Durante el rezo del Ángelus dominical este 16 de enero, el Papa Francisco reflexionó en el episodio de las bodas de Caná cuando Jesús transformó el agua en vino para subrayar que “Dios quiere lo mejor para nosotros, nos quiere felices” ya que “la alegría que Jesús deja en el corazón es plena, es alegría desinteresada”.
El Santo Padre señaló “el evangelista Juan no habla de milagro, es decir, de un hecho potente y extraordinario que genera maravilla. Escribe que en Caná tuvo lugar un signo que suscita la fe de los discípulos”.
En esta línea, el Papa subrayó que “el primer signo sucede mientras dos esposos están en dificultad en el día más importante de sus vidas. En mitad de la fiesta falta un elemento esencial para una fiesta, el vino, y se corre el riesgo de que la alegría se apague entre las críticas y la insatisfacción de los invitados. Imaginemos cómo puede proseguir una fiesta de boda solo con agua, es terrible…”.
“Simbólicamente esto nos dice que Dios quiere lo mejor para nosotros, nos quiere felices. No se pone límites y no nos pide intereses. En el signo de Jesús no hay espacio para segundos fines, para pretensiones con respecto a los esposos. No, la alegría que Jesús deja en el corazón es plena, es alegría desinteresada. ¡No está nunca aguada!”, afirmó el Papa.
En este sentido, el Santo Padre comentó que “es bello pensar que el primer signo que Jesús cumple no es una curación extraordinaria o un prodigio en el templo de Jerusalén, sino un gesto que sale al encuentro de una necesidad simple y concreta de gente común” y añadió que “es un gesto doméstico” porque “Él está dispuesto a ayudarnos, a levantarnos” por lo que invitó a estar atentos a estos “signos” en nuestra vida.
Además, el Papa resaltó que la primera que se da cuenta del problema fue la Virgen María que “lo señala con discreción a Jesús. Y Él interviene sin clamor, casi sin que se note. Todo se desarrolla reservadamente, ‘detrás del telón’: Jesús dice a los servidores que llenen las ánforas de agua, que se convierte en vino”.
“Así actúa Dios, con cercanía y discreción. Los discípulos de Jesús captan esto: ven que gracias a Él la fiesta de boda es aún más hermosa. Y ven también el modo de actuar de Jesús, su servir sin ser visto, así es Jesús, nos ayuda, nos sirve sin ser visto, tanto que los cumplidos por el vino se dirigen luego al esposo, ninguno se da cuenta, solo los servidores. Así comienza a desarrollarse en ellos el germen de la fe, esto es, creen que en Jesús está presente Dios, el amor de Dios”, señaló el Papa.
Finalmente, el Santo Padre sugirió “un ejercicio que puede hacernos mucho bien” que consiste en “buscar entre los recuerdos en busca de los signos que el Señor ha realizado en nuestra vida para mostrarnos que nos ama; aquel momento difícil en el que Dios me hizo experimentar su amor...”.
“Preguntémonos: ¿con qué signos, discretos y premurosos, me ha hecho sentir su ternura? ¿Cuándo he sentido más cercano al Señor, he sentido su ternura, su compasión? Cada uno de nosotros en la historia tiene estos momentos, vayamos a buscar estos signos, hagamos memoria… ¿Cómo he descubierto su cercanía y me ha quedado en el corazón una gran alegría? Revivamos los momentos en los que hemos experimentado su presencia y la intercesión de María”, invitó el Papa.
Por último, el Santo Padre alentó a rezar a la Virgen María para “que ella, la Madre, que como en Caná está siempre atenta, nos ayude a atesorar los signos de Dios en nuestra vida”.