La misma noche del discurso presidencial, la Confederación General de Jubilados emitió un grave documento en el que definieron "el daño descomunal" inferido a Jubilados y pensionados y al pueblo en general como "irreparable". Acusaron a "este gobierno macabro" que "se cree habilitado para posesionarse de la vida y la libertad de los 47 millones de argentinos" y que "en solo un par de meses ha cometido atrocidades que jamás habíamos vivido". El daño, juzgaron, "alcanza a toda la población, pero a los jubilados los quiere hacer desaparecer".
Y además equipararon a Milei con Mauricio Macri, quien "ya nos había arrebatado parte de la vida". Y también condenaron duramente a Alberto Fernández, quien "legalizó el saqueo y el endeudamiento" y "violentamente dio la espalda a sus votantes y traicionó a quienes lo designaron y acompañaron en el gobierno".
En ese contexto y con igual dureza, la entidad de jubilados reclamó, "una vez más, un esfuerzo por la Unidad Nacional, frente al decidido intento visible de disolución nacional". Juzgaron que "tanto en el infame DNU 70, cuanto en la ley ómnibus, todo es ilegal e ilegítimo y violatorio del artículo 29 de la Constitución Nacional". Por lo que para ellos "el presidente y todos los integrantes de LLA y el PRO llevan ya la marca indeleble de infames traidores a la Patria”. Y concluyeron que "condenados a muerte por esta combinación maléfica, que nos sojuzga, sepa el pueblo todo que los jubilados, como los añosos árboles, moriremos de pie".
En general ese mismo tono dramático imperó –en forma de arrepentimientos y furias– en diversos sectores. Un veterano periodista, Enrique Juan Box, posteó: "Los nuestros callaron cobardemente, y el que calla, otorga. Ayer en el Congreso hubo consentimiento tácito a todos los insultos, amenazas y burradas de Milei".
Consecuentemente, y en pleno desguace de la Inspección General de Justicia (que depende del Ministerio de idem) la gestión mileísta procuró de entrada evitar que las empresas sean objeto de control en su funcionamiento, y para lograrlo derogan normas dictadas durante la gestión anterior a cargo del jurista Ricardo Nissen. Entre ellas la resolución que permitía fiscalizar la compra de inmuebles realizada por Sociedades Anónimas Simplificadas. Y también liberaron a falsas sociedades extranjeras de obligaciones que cuestionaban los grandes estudios jurídicos. Y por si fuera poco, el 6 de febrero se elevó el monto mínimo de las sociedades sujetas a control permanente: lo pasaron de 50 millones de pesos a 2.500 millones, lo que significa que ya no habrá sociedades a controlar.
Esta columna entiende, como muchísimos lectores de este diario, que en la Argentina hay un enorme problema moral y que nada garantiza que cualquier funcionario, incluso muchos que vienen "de abajo", no acabe siendo un corrupto más. ¿Quién no tiene amigos, compañeros o conocidos que en el funcionariado acabaron corrompidos? No es original la impresión de este columnista en el sentido de que muchas personas en quienes confiamos y hasta militamos políticamente juntos, de pronto un día las encontramos enriqueciéndose o en niveles sociales obviamente superiores a su origen, o sea que no "hicieron fortunas trabajando" y otros etcéteras que la ciudadanía conoce y deplora.
Es obvio, por las votaciones en el Congreso desde diciembre hasta ahora, que todo esto ya parece estar sucediendo una vez más. Basta ver lo que votan, o impiden, muchos congresales. Y aunque asegurarlo puede parecer osado, lo que se vota no suele dar para pensar en ovejitas inocentes. Por eso repugnan ciertos votos de senadores y diputados.
Y también ya imperan extorsiones. Por ejemplo cuando Milei le dice a los gobernadores que "si pretenden un alivio fiscal antes del "Pacto de Mayo" le tienen que aprobar la Ley Ómnibus. Ley que ya fue rechazada porque incluye la suma del poder público, por lo que replantearla es extorsión. Y así siguiendo.
En la excelente nota de María Cafferata, ayer en este diario, quedó claro que
poco antes del discurso de Milei en la Asamblea Legislativa, su ministro Guillermo Francos anunció un "Pacto del 25 de Mayo" al que al toque se prendieron muchos gobernadores, incluso el que resultó engañoso díscolo: el chubutense Nacho Torres. Muy cocoritos contra el presidente por unas horas, rápidamente volvieron a ser "oficialistas" después que él los insultó y amenazó con intervenir provincias y recortarles fondos. Para enseguida aquietar la rebelioncita llamando a una mesa de negociación donde una docena hocicó sin ponerse colorados, con la digna excepción del pampeano Sergio Ziliotto (La Pampa) quien arguyó lo natural y lógico: los acuerdos no se imponen; se logran por consenso.
A todo esto el peronismo (o lo que ahora se llama Unión por la Patria) parece seguir en modo pasivo, sin conjeturar siquiera de qué manera una vez más Milei los va a pasar al cuarto. Con la asistencia de Macri, seguro, siempre pronto para meter púas entre gobernadores y dirigentes, sobre todo si corruptos o cipayos, que son lo mismo y así de abundantes.
Lo cierto es que las protestas siguen creciendo, como también los preparativos autoritarios, por llamar de modo suave a esa infame remilitarización de la política que acelera la regorilización de unas Fuerzas Armadas que acataron durante 40 años la Constitución y bancaron, a gusto o no, políticas democráticas de DDHH.
Habrá que ver ahora al peronismo en estos nuevos campos de batalla, con sus diversas dirigencias, algunas oblicuas, y con sus devociones acríticas y meramente seguidistas, que todo es menester decirlo. Y también se verá a cierto sindicalismo que tendrá papel principal, como siempre, pero que nada hace pensar que de la noche a la mañana va a proceder con la dignidad, equilibrio y patriotismo que –duele decirlo– no tuvieron como línea pareja de comportamiento durante las últimas décadas.
Así las cosas, es muy probable que continúe nomás el brutal ajuste por sobre todas las protestas, y con el mileísmo sabedor de que serán neutralizadas, cualesquiera sean y sin importarle un pito el desastre social.
Por todo eso no se ve perspectiva diferente en los escenarios conocidos y architrajinados, con dirigencias de pocos méritos y demasiadas mañas. Ante el país degradado como está hoy y todo indica que más cuesta abajo, las ilusiones son y serán sólo eso: ilusiones. Y encima pequeñas, humildes, pobrecitas.
Por eso ya es tiempo de cambios radicales. No de la UCR pero sí incluyendo a sus pocos, mejores y más dignos cuadros yrigoyenistas y alfonsinistas, que todavía quedan. Y cambios también sociales en el sentido de sus mejores tradiciones. Y sobre todo el gran cambio que necesita con urgencia esa gran masa del pueblo que se identifica como peronista y que siempre cantó estar dispuesta a dar la vida por Perón. Bueno, ahora que Perón no está y es sólo recuerdo y guía, bueno será que se cambien horizontes y rumbos: no más capillas sacrosantas ni dirigencias "esclarecidas" pero sobre todo negociadoras. No más hacer la venia y responder a todo que sí.
Y de una vez encarrerar al peronismo hacia la Patria Justa, Libre y Soberana pero sin cuentos, sin retóricas mentirosas, sin guiñar ojos. Nunca más. Y así empezar cuanto antes la revolución moral que es urgente y que el peronismo jamás ha concretado.
O sea con los ojos puestos en marzo y en mayo, y en junio y julio, y en un próximo 17 de octubre verdaderamente patriótico y firme, innegociable e inclaudicable, honrado y decente hasta la exageración, si cupiera. Un peronismo, para decirlo sencillito, como de pópolo basso, o sea de laburantes. Y no más –nunca más– el de los dizque peronistas negociadores que guiñan ojos, ni el de los designados a dedo, ni el de los que siempre negocian para retardar, para frenar, para salvar ropitas propias mientras dejan al pueblo en pelotas y con bronca y junando.