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Misa con tono espectacular en el mítico Madison Square Garden

Pareció un espectáculo con todos los detalles impactantes. Miles de personas hicieron cola varias horas para entrar.
Por las características podía pensarse que se trataba de la presentación de una gran estrella de la canción. Es que la cola para entrar al Madison Square Garden era de 20 cuadras. Y se había formado bastante antes porque la gente fue con mucha anticipación para obtener un buen lugar. Las gigantografías con la imagen de la “estrella” acompañaban la espera. Mientras muchos se entretenían con el merchandising: banderitas con su cara impresa, botellitas recargables con su rostro en relieve, muñequitos con su figura … Pero no. No era una gran estrella de la canción, sino el Papa Francisco, convertido en una fascinante figura para muchos norteamericanos, católicos y no católicos.

Eso sí: más allá de la anticipación con la que fueron, los fans de Francisco debieron armarse de paciencia por la demora que implicaron los controles de seguridad. Crease o no, las 25 mil personas que llenaron el mítico estadio fueron requisadas. Es bien sabido, después del atentado a las Torres Gemelas, la seguridad es aquí un imperativo y la visita del Papa a EE.UU. había encendido todas las alertas en tiempos de fanatismo con pátina religiosa que estremece al mundo. Pero nadie pareció quejarse. Además, el tiempo tan agradable de esta época del año en esta ciudad hace cualquier espera más llevadera.

No iban a un show, pero fueron en parte a un show. Porque dos horas antes de la llegada del Papa para la celebración de la misa, renombrados cantantes con excelentes coros y orquestas deleitaron a todos. Allí estuvieron sobre un espectacular escenario Gloria Estefan, Jennifer Hudson -ganadora de un premio Oscar y de un Grammy- y Hary Connick jr, entre otros. Stefan cantó “Más allá”; Hudson, el Aleluya y Connick ``How Great Thou Art’’. El actor Martin Sheen fue el anfitrión de la ceremonia, producida eficazmente por la arquidiócesis de Nueva York, que se abrió con una presentación de un coro católico de la Iglesia de San Carlos Borromeo en Harlem.

En un momento un obispo subió al escenario y brindó una breve historia de los papados que incluyó datos tales como señaló que había “23 Juanes, 12 Píos, 14 Clementes, pero un Pedro y un Francisco’’, lo que causó un fuerte vitoreo. Todo, ciertamente, contó con la parafernalia electrónica de los tiempos que corren para un país como los EE. UU.: pantallas gigantes de alta definición, un sonido de altísima fidelidad y una iluminación cuidada que completaron los elementos para que la vigilia fuera vibrante.

Finalmente, se produjo el arribo del Papa en un pequeño auto en medio de la ovación de los fieles, el destello de los flashes de los celulares y una música estremecedora. Paralelamente, como en los mejores teatros que van cambiando la escenografía, el escenario mutó en un sobrio altar blanco y los cantantes y músicos fueron reemplazados por cientos de obispos y sacerdotes vestidos de blanco. De a poco, además, los fieles se fueron poniendo en clima espiritual para la misa que iba a presidir el Papa. La música mutó de estilo: pasó a ser religiosa, pero sin perder la calidad de las interpretaciones previas.

El idioma de la celebración fue un mix: parte en inglés y parte en castellano. Pero Francisco pronunció la homilía en castellano. En esa ocasión, se refirió a las riquezas culturales de las grandes ciudades como Nueva York, pero también señaló que “esconden el rostro de tantos que parecen no tener ciudadanía o ser ciudadanos de segunda categoría. En las grandes ciudades, bajo el ruido del tránsito, bajo el ‘ritmo del cambio’, quedan silenciados tantos rostros por no tener ‘derecho’ a ciudadanía, no tener derecho a ser parte de la ciudad, quedando al borde de nuestras calles, en nuestras veredas, en un anonimato ensordecedor”.

Con todo, Francisco dijo que “Jesús sigue caminando en nuestras calles, mezclándose vitalmente con su pueblo”, lo que disparó una ovación. Como también cuando llegó el momento de la bendición final y su despedida. (Clarín)

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