"La Iglesia nos ofrece una nueva oportunidad, quizás la última, de sumergirnos en los secretos de gracia que en este Adviento se ofrece en abundancia", destacó el arzobispo emérito de Corrientes.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Castagna, recordó que Adviento “es la ocasión de despertar del sopor y poner en orden la vida, ajustándola a los Misterios de la fe”.
“La Iglesia nos ofrece una nueva oportunidad, quizás la última, de sumergirnos en los secretos de gracia que en este Adviento se ofrece en abundancia”, destacó en su sugerencia para la homilía.
“La atención a la Palabra, que se anuncia durante este tiempo fuerte, desemboca en la conversión. La exhortación a estar preparados, se refiere a disponerse a la escucha de la Palabra y a obedecerla, más allá de las asambleas litúrgicas”, detalló.
El arzobispo subrayó: “Lo que celebramos está al servicio de lo que vivimos. De otra manera son inútiles las suntuosas celebraciones, caracterizadas por la solemnidad y las más bellas interpretaciones corales”.
“Debemos reformular nuestras metas pastorales. El mundo no necesita ser deslumbrado por prestigiosos oradores sino ser llamado a la conversión por la Palabra anunciada y celebrada por la Iglesia”, aseveró.
Texto de la sugerencia
1.- Adviento 2023-2024. Iniciamos el nuevo año litúrgico reproduciendo los términos de la exhortación de Jesús a sus discípulos: permanecer alertas, y no desatender las propias responsabilidades. La vida es una tarea a cumplir. Dios es el dueño de ese espacio, y pide cuentas a los beneficiados de la tarea encomendada. Tiempo fuerte, propicio y muy oportuno para renovar nuestro espíritu en contacto con los principales Misterios de la fe. Adviento nos prepara para el primero de ellos. Sus protagonistas aparecen en la Sagrada Escritura para confirmar que la Navidad es un acontecimiento divino, que abarca la vida e impulsa a creer. De esa manera, se entiende la práctica religiosa, como una vivencia de la fe, o en otro término, como búsqueda de coherencia entre la fe y la vida. Las expresiones de Jesús son claras: “No todo el que me diga: ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad del Padre del cielo”. (Mateo 7, 21) La incoherencia es una versión del fariseísmo. Sabemos cómo reacciona Jesús ante el comportamiento farisaico de sus contemporáneos. ¿No lo haría hoy con nosotros?
2.- Ocasión para ajustar la vida a la fe. Adviento es la ocasión de despertar del sopor y poner en orden la vida, ajustándola a los Misterios de la fe. La Iglesia nos ofrece una nueva oportunidad, quizás la última, de sumergirnos en los secretos de gracia que en este Adviento se ofrece en abundancia. La atención a la Palabra, que se anuncia durante este tiempo fuerte, desemboca en la conversión. La exhortación a estar preparados, se refiere a disponerse a la escucha de la Palabra y a obedecerla, más allá de las asambleas litúrgicas. Lo que celebramos está al servicio de lo que vivimos. De otra manera son inútiles las suntuosas celebraciones, caracterizadas por la solemnidad y las más bellas interpretaciones corales. La predicación de Jesús, como lo había sido la del Bautista y, luego, la de los Apóstoles, no pretende otra cosa que la conversión de las personas: “Jesús se dirigió a Galilea a proclamar la Buena Noticia de Dios diciendo: “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios: arrepiéntanse y crean en la Buena Nueva”. (Marcos 1, 14-15) Debemos reformular nuestras metas pastorales. El mundo no necesita ser deslumbrado por prestigiosos oradores sino ser llamado a la conversión por la Palabra anunciada y celebrada por la Iglesia.
3.- La misión apostólica de la predicación. Así lo entiende Jesús, y no se desprende de esa práctica. Los Doce y San Pablo concentran su actividad en la oración, particularmente en la fracción del Pan, y en la predicación: “No es justo que nosotros descuidemos la Palabra de Dios para servir a la mesa”. (Hechos 6, 2) Es preciso que dejen de pretender “hacerlo todo” para dedicarse a lo principal de su ministerio. Sin un claro anuncio de Cristo, “por la locura de la predicación”, los hombres no obtendrán la salvación. ¡Qué bien lo expresa San Pablo!: “Dios quiso salvar a los que creen por la locura de la predicación”. (1 Corintios 1, 21) A causa del menosprecio del mundo, el Apóstol califica a la humilde predicación apostólica como “locura”. Precisamente en esa contradicción terminológica está la explicación de lo que el Apóstol presenta como la Verdad Revelada. Dios elige lo que no vale, conforme a los parámetros del mundo, para revelar lo único necesario. En busca de la verdad, el mundo manifiesta su incapacidad para llegar a ella y aplicarla en sus diversas expresiones socio-culturales. Necesita, para ello, adoptar la humilde ingenuidad del lenguaje angélico. El Adviento nos ofrece la oportunidad de aprender ese lenguaje y acceder a la Verdad.
4.- Los santos protagonistas de la Navidad. Es preciso, al iniciar el Adviento, que nos dispongamos a reconocer a los personajes bíblicos y a sus roles en el Misterio de la Encarnación y de la Navidad: me refiero a la Virgen Madre, al Precursor San Juan Bautista, a San José y a los pastores. Para lograrlo se requiere ser fieles a la Palabra y aceptar su llamado a la conversión. La Iglesia ordena pedagógicamente este tiempo con una Liturgia adecuada. Es conveniente que así la celebremos.+