"El Pan bajado del Cielo puede saciar con creces a la humanidad hambrienta de los valores que Dios dispensa a quienes lo buscan", afirmó el arzobispo emérito de Corrientes.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, afirmó que “la multiplicación de los panes, y su ordenada distribución, ofrece un simbolismo muy esclarecedor”.
Salvador Castagna
“La cercanía asombrosa de Dios, en la Encarnación de su Hijo, es lo que el mundo anhela, quizás de manera anónima”.
El prelado indicó que “la misión de los cristianos será despertar la conciencia de sus contemporáneos y prepararlos para el encuentro con Cristo Salvador”, al recordar que “la Iglesia es la comunidad de esos auténticos testigos, y constituye un error presentarla como una institución poderosa, únicamente conformada por sus dirigentes”.
“El Pan bajado del Cielo puede saciar con creces a la humanidad hambrienta de los valores que Dios dispensa a quienes lo buscan”, aseguró.
1.- El Pan para todos. “Pero Jesús les dijo: ‘No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos”. (Mateo 14, 16) Hace diez y seis años celebramos en Corrientes el Décimo Congreso Eucarístico Nacional. ¡Inolvidable! Cuando se trató de identificarlo con un lema me correspondió proponerlo en nombre de esta Arquidiócesis anfitriona. El Señor vino en nuestro auxilio con una sorpresiva inspiración. Se refería al texto de San Mateo que hoy proclamamos: “Denles ustedes de comer”. La multiplicación de los panes y peces constituye el signo que ofrece a Cristo como pan. No se circunscribe a un grupo de seguidores selectos sino a la muchedumbre. El texto evangélico lo expresa de esta manera: “Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños”. (Mateo 14, 21) Es necesario definir quién es Cristo para los hombres. El único alimento – “Pan bajado del Cielo” - con el que Dios sostiene en la existencia a sus hijos, y que define la identidad personal de cada uno. En los foros, que reúnen a grandes intelectuales de la actualidad, está en sombras esta dimensión, expuesta con claridad en el Evangelio.
2.- El amor de Jesús al Padre. El encuentro con el Padre - en soledad - atrae poderosamente a Jesús. Lo observamos dedicar largos tiempos “a estar con Dios” y, para ello, hacerse el tiempo, mucho tiempo, ausentándose de la muchedumbre que lo asedia, hasta de sus más cercanos discípulos. Vino desde el Padre para recuperarle a los hombres, sus hermanos. No importa la distancia causada por el pecado. En esta escena observamos que está dispuesto a renunciar a lo más caro de su corazón, con el fin de cumplir su misión. Su intención de estar con su Padre es interferida por una muchedumbre que lo busca con ansiedad. En ella se destacan los enfermos. El corazón humano de Jesús se estremece y lo impulsa a relegar su proyecto inicial: “Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos”. (Mateo 14, 14) De todos modos su tiempo dedicado a estar con el Padre no deja de situarse en primer lugar. Su condición humana necesita, para cumplir su misión de “enviado del Padre”, de esos largos coloquios paternos-filiales, en absoluta soledad. Como es verdadero hombre, se considera - como tal - subordinado al Padre y urgido a obedecerle. Recordemos el incidente de su demora en Jerusalén, mientras María y José lo buscan angustiosamente: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debía ocuparme de los asuntos de mi Padre?” (Lucas 2, 49) Como Hijo de Dios, en el seno trinitario, es igual al Padre y al Espíritu, coeterno con ellos.
3.- El verdadero Pan del Cielo. La Eucaristía es memoria y actualización del sacrificio redentor y, en el espacio de la Cena Pascual, verdadero Pan del Cielo que alimenta la vida santa de los cristianos. De su ingestión procede la Vida: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”. (Juan 6, 51) Es ofrecido a la “muchedumbre” de sus seguidores, indicando así el carácter universal de su destino. Es urgente que la Noticia Buena sea difundida para que todos, sin excepción, tengan la oportunidad de hacer una opción existencial responsable. Si la noticia no llega, por causa del bloqueo ocasionado por diversos factores sociales y culturales, se requerirá volver a sus auténticos orígenes y ponerlos en vigencia. El principal de ellos es la predicación del Evangelio, como la practicaron los Apóstoles, y - durante los primeros cuatro siglos - los Padres de la Iglesia. La predicación despliega diversas formas, en la amplia actividad pastoral, incluidas la catequesis y la teología. Hoy están auxiliadas por los medios modernos de la comunicación. La visión profética del Papa San Pablo VI los considera necesariamente como útiles instrumentos de evangelización: “La Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos poderosos medios, que la inteligencia humana perfecciona cada vez más”. (EN n° 45)
4.- El Pan celestial que sacia al mundo. La multiplicación de los panes, y su ordenada distribución, ofrece un simbolismo muy esclarecedor. Aquellos seguidores - numerosas familias con sus niños - representan a todos los hombres, atraídos por la persona de Jesús. La cercanía asombrosa de Dios, en la Encarnación de su Hijo, es lo que el mundo anhela, quizás de manera anónima. La misión de los cristianos será despertar la conciencia de sus contemporáneos y prepararlos para el encuentro con Cristo Salvador. La Iglesia es la comunidad de esos auténticos testigos, y constituye un error presentarla como una institución poderosa, únicamente conformada por sus dirigentes. Las líneas finales de este texto abre un panorama espiritual muy sugerente: “Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastos”. (Mateo 14, 20) El Pan bajado del Cielo puede saciar con creces a la humanidad hambrienta de los valores que Dios dispensa a quienes lo buscan.+