"Es preciso que el mundo tenga la oportunidad de un encuentro eficaz con su Salvador, Jesucristo, que la Iglesia conoce y debe hacer conocer a quienes manifiesten deseos de seguirlo", sostuvo.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “la misión de los bautizados es proclamar la soberanía de Cristo, y testimoniar su presencia con la santidad de sus vidas”.
“Es preciso que el mundo tenga la oportunidad de un encuentro eficaz con su Salvador, Jesucristo, que la Iglesia conoce y debe hacer conocer a quienes manifiesten deseos de seguirlo”, sostuvo en su sugerencia para la homilía dominical.
El prelado señaló que “la actividad pastoral se orienta a una presentación auténtica de Cristo, el ‘Señor de la historia’, e invita a la conversión”.
“Los apóstoles así lo hicieron, hasta enfrentar la persecución y la muerte. San Pablo lo afirma con una dramática expresión: ‘Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme, al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! Conocer y hacer conocer a Cristo es la razón de ser de la Iglesia”, concluyó.
Texto de la sugerencia
1.- La Transfiguración de Jesús. Quienes comentan este texto evangélico no dejan de referirse a la intencionalidad del acontecimiento extraordinario de la Transfiguración. La Pasión y Muerte causarán, en la mayoría de sus seguidores, una verdadera desbandada. Pondrán a prueba la fe en la identidad mesiánica de Jesús y ocasionarán la mayor de las desilusiones. El Señor escoge a tres de sus más cercanos discípulos, próximos a constituir las columnas firmes del Colegio Apostólico y de la Iglesia naciente. La experiencia singular de aquellos hombres los pone en condiciones de enfrentar el “escándalo” y superarlo. Al regresar del monte: “Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos”. (Marcos 9, 9) Aún están lejos de entender a Jesús cuando les habla de la resurrección, lo entenderán cuando se enfrenten con el hecho mismo de la Resurrección de su Maestro.
2.- Renovar nuestra fe en Cristo. Jesús no piensa ejercer su poder divino con fines demagógicos; lo que ven aquellos hombres fluye de su naturaleza de Hijo de Dios, oculta en la carne humana, suya desde la Anunciación e inmolada en la Cruz. Identidad divina que otorga valor redentor a su sacrificio. El tiempo de Cuaresma nos ofrece la ocasión de renovar nuestra fe en Cristo, el único Salvador. Estamos transitando caminos muy pedregosos, capaces de lastimar nuestra fe bautismal o impedir que se desarrolle. Es por ello que nuestra sociedad, mayoritariamente bautizada por la Iglesia Católica, se presenta contradiciendo, con mucha frecuencia y de manera escandalosa, la fe profesada en la celebración del Bautismo. ¡Qué poco conocimiento y conciencia poseen muchos padres y padrinos, al acercar a los niños a la pila bautismal! La Iglesia ensaya formas de catequesis que intentan revertir la evidente y grave anomalía. No alcanzan para resolverla y producir cambios que graviten realmente en la vida del pueblo considerado “cristiano”.
3.- El peligro de mundanizar la Iglesia. ¿Qué debemos hacer? Es la primera pregunta que se formula el Pastor ante la situación religiosa anómala que lo desafía. No puede - ni debe - adoptar una estrategia por ser empresarialmente exitosa. Como los pensamientos y caminos de Dios no son los de los hombres, tampoco lo son los que la Iglesia debe adoptar. Las tentaciones con que el demonio quiso poner a prueba a Jesús en el desierto, después de los cuarenta días de ayuno y oración, son reiteradas hoy - por el mismo enemigo - a los bautizados. Jesús nos muestra cómo debemos responder a las insólitas proposiciones demoníacas. Me refiero a la fidelidad a Dios, sostenida por la Palabra y vigorizada con la gracia de los Sacramentos y la oración. Durante los veinte siglos de fidelidad a Dios, de la mano de su Divina Cabeza, la Iglesia sufrió altibajos personales e institucionales innegables. A veces cedió, al hacer suyos los pensamientos de los hombres, pero reaccionó con valor, auxiliada por la gracia del Evangelio, por mantenerse fiel a las enseñanzas de su Maestro. Para ello el Espíritu Santo la contiene, confirma e impulsa a evangelizar a los diversos pueblos y culturas.
4.- Conocer y hacer conocer a Cristo. La misión de los bautizados es proclamar la soberanía de Cristo, y testimoniar su presencia con la santidad de sus vidas. Es preciso que el mundo tenga la oportunidad de un encuentro eficaz con su Salvador, Jesucristo, que la Iglesia conoce y debe hacer conocer a quienes manifiesten deseos de seguirlo. La actividad pastoral se orienta a una presentación auténtica de Cristo, el “Señor de la historia”, e invita a la conversión. Los Apóstoles así lo hicieron, hasta enfrentar la persecución y la muerte. San Pablo lo afirma con una dramática expresión: “Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme, al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! (1 Corintios 9, 16) Conocer y hacer conocer a Cristo es la razón de ser de la Iglesia.+