Pese a que está en marcha la campaña con vistas a las primarias legislativas del mes de septiembre, hasta el momento no hay clima electoral en la provincia. Si no fuera por el debate caliente que se da en las redes por brutal agresión misógina del diputado del PRO Fernando Iglesias contra un grupo de mujeres que visitaron la Quinta de Olivos por diversos motivos durante la cuarentena el debate estaría prácticamente ausente en el Chaco.
El gobierno de Jorge Capitanich comenzó a liderar una serie de inauguraciones en los días previos en los que le esté vedado este tipo de actividades en los últimos 30 días efectivos de campaña. Detrás de ello se encolumnan los candidatos del Frente de Todos, pero pese a la amplia difusión, tal vez por las fuertes medidas de restricción no se nota una fuerte movilización.
Si el oficialismo tiene inconvenientes para hacer bajar la parafernalia al consumo popular, para la oposición el trabajo es todavía más arduo. El debate sobre los espacios en los medios fue descarnado cuando el principal canal de TV de aire abiertamente exigió el pago de espacios para que sus candidatos puedan tener pantalla.
En rigor, si la nueva comunicación del social media ya traspasó la línea de la amenaza que apunta a hacer desaparecer a los medios impresos, el brutal pase de gorra del jerarca de un canal está revelando en el fondo otra cuestión similar. También la televisión de aire, con programación de baja calidad y de corto alcance -en comparación con lo que las redes sociales pueden hacer a mucho menor costo-, está dando muestras de que ha comenzado a mostrar los primeros amagues del naufragio.
La discusión está en las redes, el repugnante episodio que protagonizó el diputado Iglesias en verdad nace en la red social Twitter y esto lo confirma. A nivel nacional fue sostenido por la cadena de medios que el macrismo supo cosechar a base de adquisiciones o compromisos y con eso llegaron a instalar por horas una cuestión.
En la provincia el portal y las cuentas en las redes de un medio dirigido por un policía en actividad, replicaba con un copy paste y la elección de un titular y sugerentes fotografías el grotesco que se estaba dando a nivel nacional. La tarea es indignar de cualquier forma, a punto tal que en las mismas redes la marea de repudios traspasó las fronteras de los partidos políticos y terminó empujando a periodistas, por ejemplo, del canal macrista La Nación a repudiar las publicaciones del legislador del PRO que estaba en el estudio.
La verdad es que con los riesgos que esto importa, los medios digitales han horizontalizado el manejo de la información. Grandes medios, no necesariamente significan ahora influencia sobre las masas.
De lo que se trata ahora es de poder desentrañar quiénes tienen una masa respetable de lectores y cuáles son los que logran importantes mediciones con movimientos técnicos y de aplicaciones que impulsan determinados contenidos para estar presente en los motores de búsqueda.
En la provincia terminada ya la discusión de la influencia de los medios tradicionales -habitualmente beneficiarios de la mayor porción de la pauta- falta enterarnos cuántos sitios de noticias y sus réplicas en redes sociales están llegando más lejos por la operación de la tecnología, antes que la preferencia explícita del auditorio o público lector.
De lo que pocas dudas cabe, es que el público chaqueño no se informa a través de los medios, sino del conjunto de sugerencias que los algoritmos de las redes le aportan.
Eso en sí mismo constituye un riesgo. Casi como una adicción el público prácticamente se ve condenado a consumir lo que las redes le acercan, y eso a su vez retroalimentado por las propias redes -que a su vez son empresas tecnológicas globales- que llevarán hasta más allá de sus límites los efectos de los algoritmos para fidelizar a sus miembros.
Eso importa otro riesgo, que en la Argentina se ve con claridad y que alguna vez fue alimentado por los medios masivos, al surgimiento y agravamiento de la grieta. Pero que también fue visible en Estados Unidos, Brasil, Perú, Chile, Inglaterra y podríamos seguir interminablemente con la lista.
Falta avizorar cómo se desensambla esa construcción que, a largo plazo, no alienta predicciones positivas y que en un pronóstico extremo nos llevaría a nuestra propia desintegración.