En esta oportunidad permitimos que el poder neoliberal derechista se establezca por elecciones, esto es, seduciendo a gran parte de la población. Es hora de la autocrítica.
El miedo no fue más fuerte, la crisis económica que no pudo campear este gobierno, como también la crisis de representatividad del Movimiento Nacional, no pudieron con la ultraderecha que ganó la elección presidencial con más de 11 % de los votos. Triunfo inapelable que no nos extrañaba hace unos meses cuando ya veíamos que la situación política, por una parte, con la indefinición del candidato que terminó puesto por un acuerdo inter pares donde el pueblo fue un convidado expectante y la situación económica por otra, hacían casi imposible el triunfo del oficialismo. Nos preguntábamos en ese entonces ¿a quién se le ocurre poner de candidato al ministro de economía con 140% de inflación? El pueblo pasó factura diez años de recesión económica, con inflación, con secuelas sociales catastróficas. Tal vez la mayor responsabilidad la tenga el anterior gobierno Macrista, pero la factura siempre la paga el que gobierna.
En el intermedio y hasta el día de las elecciones el entusiasmo nos ganó, de ultima somos militantes y siempre alumbramos la esperanza. Sin quitarle mérito al propio Massa, que nobleza obliga, puso todo hizo un esfuerzo titánico, gobernando y de campaña, acomodó su discurso de tal manera que pudo unificar a toda la dirigencia política del Peronismo, o casi toda. Repetía frases de Perón, llamaba a la unidad nacional, establecía contacto directo con los votantes, en barrios, fábricas, escuelas, hospitales.
Resulta fácil ahora -como se dice con el diario del lunes- hacer un análisis, parece un reclamo tardío si no lo hubieras dicho antes. Veamos nuevamente, y esta vez entrando brevemente en la faz económica, que es la más sensible y seguramente la que más votos le originó a la derecha, en ese ámbito es como que el miedo se dio vuelta, había más temor a seguir como estamos que a procurar un cambio de rumbo ¿total que tengo que perder si nada tengo?, pensamiento que no nos puede parecer extraño en todo aquel que está bajo una economía informal. Y los formales, esos que tienen un trabajo remunerado, qué entusiasmo le produce hablarles sin mayores explicaciones de salud pública cuando tienen una prepaga o escuela pública cuando mandan sus hijos a escuelas privadas. Recuerdo que, en una reunión política en una unidad básica, un compañero trataba de explicar la necesidad de que Aerolíneas quede en manos del Estado y una compañera comentó que ella no conocía el aeropuerto, mucho menos soñaba con subir a un avión, que su problema era el agua potable y el colectivo que no entraba a su barrio.
La discusión que debía darse y no de ahora sino desde hace años (la inmediatez no sirve), es la ideológica, explicar por qué son estratégicas la educación, la salud y las principales empresas de servicios en manos del estado. Que no es un tema solamente económico, que hace al formato de nación que nos planteamos, a la cultura, a la soberanía. Tememos a la dictadura porque para implantar su plan económico e instalar su sistema político necesitó “eliminar” (en el sentido de asesinar, desaparecer, doblegar) a la resistencia. Instaurar el sistema necesitaba de la violencia. En esta oportunidad permitimos que el poder neoliberal derechista se establezca por elecciones, esto es, seduciendo a gran parte de la población.
Hay muchos trabajadores informales sin servicios sociales que están convencidos que son empresarios, lograron convencerlos de que si fracasan es por su culpa, que no es problema de la sociedad. Cada persona, piensa y ejecuta ahora el sistema, se somete a sí misma y su dependencia al Estado neoliberal es absoluta. Del dócil que quería la dictadura al dependiente actual. Y lo más grave es que se suman cantando, no se es consciente del sometimiento.
¿Qué opusimos al avance de discurso de la derecha? poco y nada, construimos una cultura “progre” a medida de la clase media porteña que no nos votó nunca. De la política nos olvidamos desde la muerte de Néstor. De ahí en adelante nos manejamos sin conducción política. Cristina fue una gran estadista, pero su legado gubernamental no pudo inscribirse electoralmente. El instrumento electoral, el Justicialismo, fue invisibilizado y prácticamente no existió, fue opacado desde el gobierno favoreciendo parcialidades que trataron de acumular poder económico y político para soportar la eventual derrota.
Se dijo que Macri era un “inservible” hoy no le vamos a levantar el precio, pero si reconocer que el “haragán” fue el gran ganador. Que Milei es un peligro para la democracia también es cierto, lo que debemos hacer es completar la idea: Milei es la consecuencia, no es causa. Su voto atravesó la sociedad argentina, ricos y pobres, jóvenes y viejos.
Las y los cumpas deben hacer la autocrítica, pero no para decir la próxima lo hago bien sino para dar paso a otros que “funcionen”, así como los triunfos tienen sus premios las derrotas deben tener sus castigos.
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