Tras la tragedia de Morena, el ganador de las PASO dijo que no debería existir Estado alguno. Olvida la sabia fórmula alemana: “Mercado todo lo que sea posible, Estado todo lo que sea necesario”. Sin mencionar que el CONICET fue fundado por nuestro primer premio Nobel en Ciencia, Bernardo Houssay.
Las desgarradoras palabras del título fueron expresadas ante la TV por un compañerito de Morena Domínguez de también 11 años, con una emoción conmovedora y conmocionante, horas después que la niña fuera asesinada de un golpe, cuando se dirigía al kiosco cercano a su escuela pública, sin poder llegar a entrar en esas aulas nunca más.
La muerte violenta de esa niña nos enluta a todos y conmovió de tal manera que obligó a la suspensión inmediata de todas las campañas electorales del país.
Y curiosamente el ganador relativo de esa contienda en lugar de propender a un mejor Estado, no vacila en decir que no debería existir Estado alguno. Olvida la sabia fórmula alemana que reza: “Mercado todo lo que sea posible, Estado todo lo que sea necesario”.
Pero no es de extrañar, en la literatura que abreva, que es la escuela austríaca, sobre la cual, el norteamericano Tony Judt, en su libro, Algo anda mal, muestra que sostenían, sin ponerse colorados, que el pacífico laborismo inglés de postguerra, era la encarnación de Hitler en las islas británicas.
Y a su vez,esa doctrina económica de Hayek, Von Misses y Friedman la resumió magistralmente el Premio Nobel de Economía, J. Paul Samuelson, con estas certeras palabras: “No intenten engañarnos, se trata simplemente de zorros libres en gallineros libres”.
Pero, muy suelto de cuerpo el citado candidato habla justamente de la supresión de las escuelas públicas, como esa a la que concurría la inolvidable Morena Domínguez, de la Salud Publica, de nuestros hospitales y del CONICET, que fundara nuestro primer premio Nobel en Ciencia, Bernardo Houssay, que insistía que como éramos un país pobre, debíamos incentivar nuestra propia ciencia y tecnología.
CONICET al que pertenecieran nuestros dos restantes premios Nobel, los científicos Luis Federico Leloir y Cesar Milstein, o sea que el citado candidato, está desdiciendo toda la tradición argentina que brota de Domingo Faustino Sarmiento, Mariquita Sánchez de Thompson y la generación del 80, de enseñanza gratuita pública y obligatoria para todos los que habitaren el suelo argentino, la famosa Ley 1420.
Curiosamente, cuando el ya citado candidato tiene que explicar sus planes de dolarización ante nuestro acreedor inverosímil, el FMI, por la suma insólita con que fuera acordado el préstamo con la administración anterior, lo hacen, en su nombre, funcionarios que actuaron en el final del menemato.
Que era cuando el sociólogo Henriquez Cardoso, como presidente del Brasil, había salido de la convertibilidad y nuestra administración persistía en la fábula de la moneda 1 a 1, con los EEUU, como si la Argentina fuera igual a la mayor superpotencia del globo terráqueo, falacia que culminó con el desastre del 2001.
No nos dan respuestas
No nos engañemos: Beatriz Sarlo, hace meses en el diario Perfil, había adelantado que nuestra Patria tendía a dividirse en dos grandes bloques, los que comen y los que no pueden hacerlo; o sea el hambre es una realidad argentina.
Y Eduardo Fidanza, en su columna El voto de los estafados, del 30 de julio, luego de comentar la cáustica frase de Lula sobre “la democracia como concepto relativo”, señala que según una encuesta de Poliarquía del 2022, desconfía del gobierno argentino el 74% de la población; del Congreso, el 80%, de los partidos políticos, el 88%; y del Poder Judicial, el 94%.”
Hay multitudes que no llegan a fin de mes, que no pueden alquilar o comprar, que solo por salir a trabajar arriesgan su vida y que exigen “castigo implacable a los delincuentes, las mafias y los privilegiados”, o sea, a todas las castas. Compara Fidanza entonces, a nuestra Patria con una casa desvencijada que, después del siniestro Proceso que culminara con la tragedia de Malvinas, no otorgó a nuestra Pueblo el bienestar prometido, ni “la socialdemocracia radical, ni el neoliberalismo menemista-delarruista, ni el setentismo K, ni la derecha macrista”.
Y están entonces, cuenta el periodista Jairo Straccia, los que sueñan con alcanzar una milanesa por mes, los que el sueldo miserable se les escurre entre los dedos, cansados de trabajar, fuera del circuito formal, sin derechos ni garantía alguna, o quizás han visto morir un familiar, como Morena, en un acto de inseguridad.
El famoso Estado de Bienestar keynesiano se ha esfumado y transformado entonces en un sordo, opaco y malhumorado estadío crónico del Malestar, que provoca “el voto de los estafados”.
Y entonces como enseña Baruch Spinoza desde el siglo XVII, en su Ética: “el odio nunca es bueno y crece con el odio recíproco y sólo puede ser suprimido por el Amor. Y entonces el Amor es mucho mayor que si no lo hubiera precedido el odio.”
“Porque el deseo que nace de la Alegría es más fuerte a igualdad de circunstancias que el deseo que nace de la tristeza.”
Pero para ello se debe proveer al cuidado de los cuerpos y de las mentes, para que el devenir del deseo sea acompañado de la razón y no del odio. “Porque solamente quien vive según la guía de la razón se esfuerza en compensar con Amor y Generosidad el odio, la ira y el desprecio que el Otro le tiene,” concluye Spinoza.
Pero la respuesta no es cosa de los teóricos que subtitulan la realidad, ni de los medios que fabrican Monstruos, sino de todos y cada uno de nosotros, que recordemos y pongamos en práctica la máxima de Picasso que reza: “Uno es lo que hace, no lo que dice” y que cada cual pueda desmentir en los hechos, el famoso dicho de los inmortales Les Luthiers: “el que piensa pierde”…
Porque finalmente se trata de transmutar y esa es la tarea a cumplir por todos y todas, las pasiones tristes en pasiones alegres, porque la Alegría es la virtud misma.
Y para ello es necesario abrazar los intereses comunes de las gentes, los que les hacen soñar con la esperanza de la felicidad y les aleja del miedo, porque ya es hora de cesar con la estafa y comenzar a saldar nuestra deuda interna. Que es hacer realidad los derechos humanos sancionados en el preámbulo de nuestra Constitución, para que nuestra salida no sea únicamente Ezeiza.