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Mons. Castagna: "Dar ejemplo de coherencia de la fe que se profesa"

"Escandaliza la incoherencia. Se constituye en antitestimonio, que desacredita el contenido evangélico de la predicación", advirtió el arzobispo emérito de Corrientes.

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Castagna, consideró que “los cristianos deben dar ejemplo de coherencia cuando se trata de la fe que profesan”.



“Escandaliza la incoherencia. Se constituye en antitestimonio, que desacredita el contenido evangélico de la predicación”, advirtió en sus sugerencias para la homilía dominical.



“No llega el Evangelio sin el respaldo de la santidad de quienes lo exponen”, sostuvo.



El prelado afirmó que “el mundo escucha, con un silencio respetuoso, a quienes le ofrecen la Palabra mostrándola realizada en sus propias vidas”.



“Los santos pastores y santos catequistas garantizan la transparencia requerida para que el ministerio a ellos confiado logre la eficacia de gracia que el mundo necesita. Se debiera insistir sobre esta condición para la evangelización”, aseveró.



Texto de las sugerencias


1. Los dos hijos y la obediencia al Padre. Jesús deja de manifiesto, en el relato de esta parábola, que el compromiso personal es más importante que las buenas palabras. ¡Qué distantes los dos hijos! Ambos configuran modelos contrarios. Uno se niega a obedecer y obedece, el otro promete obedecer y desobedece. La pregunta del Señor pone a prueba a sus discípulos: “¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre? “El primero, le respondieron”. (Mateo 21, 31) No son las palabras, en apariencia correctas, las que valen, sino la obediencia, aún precedida por una negativa impertinente. Así lo relata la parábola. De ella se extrae la enseñanza de Jesús sobre el valor de la obediencia a la voluntad del Padre, al relacionar la vida de quienes, por el misterio de la fe, se comprometen con ella. Es entonces cuando se producen las mayores contradicciones. Muchos creyentes - fieles y Pastores - presentan un panorama negativo en el momento de la verdad.



2. Coherencia entre la fe y la vida. Es este un momento de la historia que reclama coherencia entre lo que se cree y lo que se vive. En otras oportunidades hemos recordado la significativa expresión de San Juan Pablo II: “El mundo actual reclama de los cristianos el testimonio de la santidad”. (Año 2001) Es decir: “coherencia entre fe y vida”. La parábola de los dos hijos constituye un mensaje de actualísima importancia. Nos aproximamos a las elecciones y escuchamos, hasta el hartazgo, discursos autorreferenciales, en los que se promete superar la grieta y resolver los más graves y angustiosos males que padece hoy la sociedad. Los aspirantes a gobernar, algunos con firme posibilidad de logarlo, debieran adoptar, como norma fundamental, la coherencia entre lo que exponen en sus plataformas y su cumplimiento. Ello incluye la fiel ejecución de la verdad, y la expulsión definitiva de la mentira y del engaño. El pueblo está cansado de los ensayos, a los que hasta hoy se lo sometió. En otras ocasiones hemos repetido que, en el hoy de la Patria, es imprescindible que se privilegie la virtud a la habilidad política. En la oración oficial del Décimo Congreso Eucarístico Nacional, celebrado en Corrientes, suplicábamos la aparición de dirigentes “capaces y virtuosos”.



3. Una imagen desencarnada de la realidad. Los cristianos deben dar ejemplo de coherencia cuando se trata de la fe que profesan. Escandaliza la incoherencia. Se constituye en anti testimonio, que desacredita el contenido evangélico de la predicación. No llega el Evangelio sin el respaldo de la santidad de quienes lo exponen. El mundo escucha, con un silencio respetuoso, a quienes le ofrecen la Palabra mostrándola realizada en sus propias vidas. Los santos Pastores y santos catequistas garantizan la transparencia requerida para que el ministerio a ellos confiado logre la eficacia de gracia que el mundo necesita. Se debiera insistir sobre esta condición para la evangelización. San Pablo VI se refiere al mismo tema en su Encíclica “Evangelii Nuntiandi”. La siguiente parábola constituye una imagen desencarnada de la realidad del Pueblo de Israel y de todo el mundo. Cristo enfrenta, por puro amor, una muerte despiadada. Así se produjo la Redención, hasta convertir a los viñadores irresponsables y asesinos, en nuevas criaturas, capaces de administrar como corresponde la Viña del Señor (la propia vida).



4. El mandato misionero y el aprendizaje de Pedro. La misión de evangelizar al mundo incluye una atención constante a quienes han recibido, el día de la Ascensión, el primer impacto del mandato misionero. Jesús precisa, a la perfección, la misión que confía a su Iglesia. Siempre corremos el riesgo de contagiarnos del mundo. Pedro aprendió a depender del Padre. De esa manera no se equivocará y transmitirá con fidelidad lo que recibe del Espíritu. El Magisterio, que la Iglesia pone al servicio de la Verdad, no depende de la habilidad intelectual de quienes lo ejercen oficialmente. Pedro aprendió a reemplazar su entusiasmo temperamental por el amor a su Maestro.+

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