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Mons. Castagna: "Es la hora de hacer escuchar la voz de Jesús"

El arzobispo emérito de Corrientes consideró que todos los bautizados tienen esa responsabilidad "ineludible", con el poder de los sacramentos y los carismas que el Espíritu Santo no deja de suscitar.

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Castagna, aseguró que la Iglesia tiene la responsabilidad “ineludible” de hacer escuchar la voz de Jesús: “La Iglesia, integrada por todos los bautizados y sus pastores, con el poder de los sacramentos y de los carismas que el Espíritu Santo no deja de suscitar en ella”, recordó.



El prelado señaló que el texto de san Mateo, que la Liturgia propone para este domingo, concluye con una sentencia impresionante: “Porque muchos son los llamados, pero pocos son elegidos”.



“Nos preguntamos, casi angustiosamente: ¿quiénes son los llamados y quiénes los elegidos? Todos, por el hecho de haber nacido, son los llamados. Por la parábola, intuimos que, de los llamados -o invitados- a participar de la celebración, muy pocos aceptan”, advirtió.



“La elección corresponde a quienes aceptan la invitación y participan activamente del banquete. Al rechazarla, muchos se convierten en ‘no elegidos’”, concluyó.



Texto de la sugerencia


1.- La humildad, virtud de pobres y sabios. Las parábolas nos sorprenden por su estilo simple, de extraordinaria capacidad para revelar a los humildes el misterio del Reino. La mejor disposición para acceder a la Revelación de los Misterios divinos es la humildad. Es la virtud de los sabios y de los santos. Si nadie va al Padre sino por Él, es preciso hacerse pequeño como Él para llegar al Padre (a la Verdad). Este es un lenguaje como el de las parábolas, sólo los pobres de corazón pueden dominarlo. Es así que llegan a comprender a Dios y a encarnar toda la verdad que les inspira. Los santos son los pobres de corazón, verdaderos destinatarios de la divina Revelación. Exclusivamente ellos, así lo enseña el mismo Maestro divino: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños”. (Mateo 11, 25) Una visión, incomprendida por el mundo. No obstante es lo que quiere el Padre: “Si, Padre, porque así lo has querido”. (Mateo 11, 26)



2.- La vida es un banquete de bodas. La vida es un banquete de bodas al que son invitados quienes, por un don inapreciable, son llamados a celebrarlo. Mientras la vida no sea acogida como don no se la apreciará convenientemente. Es lo que ocurre en la actualidad, en un mundo sin conciencia de haber sido redimido por Cristo. Se descuida el don, hasta una ingrata acción destructiva. El escándalo de la legislación del aborto y la manipulación a la que se somete la vida humana, constituye un signo del menosprecio de la invitación, hasta perseguir a quienes - Profetas y Pastores - son los intermediarios de Dios. En otra parábola, recientemente comentada, Jesús proyecta una imagen de la realidad. Estar en la existencia revela que, quienes la recibieron, están llamados a vivir una fiesta de bodas inolvidable, mediante una respuesta inmediata y gozosa. El pecado es el rechazo a la invitación. Sus expresiones son múltiples y configuran un verdadero agravamiento del estado del mundo actual. Cristo vino a salvarlo y, por lo mismo, a reconducirlo al orden original. La Creación es obra de Dios y, el hombre, su criatura perfecta, debe aprender a comportarse como hijo suyo. Cristo, mediante la Encarnación, se hace Hijo del hombre para hacer al hombre hijo de Dios.



3.- Invitados a la vida. Estamos invitados a la vida, banquete servido por el mismo Dios. Es preciso respetar el protocolo, que no responde al antojo de cualquier comensal, o invitado a serlo. No es un don lanzado a la interpretación de quien lo recibe. Es perfecto, como toda obra de Dios, destinado a hacer perfecto a quien lo recibe. Si, por una equivocada decisión, es deformado o manipulado, se destruirá la posibilidad de hacer que la persona humana logre su perfección. Verdad que interesa a todas las personas, creyentes e incrédulas, conforme a la opción filosófica o religiosa que hayan adoptado. El lenguaje simple y directo que Jesús emplea en sus enseñanzas, incluye el propósito de que el más simple lo entienda. En su agradecimiento al Padre, por haberse revelado a los pequeños, manifiesta la condición para captar el Misterio, que los “sabios y prudentes” de este mundo no logran. Es preciso hacerse pequeño para entender a Dios. Y Dios es la Verdad que el mundo necesita para alcanzar su propia verdad. Simplificar y purificar la mente no es tarea fácil. La sociedad está atacada por todos los flancos con infinidad de propuestas impropias, que conducen inevitablemente al error y a la corrupción.



4.- Llamados y elegidos. Es la hora de hacer escuchar la voz de Jesús. La Iglesia tiene esa ineludible responsabilidad. La Iglesia integrada por todos los bautizados y sus Pastores, con el poder de los sacramentos y de los carismas que el Espíritu Santo no deja de suscitar en ella. El texto de San Mateo, que la Liturgia nos propone hoy, concluye con una impresionante sentencia: “Porque muchos son los llamados, pero pocos son elegidos”. (Mateo 22, 14) Nos preguntamos, casi angustiosamente: ¿Quiénes son los llamados y quiénes los elegidos? Todos, por el hecho de haber nacido, son los llamados. Por la parábola, intuimos que, de los llamados - o invitados - a participar de la celebración, muy pocos aceptan. La elección corresponde a quienes aceptan la invitación y participan activamente del banquete. Al rechazarla, muchos se convierten en “no elegidos”.+

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