Javier Ansorena estandar No Misas, té y baile al son de Village People: la agenda para hoy de la jura presidencial de Trump ABCSe acabaron los compromisos, las ansias de concordia y los gestos simbólicos de buena voluntad diseñados para cosechar un Nobel de la Paz a las buenas intenciones, como el que recibió Barack Obama. El nuevo gabinete refleja una estrategia mucho más contundente y combativa que en su primer mandato. Está formado por algunos de los halcones más agresivos de la política estadounidense en materia migratoria, fiscal y de seguridad nacional, con una agenda que promete endurecer las fronteras, recortar programas sociales y reforzar el poder militar como pilar central de su estrategia global.Tom Homan, coordinador de política fronteriza , ha prometido llevar a cabo redadas masivas y acelerar las repatriaciones de inmigrantes indocumentados desde el primer día. Stephen Miller, asesor especial, trabaja ya en planes ambiciosos para eliminar el derecho a la nacionalidad por nacimiento, una medida que, según él, busca poner fin a lo que denomina «abuso del sistema migratorio». Kristi Noem, designada para el Departamento de Seguridad Nacional, planea transformar por completo el sistema de concesión de asilo, reduciéndolo a su mínima expresión. Mike Waltz, el nuevo consejero de Seguridad Nacional, ha desarrollado un plan para purgar el funcionariado federal, eliminando cualquier vestigio de resistencia interna mediante la flexibilización del despido de empleados públicos.Con este ambicioso plan, la Administración Trump 2.0 se presenta como una anomalía política , amalgamando a republicanos de la derecha más combativa, como Mike Waltz y Kristi Noem, con demócratas desencantados con su partido, como Robert F. Kennedy Jr., designado secretario de Salud y Servicios Humanos, y Tulsi Gabbard, elegida para dirigir la Inteligencia. Esta administración se posiciona a la vez en contra de los principios tradicionales tanto demócratas como republicanos. El aislacionismo, el populismo y el proteccionismo que promueve, con promesas de fortalecer el ámbito interno y reducir la injerencia en otros países, son ajenos tanto a la corriente dominante de los demócratas de Barack Obama y Joe Biden , centrada en ideales globalistas y elitistas, como al neoconservadurismo de George W. Bush y su legión de exportadores de democracia, que impulsó las guerras en Afganistán e Irak, resultando en más de 7.000 bajas de soldados estadounidenses y un gasto militar de más de cinco billones de dólares.J.D. Vance , el nuevo vicepresidente, personifica perfectamente el rechazo a los antiguos credos políticos. Tendrá un espacio propio en el Ala Oeste , junto al equipo que trabajará directamente bajo el presidente Trump, y allí ejercerá su influencia. En su juventud, Vance fue un demócrata, defensor de la inmigración y del orden globalista. Sin embargo, para ascender al Senado y ahora a la vicepresidencia, se ha despojado de esos peajes. Actualmente, aboga por recortar de raíz las ayudas que su propio partido considera hasta más justas, como las concedidas a Ucrania en su defensa ante la agresión rusa.Es cierto que en el primer mandato de Trump ya hubo figuras rompedoras e iconoclastas, como Steve Bannon, el polémico estratega jefe que apenas duró unos meses en la Casa Blanca tras su intento fallido de «desmantelar el estado burocrático». Su estilo combativo lo llevó a enfrentamientos internos, especialmente con Ivanka , la hija mayor del presidente, lo que finalmente precipitó su salida del círculo de poder. Actualmente, Bannon observa desde fuera, pero sigue siendo un ferviente partidario de Trump y un crítico implacable de lo que denomina la «calaña globalista».. En su podcast ha dirigido sus advertencias hacia figuras como Elon Musk , expresando abiertamente su preocupación por las propuestas que buscan facilitar los visados para inmigrantes cualificados. En su opinión, incluso esos puestos de trabajo especializados deberían estar reservados exclusivamente para estadounidenses.Vienen días muy intensosEs Bannon quien ha anticipado que los primeros días de esta nueva presidencia serán recordados como « los días del trueno », destacando una agenda cargada de decisiones audaces y profundamente coordinada. «Van a ser jornadas muy, muy intensas», afirmó, y agregó: «Cuando Trump termine, nadie va a reconocer a este país».Buenas noticias para él: la ausencia de Ivanka Trump y su esposo, Jared Kushner, en roles oficiales marca una diferencia significativa respecto al primer mandato. Ivanka, de toda la vida demócrata, ha decidido centrarse en su familia y vida privada, mientras que él ofrece consultoría en temas de Oriente Próximo, un negocio muy lucrativo. Cuando Trump ganó en 2016, ni siquiera él mismo lo esperaba, según reconoció posteriormente. Esa sorpresa inicial lo llevó a depender de compañeros de viaje improvisados , recomendados por intermediarios para ocupar cargos clave, que en muchos casos terminaron decepcionándolo profundamente. Según ha confesado, esas elecciones mal calibradas se convirtieron en sus mayores desilusiones: John Bolton, su consejero de Seguridad Nacional; John Kelly, su jefe de gabinete; y Mark Milley, su jefe del Estado Mayor Conjunto.La lección aprendida, según el propio Trump, es clara: todos, absolutamente todos los integrantes de su equipo deben contar con su aprobación directa. Con esta nueva regla, espera poner fin a las filtraciones, las traiciones internas y las vendettas constantes que marcaron su primer mandato. Este control más riguroso, afirman sus allegados, debería darle la capacidad de llevar a cabo las transformaciones que quedaron pendientes en su primera presidencia.Sin embargo, queda por ver si el propio presidente puede mantenerse al margen del estado de constante caos y confrontación que, en muchas ocasiones, él mismo ha provocado.

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