Fue el llamado del obispo diocesano, monseñor Adolfo Canecin, en ocasión de la celebración de la quinta Jornada Mundial de los Pobres, durante la misa que presidió el domingo en la Iglesia Catedral. En su homilía, el obispo pidió “salir al encuentro de sus necesidades que son graves y urgentes” e invitó a transmitir una “mirada de esperanza en el mundo”, porque “en ellos, está Jesús”.
En esta año, la Jornada se celebró bajo el lema «A los pobres los tienen siempre con ustedes» tomado del Evangelio de San Marcos que como señala el Papa Francisco en su mensaje Jesús pronunció estas palabras en el contexto de una comida en Betania, en casa de un tal Simón, llamado “el leproso”, unos días antes de la Pascua.
Monseñor Adolfo Canecin, en ese contexto, invitó a “dirigir la mirada a Jesucristo”, porque, “El es el pobre por antonomasia”.
“El siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, El no consideró la igualdad que tenía para con Dios sino que se anonadó, se abajo, humilló y se hizo semejante a cada ser humano, excepto en el pecado” destacó el obispo.
“El siendo Dios eligió hacerse hombre pobre, nacer en Belén en una gruta, no tuvo un lugar donde nacer, vivo en Nazareth, morir fuera de la ciudad santa donde morían los malechores” continuo y remarcó que “Jesús al elegir hacerse pobre quiso dejarnos un sacramento”.
Más adelante planteó que “cada ser humano es como un sacramento de Cristo, en particular, el pobre, humilde, sencillo, descartable para el sistema” y en esa línea “Jesús se identificó con cada pobre”.
Relato que encontrándose en un lugar del interior de la Diócesis “me emocione” cuando se acercó una persona quien lo había visitado varias veces cuando estuvo preso “me dijo gracias, porque estuve preso y viniste a visitarme”.
“EL Señor se quiso identificar con cada ser humano –dijo el Obispo- el pobre es sacramento de Cristo” al tiempo que explicó que “si nosotros queremos encontrarnos con Jesús lo podemos encontrar en la Biblia, en su Palabra, en el Santísimo o en los sacramentos y en la liturgia, que es el mismo, que está en cada ser humano pobre”.
Subrayó que los pobres son “incontables e innumerables” en la tierra y, como “fruto de esta pandemia del coronavirus se acrecentó el mundo de los pobres”, y pidió “ver como a nivel personal, comunitario o eclesial podemos organizar la esperanza para salir al encuentro de los pobres”.
“El año pasado, además, se añadió otra plaga que produjo ulteriormente más pobres: la pandemia. Esta sigue tocando a las puertas de millones de personas y, cuando no trae consigo el sufrimiento y la muerte, es de todas maneras portadora de pobreza. Los pobres han aumentado desproporcionadamente y, por desgracia, seguirán aumentando en los próximos meses”, tal lo señalado también por el Papa Francisco en su mensaje para esta jornada.
Monseñor Canecin hizo propio algo que repetía un obispo cercano a los pobres, don Tonino Bello: «No podemos limitarnos a esperar, tenemos que organizar la esperanza»
“Los pobres no solamente son destinatarios de nuestras dádivas, beneficencias o limosnas”, porque “cuando hay beneficencia hay un benefactor que se pone en un lugar superior y un beneficiado que es el que recibe, por eso, tenemos que elegir compartir y no quedarnos en la beneficencia”.
Animo a ponerse de “hermano a hermano”, para que haya “un compartir y brote la fraternidad a la cual estamos todos llamados, porque somos hijos e hijas de Dios”.
“¡Qué lindo es que nos ayudemos a organizar la esperanza!. Organizar la esperanza, traducirla en la vida concreta de cada día, en las relaciones humanas, en el compromiso social y político” subrayó.
“¡Qué lindo sería que se puedan encontrar los pobres y los ricos!” porque “hay una pobreza que tienen los ricos y los pobres los pueden ayudar con la riqueza que ellos tienen siendo pobres. Cuántas cosas nos pueden aportar los pobres como imagen y semejanza de Jesús, como hermanos nuestros que son” advirtió.
El obispo hizo un fuerte llamado a abrir “nuestros corazones” a los pobres e “integrarlos” en los corazones, comunidades y en todas las estructuras pastorales y eclesiales, porque, “ellos mucho tienen para aportar” y necesitan de cada “uno de nosotros para salir al encuentro de sus necesidades que son graves y urgentes que no tenemos que dilatar el salir al encuentro de los hermanos”.
“Seamos capaces de cambiar tanta contaminación, que se da con la indiferencia, el descarte y la discriminación” para que se transforme lo contaminado “en aire puro y en eso despierta la esperanza”.
Planteó que es “urgente comprender a los pobres en el lugar de la historia y de la Iglesia, partiendo de Cristo, que se trasunta en toda realidad de pobreza, a tal punto, que puedo vestir a Cristo al vestir al desnudo, alimentar a Cristo al compartir la comida con el que tiene hambre, visitar a Cristo cuando visitó al que está enfermo o preso”.
Una frase de San Juan de la Cruz, que inspira siempre las homilías del obispo: “En el atardecer de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor”, fue el remarcado al final de su predicación.
“Que el Señor nos regale la gracia de poder pensar etapa del tiempo que vivimos sin miedos ni angustias porque caminamos hacia la plenitud” concluyó.-