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Murió Sara Solarz de Osatinsky, testigo clave del robo de bebés durante la última dictadura

Sara Solarz de Osatinsky murió este lunes en Suiza de una embolia pulmonar, a los 85 años. Tucumana, militante revolucionaria, querellante en juicios de lesa humanidad y única sobreviviente de una familia diezmada por la represión del terrorismo de Estado, la “Quica” -tal como la llamaban- pasa a formar parte de esa larga lista de imprescindibles que partieron físicamente pero que dejan un legado de lucha para las generaciones actuales y venideras.

"Era como una madre para todos nosotros, yo tenía 20 y ella tendría 45, había perdido a sus dos hijos adolescentes y habían matado a su marido, era una mujer tan maternal, cálida y solidaria, con su tonito tucumano", recordó ante Página12 Miriam Lewin, sobreviviente también del campo de exterminio que funcionó en la ESMA. "Sufrió muchísimo pero no perdió su ternura. Vivió su exilio en Suiza y trabajó con refugiados, volvió para recuperar los restos de uno de sus hijos", agregó Lewin, periodista y actual Defensora del Público. En los últimos tiempos, Osatinsky tenía problemas de memoria y cognitivos, un grupo de compañeras ex militantes se hicieron cargo de cuidarla.


De cabellos castaños y largos, con una sonrisa permanente detrás de la que se ocultaba una inmensa tristeza, era viuda de Marcos, jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), y madre de dos jóvenes asesinados por la dictadura, Mario y José. Solarz fue detenida en Buenos Aires en 1977 y mantenida cautiva en la Escuela de Mecánica de la Armada. Allí fue torturada y violada, luego denunciaría al prefecto Héctor Febres por abuso sexual. También fue obligada a realizar trabajo esclavo, puntualmente en la sala donde eran atendidas las cautivas embarazadas, a las que luego les robaban sus bebés, por eso sus compañeras también la llamaban "la partera". Asistió al parto de Patricia Roisinblit y no menos de otras quince mujeres, y por eso declaró en 1998 en la causa por la apropiación de menores durante la dictadura, cuyo juez Adolfo Bagnasco había viajado para interrogar a ella y a otras sobrevivientes exiliadas en Suiza y España, hechos que fueron reflejados por Página12.

TENÍA 85 AÑOS

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