Opinión del Lector

Perder con errores de primerizo

River cayó por penales ante Inter de Porto Alegre y volvió a quedar eliminado en octavos de la Copa Libertadores. Las responsabilidades de Demichelis.



Fue, lamentablemente, un final anunciado. River se preparó para cuartos de final sin pensar en los octavos. No es que los dio por ganados, simplemente se los salteó. Como en la edición pasada. En la victoria, no escuchó el pedido popular para afrontar esta competición, la que importa. Desoyó el grito necesario de reforzar el flanco derecho de su defensa con jerarquía. No supo jugar de visitante en toda la competencia, sacó un punto de doce. No pudo, no supo, no entendió. Y se fue temprano de la Copa, repitiendo los errores de la eliminación pasada ante Vélez en la misma instancia. "Ganamos, empatamos y aprendemos", dice Demichelis. River, volvió a aprender, de manera dolorosa, esta vez en el Beira Río.

Se dirá, se opina con el diario del lunes. Por un lado, de eso constan los análisis, de intentar entender qué pasa y por qué pasa. Pero, en este caso, lo inexplicable fue la recurrencia en el desacierto. Un partido de estas características gritaba la presencia de los jugadores más idóneos para domesticar el juego copero y ponerlo bajo la suela, en la astucia de la experiencia. Bajo ningún punto de vista puede ir Nacho Fernández al banco. No puede, no en octavos de final de visitante en partido cerrado. Un tipo que piensa, entiende el ritmo del partido, charla al árbitro, enerva al rival, protesta, juega el partido sucio con inteligencia, que además pone la estocada en algún pase, que usa la cabeza, que conoce el paño y al rival por haber jugado un par de años en Brasil, por esto y por varias cosas más, era fundamental que Nacho estuviera desde el arranque. Y no en detrimento de Solari, quien ya había hecho y de sobra su labor en la serie y en Porto Alegre le tocó jugar otra vez pegado a la raya quien sabe por qué. River necesitaba el 4-5-1, no tenía que ir a buscar el partido ni el espacio, solo tenía que jugar con sus volantes.

Pero, Nacho entró, jugó bastante, solo que lo hizo por la lesión de Enzo Pérez. Se acomodó un rato River, pero quedó desarmado igual. El mediocampo no era el mismo, el cansancio y la intensidad de Inter tallaban y se hacía necesario un refuerzo en el medio para colaborar con Aliendro. Kranevitter podrá no tener el futbol necesario, pero urgía un ingreso con alguien de ese tipo de características. No sucedió. River no jugaba, no estaba en el partido y el Inter explotaba la debilidad del costado derecho de la defensa del Millonario. Cuántas veces pedimos un lateral derecho acá. Pero porque seamos unos analistas del carajo, que tenemos ganas de pedir por pedir. No. Estallaba a la vista, era vital. Quizás lo estén buscando ahora para unos cuartos de final imaginarios, quién sabe. Era antes. Como también la búsqueda de un central de real jerarquía, más allá del gran torneo local de González Pirez, quedó demostrado que ante tipos como Enner Valencia, justamente contratado como refuerzo en tiempo y forma para disputar octavos, la diferencia es abismal.

Lo peor de todo, más allá de estas variables de errores no forzados que podemos repasar ad nauseam, lo peor estuvo en la presentación de River. No jugó, no pegó, no contraatacó, no raspó, no presionó, no tuvo la pelota, no inquietó. Se dio cuenta de que podía llevarse la serie a los 80 minutos, luego del gol de casualidad de Robert Rojas. River perdió la serie por la impericia en muchísimos minutos de ambos partidos, un equipo que podría haber sido ostensiblemente superior se quedó empantanado en dudas y muy malas decisiones del cuerpo técnico. Un cuerpo técnico que está integrado por dos ex defensores y dos ex arqueros, que ha trabajado hasta aquí estupendamente pero al que tal vez le falta una mirada más en cuanto a algunos aspectos tácticos en la fase de ataque. Una opinión nomás. Una cosa más. No hay que equivocarse, no hay que centrar la mirada en que Armani el único penal que atajó en el último tiempo significó un torneo para Boca. Tampoco a que hubo un choreo arbitral por el doble toque de Solari en el penal. Simplemente River no supo jugar esta instancia, solo lo hizo bien un tiempo en la ida y los 5 minutos finales, y tampoco supo jugar toda la Copa en calidad de visitante.

Lo que queda es apenas una Copa de la Liga donde River tiene un plantel holgado en nombres y también en número. Su deber es ganarla sin sobresaltos, como ganó la liga, y además imponerse en el clásico con Boca. Es poco, pero es la competencia que queda, más allá de que vestir el Manto Sagrado siempre es una motivación por sí misma, aunque sintamos que el año se terminó en agosto. Perder está siempre en los papeles, es una posibilidad en este gran y hermoso juego de mierda que es el fútbol. Perder con errores de primerizo, también lo es, claro, puede pasar. Perder sin haber ajustado en todo aquello lo que se debió haber ajustado, improvisando con cambios lentos, incomprensibles, ausencias inexplicables y modificaciones de sistema y nombres innecesarios, bueno, en ese caso es objeto de crítica fuerte que, perdón Micho, no pretende romper la armonía, sino entender qué pasa para mejorar. River no puede darse el lujo de minimizar el universo de variables que desembocan en una derrota. Es más, no solo no debe descuidar ni el más mínimo detalle, tampoco debe favorecer al rival con decisiones desafortunadas.



Una postdata: Colidio no merecía entrar a los 83 minutos para salvar las papas, ni tampoco que le tiren el quinto penal de una serie en su debut. Por suerte y por su capacidad salió más que airoso. Me quedo entonces con él, para mirar el vaso lleno de cara a lo que viene.

Autor: Ernesto Provitilo|

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