Mons. Castagna: 'Cristo vivo multiplica los signos asombrosos de su presencia'
"Es el día festivo de la Divina Misericordia. La relación con la Pascua ofrece la perspectiva del amor infinito de Dios ? en Cristo - por la toda la humanidad", sostuvo el arzobispo emérito.
Sugerencia para la homilía de monseñor Castagna
Monseñor Domingo Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, aseguró que "Cristo vivo, en la historia, multiplica los signos asombrosos de su presencia". "Es el día festivo de la Divina Misericordia. La relación con la Pascua ofrece la perspectiva del amor infinito de Dios ? en Cristo - por la toda la humanidad", sostuvo.
"Por cada uno de nosotros, aunque, irresponsablemente, nos hayamos distanciado de Él. Él no se aleja nunca de nosotros, aunque hayamos dejado de pensar en Él; no ha dejado de pensar en cada uno de nosotros como el padre de la parábola del hijo pródigo", profundizó.
El arzobispo afirmó que "este pensamiento es el gran motivador de nuestro doloroso regreso a sus brazos de Padre".
Texto de la sugerencia
1.- Un curso acelerado de fe. Es admirable que Jesús condescienda con sus discípulos en las diversas apariciones que suceden a su Resurrección. Emprende un curso acelerado de fe con quienes, en lo sucesivo, deben enseñar a creer a los otros. Tomás es el prototipo para quienes deben aprender a creer. Los sentidos nos conectan con la realidad visible; la fe, en cambio, con la invisible. La Carta a los hebreos lo explicita: "Ahora bien, la fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven". "Por la fe, comprendemos que la Palabra de Dios formó el mundo, de manera que lo visible proviene de lo invisible". (Hebreos 11, 1-3) Lo consistente es lo invisible, lo visible, en cambio, adolece de consistencia y pronto cambia hasta desaparecer. Nuestros sentidos, sometidos al tiempo y al espacio, nos hablan de transitoriedad y desaparición. Es preciso que no tengamos miedo a la cercanía de nuestro inexorable paso a la eternidad. Al contrario, debemos ilusionarnos con él. Jesús nos guía por el camino que Él recorrió antes que nosotros. El panorama que ofrece el más allá, es preciso e inconfundible. El mundo nos rodea con su manto de oscuridad, o de indiferencia, "al estar nosotros pisando los umbrales de la eternidad". La gente se muere, grandes y pequeños, prestigiosos y desconocidos. Es imprescindible prepararse: pobres de corazón y viviendo en el amor a Dios. El Padre hace santos a los humildes y los destina a permanecer eternamente a su derecha. Sólo los humildes tienen la capacidad de amar a Dios y permanecer en Él. Causa desasosiego y tristeza la muerte de personas destacadas por sus valores intelectuales pero sin referencia personal a Dios. El Padre crea nuevos caminos, para la amistad con Él, que desafían a los más alejados. Es la soberbia el impedimento que interfiere en la posibilidad de salvación. El soberbio, si no se humilla, se pierde inevitablemente. El demonio es un engreído que no acepta caer de rodillas ante el Creador y Padre. No es el pecado, a no ser contra el Espíritu Santo, el que determina la condenación eterna, sino el rechazo a humillarse hasta el arrepentimiento. La parábola del fariseo y del publicano, con sus diferentes actitudes ante Dios, ilustra esta conmovedora y consoladora verdad.
2.- La sustancia de su misión es el perdón. Jesús se revela a los discípulos más próximos y, por ello, ya resucitado, multiplica sus apariciones. De esa manera afianza los cimientos de la Iglesia, mediante un acuerdo con sus Apóstoles: "Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". (Juan 20, 21) De inmediato les transmite el Espíritu Santo, recordándoles que la sustancia de su misión es el perdón de los pecados. La escena con Tomás pone de relieve la importancia de la fe. La palabra apostólica está destinada a suscitar la fe, mediante la cual se hace efectiva la reconciliación con el Padre y con todos los hombres. Tomas aprende a creer, porque tendrá que enseñar a creer. Los grandes maestros han sido grandes aprendices. La lección dolorosa de Tomás Apóstol obtiene un relieve particular en la actual situación del mundo. Hoy también, los actuales incrédulos, confesos o no, necesitan recorrer el humilde sendero de Tomás. Es preciso pasar del engreimiento, de quienes pretenden racionalizarlo todo (hasta desconfiar de los testigos auténticos del Misterio) al que deben adherirse si desean salvarse. La jaculatoria que formula Tomás, constituye la mejor expresión del Apóstol convertido en creyente: "¡Señor mío y Dios mío! " Los actuales sucesores de los Apóstoles, con Pedro a la cabeza, desempeñan la misión de ser testigos acreditados de Cristo resucitado: "Si, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna". (Juan 3. 16) En la fe - en Cristo - se va la vida. La incredulidad es síntoma innegable de muerte. Causa estremecimiento la cerrazón de muchos hombres y mujeres a toda expresión de fe. La incredulidad práctica es más dañina que el ateísmo dialéctico de algunos intelectuales destacados. Hay "creyentes" que viven como si no lo fueran. Si la fe no llega a las obras está muerta, afirma Santiago. ¡Cuánta fe muerta predomina entre muchos auto profesados católicos o creyentes! Es preciso reavivar la fe, que ha sido infundida, en cada cristiano, mediante el Sacramento del Bautismo. Toda una desafiante tarea que la Iglesia debe ejecutar. Todo momento es propicio, pero la Iglesia, mediante el Año Litúrgico - y sus principales celebraciones - favorece la superación de la fragilidad que a veces nos agobia. Habrá que poner todos los medios disponibles al servicio de la concientización del pueblo cristiano.
3.- Es y será nuestra Pascua. La Pascua, ciertamente la cúspide de todas las Fiestas cristianas, pone a los fieles en el cauce que conduce a la derecha del Padre. Es allí donde se produce la plenitud de todos los bienes prometidos y esperados. No sé si está bien decir, refiriéndola a quienes ya están en la eternidad, como si hubieran obtenido - con la muerte - SU Pascua. Participan de la Pascua de Cristo, destinados a la misma resurrección de su Señor. Nuestra Pascua es la de Cristo, que nos abraza e impregna. Si con Él hemos participado de su Muerte redentora, participaremos de su gloriosa Resurrección. Nos deseamos esa Pascua cuando ofrecemos el saludo: ¡Felices Pascuas de Resurrección! La fe nos permite entender el pleno sentido de la Pascua. No hacemos, de nuestras Fiestas familiares y amicales, una verdadera Pascua, si no logramos alcanzar su Aleluya jubiloso. Para ello, han sido necesarios los cuatro domingos de Cuaresma y la Semana Santa. La insistencia de la Liturgia de la Iglesia, en celebrar estas conmovedoras jornadas, responde a ese propósito. La Octava y Todo el tiempo pascual constituyen la ocasión providencial para lograrlo. Hoy es una de esas instancias: segundo domingo de Pascua. Es conveniente que aprovechemos los textos bíblicos y las prácticas devocionales propuestas en ellos. Los Pastores de la Iglesia lo discernirán, con una absoluta sujeción a la Palabra de la que son ministros. San Pablo tiene una lúcida conciencia de ello, al ponerse al servicio de quienes creen en Cristo: "Los hombres deben considerarnos simplemente como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se pide a un administrador (ministro sagrado) es que sea fiel" (1 Corintios 4, 1-2) Que sea fiel a la Palabra (a Cristo) que debe administrar a quienes la desean sinceramente. El Evangelio es un llamado a bien usar la libertad - saneada por la gracia - en la elección a sus valores. Nadie está obligado, en virtud del don de la libertad, pero todos son - por ser libres ? responsables de escoger el bien y rechazar el mal. El tema de la libre y responsable elección es un tema crucial, que ha sido ampliamente tratado por los Padres de la Iglesia, como San Agustín, y muy destacados teólogos. Es muy difícil su aplicación cuando el fanatismo religioso y las políticas discriminatorias, se han empoderado de personas y administraciones de gobierno, de conocida repercusión en Latinoamérica y en todo el mundo.
4.- La Divina Misericordia. La conclusión de este texto evangélico es aplicable a nuestra conflictiva situación: "Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos?..para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre". (Juan 20, 30-31) Cristo vivo, en la historia, multiplica los signos asombrosos de su presencia. Es el día festivo de la DIVINA MISERICORDIA. La relación con la Pascua ofrece la perspectiva del amor infinito de Dios ? en Cristo - por la toda la humanidad. Por cada uno de nosotros aunque, irresponsablemente, nos hayamos distanciado de Él. Él no se aleja nunca de nosotros, aunque hayamos dejado de pensar en Él; no ha dejado de pensar en cada uno de nosotros como el padre de la parábola del hijo pródigo. Este pensamiento es el gran motivador de nuestro doloroso regreso a sus brazos de Padre.+