Como cada fin de semana, los motoqueros y seguidores de la movida tropical volvieron a atacar. Esta vez por veredas y peatonales, según se escuchó, donde arrasaron con los vecinos y ocasionales transeúntes, para arrebatar lo que esté a mano: celulares, carteras, botellas, silletas, hasta un helatodo o conservadora de cerveza. El fin es solo hurtar y dañar.
Hace casi un mes CorrientesHoy.com se ocupó del tema, cuando se mencionaba hasta la suposición que está bien que “se diviertan”. Son jóvenes, están alegres. Tienen todo el derecho. Hasta acá “todo bien” con los seguidores de cuanto grupo tropical exista en la ciudad que cada fin de semana, en centenares de motocicletas, subidos en parejas, tres y hasta cuatro personas en un rodado, se transforman en dolor de cabeza para una comunidad que se siente incapacitada de no poder terminar con estas hordas que avisan desde lejos con la prepotencia de sus escapes libres que vienen arrasando con todo.
Casi siempre acompañados por alcohol y violencia. No hay límites para nada, solo están ellos, casi niños, adolescentes, jóvenes y grandes, hombres, mujeres y casi niñas, todos mezclados en un cambalache. Lo demás es la selva.
A todas luces se nota la ausencia total del estado, porque estos avasallamientos en grandes grupos motorizados, se desarrollan especialmente los fines de semana que, para ellos, comienzan los jueves por la noche y terminan en las primeras horas del lunes, siempre y cuando en el medio no se calce con algún feriado largo.
Nunca hay presencia municipal con los inspectores de tránsito, siquiera en operativos coordinados con las fuerzas de seguridad, provincial o federal. De eso ni hablar. Los unos acusan a los otros de no querer colaborar. La joda continúa agradecida.
Esta situación marca el otro costado del enojo de aquellos que están comprendidos, con todo en el marco de la ley: cascos, carné, papeles, documentos de la moto, rodado en condiciones y, por supuesto, conducta vial. Caso contrario el rigor de la ordenanza termina casi siempre con una fuerte multa o, en el peor de los casos, con el vehículo secuestrado.
Duele la sanción pecuniaria. Está bien. Si hubo infracción. Pero más duele la distracción municipal y policial, cuando directamente no controlan a los “seguidores” de esta movida totalmente degenerada.
Algo que no es nuevo y que tuvo sus orígenes hace más de diez años, cuando se los utilizaba para la movilización política de un candidato a intendente y hasta de un gobernador.
Es lógico. Favor con favor se paga. Primero acompañan en la campaña política y después libre albedrío para arrasar los barrios de la ciudad.
Nadie quiere asumir el costo político de ponerle punto final a los motoqueros correntinos. Al contrario, se le creó festivales a domicilio, llevando –por ejemplo- la cumbia a sus barrios o zonas preferidas.
Así estamos, en medio de una ley que rompe el apotegma: Ley pareja no es rigurosa. Por lo menos para los seguidores, que siguen atropellando a toda la sociedad correntina. Nunca, nadie, le pondrá el cascabel al gato.