Política

Panorama semanal: El aniversario de la democracia

La República Argentina celebró 38 años de democracia ininterrumpida en tiempos en que la extrema derecha que reivindica figuras y políticas de la última dictadura acaban de jurar para ser parte del Congreso de la Nación. Es tal vez lo que quisieron destacar en el acto celebrado en la Plaza de Mayo, los ex presidentes Lula Da Silva, Pepa Mujica, Cristina Fernández (actual vicepresidente) y el actual jefe de Estado, Alberto Fernández. Más acá en el acto en el Parque de la Democracia, Jorge Capitanich, destacó con acertada precisión “la Argentina transita esta fiesta con una estabilidad política” pero “la materia pendiente es la estabilidad macroeconómica”.

Justamente por donde se cuelan los sectores que reniegan de la democracia son los resquicios que deja la falta de estabilidad económica que periódicamente jaquea al conjunto de los argentinos, pero particularmente a los sectores más vulnerables.

En lo que todos coincidieron en esta semana, tanto los oficialismos como la oposición, fue en la necesidad de cerrar la grieta. Lo hizo Alberto Fernández, en su discurso en la plaza, lo hizo Capitanich en el Parque de la Democracia, lo hizo el renunciante senador Esteban Bullrich en la conmovedora presentación de su dimisión ante el cuadro de salud que le demanda bajar los niveles de estrés y se hizo eco de esas palabras el recién juramentado diputado nacional por el Chaco, Juan Carlos Polini.

Sin embargo, lo que ha demostrado la política en su última década es que la grieta política finalmente se dirime en un marco de estabilidad política, aunque es importante estar alertas, porque como remarcó Cristina Fernández, en su Plaza de Mayo, los golpes ya no vienen con recetas militares, sino que ahora lo hacen envueltos en procesos judiciales y presión de grandes medios de comunicación.

Se ha visto, en Argentina, Brasil, Ecuador, lo vive todavía Perú con un incipiente gobierno y también en parte del proceso que sacudió a Bolivia, aunque en ese caso, fue notoria la presencia del factor militar.

Parte de la fortaleza de los espacios políticos que se encuentran de un lado u otro de la grieta política se nutre de las debilidades militantes o de los oportunismos. Lo vemos en el quiebre del espacio opositor, principalmente del radicalismo, por la disputa entre Gerardo Morales y Martín Lousteau, pero también en el Frente de Todos, donde en medio de la pérdida de la mayoría del Senado, un grupo de legisladores arman un grupo propio, entre ellos, el correntino Camau Espínola, cuya reelección fue decidida por el gobierno nacional, sobre bases inciertas. Su presencia en las listas no hubiera cambiado en nada el panorama el PJ en la provincia vecina. Si al menos en el radicalismo se juega una batalla de fondo que tiene que ver con el 2023, en el peronismo en cambio solo se ve debilidad militante y oportunismo.

De lo que no se puede escapar, y que ha imposibilitado esa estabilidad macroeconómica que resaltó Capitanich es esa otra grieta en la que se torna imposible consensuar medidas para evitar tantas idas y venidas que en el medio juegan con la vida y los bolsillos de los argentinos, para algunos la situación mejora, para la gran mayoría empeora drásticamente.

Allí es donde debieran apuntan nuestros dirigentes para encontrar los consensos necesarios para encaminar este país hacia la estabilidad pretendida. La base de la discusión la propondrá este mismo mes el presidente al enviar al Congreso, con su nueva conformación, el proyecto de Presupuesto 2022 y el “Programa económico plurianual para el desarrollo sustentable” que el gobierno nacional promueve para coordinar un programa de gobierno que posibilite el acuerdo de reestructuración de la deuda con el Fondo Monetario Internacional.

Capitanich definió el proceso iniciado el 10 de diciembre de 1983 como el período más largo de estabilidad en 221 años de historia de nuestro país con una “capacidad extraordinaria de frenar conflictos, que hace de sostén al período democrático” no está alejado de la realidad. Desde 1983 en adelante, y en esos años se intercalaron los gobiernos: radical de Raúl Alfonsín, de la Alianza con Fernando de la Rúa y de Cambiemos, con Mauricio Macri.

Lo que está claro es que, con sus tonalidades, no fueron estos años de democracia un monólogo del peronismo y, que salvo la década de Carlos Menem, no hubo diferencias irreconciliables en términos ideológicos durante ambos gobiernos. Hubo compromiso en las distintas fuerzas políticas con el sistema democrático en lo alzamientos golpistas que sufrieron tanto Alfonsín como Menem.

Sin embargo, desde el final del menemismo las posiciones ideológicas se endurecieron. El ensayo de la Alianza tal vez haya permitido el armado más estable y estructurado de Cambiemos, pero tal como dijo Cristina, desde el gobierno de Néstor Kirchner y los dos mandatos de la actual vicepresidenta, esas mismas posiciones se fraguaron con virulencia in crescendo. Aún así, por la fortaleza del actual espacio político en las distintas versiones que la integran, no corrió riesgo el proceso democrático.

Pero la cuestión económica nunca encontró puntos de contacto. Esa grieta política que no puede acabar con la república refundada en 1983 es responsable de no permitir acuerdos económicos.

Tristemente, tras los anuncios oficiales y la incorporación del nuevo Congreso que habilitó el triunfo opositor en las últimas legislativas los condicionamientos que propone Cambiemos no remiten siquiera al punto mínimo que podría servir de trampolín a un acuerdo puertas adentro que permita una negociación sólida y de Estado, no de gobierno, con el FMI.

No puede haber más ajuste sobre el pueblo empobrecido. En contra de ello ya se escucharon algunas voces, y no sorprendería que fueran los espacios de ultra derecha que encabezan Espert o Milei, incluso los que respondan al PRO -responsables de deuda que ahora está renegociando-, pero aquel radicalismo comprometido debería encontrar un punto mínimo para sentarse y dialogar, para empezar a encontrar consensos en el Congreso y recordar, por ejemplo, que de aquel unió a Menem con Alfonsín, lo que perduró, fueron justamente las propuestas que llevó el ex presidente radical, que importaron que a mediados de la década del 90, se profundizara la democracia se crearan y fortalecieran derechos, fundamentalmente los denominados “derechos humanos” y que los beneficiarios de ello, fueron los millones de argentinos, desde aquel momento y para la posteridad.

CHACO

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