Netanyahu tendrá que lidiar con las presiones de la línea dura de su gobierno de coalición que reclama una guerra terrestre total contra Hamas.
La muerte de al menos 700 israelíes en el ataque de Hamas convierte el sábado en el día más letal en los numerosos conflictos del país, superando con creces los 317 muertos el 7 de octubre de 1973, en las primeras 24 horas de la guerra de Yom Kippur -que también comenzó con el enemigo logrando un ataque sorpresa con gran efecto-.
A diferencia de ese conflicto, cuando múltiples ataques provinieron de Estados árabes liderados por Egipto y Siria, lo que ocurrió este fin de semana no es una amenaza existencial para el Estado judío.
Hamas, junto con otras milicias que pueden unirse a la lucha, como Hezbollah en el Líbano, no están ni cerca de ser un rival militar para Israel. Una supuesta solicitud hecha por los talibanes en Afganistán a Irán para que permita a sus combatientes transitar para luchar contra Israel no va a cambiar ese equilibrio, incluso si se concede el paso.
Pero el gobierno de Benjamin Netanyahu enfrenta la crisis de seguridad más severa en décadas, con la perspectiva potencial de combate en dos frentes, Líbano y Gaza, así como una escalada en Cisjordania, donde grupos militantes palestinos como la Brigada Jenin y la Guarida del León ya han estado involucrados en un número creciente de enfrentamientos armados con las fuerzas de seguridad israelíes.
Las imágenes del extraordinario asalto de Hamas, de combatientes volando en parapentes para matar y secuestrar, civiles recibiendo disparos en las calles, secuestros en un festival de música y rehenes desfilando en Gaza, han sido un shock sísmico para el sistema en Israel. El colosal fracaso del tan renombrado sistema de inteligencia del país, que no evitó que Hamas planificara y se armara para esta operación durante meses, ha sido asombroso.
Junto con la “humint” (inteligencia humana) de los agentes sobre el terreno, las comunicaciones en Gaza son monitoreadas, al igual que los movimientos de personas y vehículos en la frontera, con los sensores más avanzados. Israel lleva a cabo ataques aéreos regulares en el territorio para garantizar, dice, que Hamas y la Yihad Islámica, otro grupo militante, no acumulen reservas de armamento como misiles. Una campaña de asesinato selectivo de figuras militantes de alto rango supuestamente detectaría el mando y el control. No fue el caso.
Lo que salió mal será examinado en el futuro por comisiones de investigación y casi con seguridad dará lugar a dimisiones y despidos en la jerarquía de seguridad. La magnitud del fracaso fue resumida por Efraim Halevy, ex jefe del Mossad, quien reconoció: “Este ataque estuvo más allá de la imaginación. No sabíamos que tenían esta cantidad de misiles y ciertamente no esperábamos que fueran tan efectivos como lo fueron”.
¿Qué pasa ahora? El gobierno israelí declaró formalmente que está en guerra. Netanyahu prometió “poderosa violencia”, amenazó con reducir a Gaza a “escombros” y dijo a sus habitantes que se vayan inmediatamente, aunque no está claro adónde deben ir. Ahora hay especulaciones de que Israel lanzará en Gaza una ofensiva terrestre a gran escala, que se sumará a los ataques aéreos masivos que ya se están llevando a cabo. Pero ¿qué tan efectivo será esto y cuál es el propósito final?
Cubrí la guerra de Gaza de 2014, mucho más mortífera que cualquiera de los conflictos de Gaza anteriores o posteriores, desde dentro del enclave. Israel envió fuerzas terrestres junto con tanques Merkava. Fue un asunto brutal. Más de 2.205 palestinos murieron, entre ellos 1.483 civiles, según la ONU, y 71 israelíes, 66 de ellos soldados, en 50 días de combates.
Recuerdo haber hablado posteriormente con oficiales de las Fuerzas de Defensa de Israel sobre la eficacia del uso de infantería y vehículos blindados en zonas urbanas densamente pobladas. Varios expresaron profundas reservas y dijeron que habrían sido mucho preferibles operaciones selectivas de las Fuerzas Especiales.
Lo que hace que un ataque terrestre total sea aún más problemático esta vez es la presencia de tantos rehenes en Gaza. Siempre existe el peligro de que resulten heridos o muertos si se ven atrapados en combate. Las operaciones de las Fuerzas Especiales para rescatarlos son posibles, aunque una tarea desafiante, ya que es probable que estén retenidos en diferentes lugares, incluidos, posiblemente, hospitales.
El tenso clima político y social en Israel, con emociones comprensiblemente exaltadas, ayudará a dar forma a la naturaleza y el alcance de la misión militar. Al final, la ofensiva de 2014 estuvo limitada por consejo de los servicios militares y de inteligencia, quienes advirtieron sobre crecientes pérdidas civiles y fuerzas estancadas en meses de combates de desgaste.
Netanyahu, que también era primer ministro en ese entonces, hizo caso omiso de las demandas de los partidarios de la línea dura de su gabinete, incluido Avigdor Lieberman, el secretario de Asuntos Exteriores, de volver a ocupar Gaza, revirtiendo la retirada unilateral de 2005.
El actual gobierno de coalición es mucho más derechista y es probable que haya un mayor impulso para una guerra total, se argumenta. Pero Netanyahu, en el pasado, ha mostrado aversión a tales tácticas militares abiertas y, con el respaldo de la jerarquía de seguridad, alarmada por actuales ministros de extrema derecha como Itamar Ben-Gvir, puede surgir un enfoque más táctico y matizado.
La acción armada no es el único curso de acción punitiva disponible para Israel en la actualidad. El Ministro de Energía, Israel Katz, anunció el fin de semana que había ordenado el corte del suministro eléctrico de Gaza. Y luego seguiría el bloqueo del combustible y del agua.
Estas medidas por sí solas no impedirán el derramamiento de sangre que se avecina; pasaron demasiadas cosas para que ese sea el caso. En la creciente oscuridad, la esperanza más realista es que el conflicto que se desarrolla no se salga totalmente de control.
* De The Independent. Especial para PáginaI12.