Todo el mundo creyó que aquello era el final de Donald Trump . La imagen de cientos de sus seguidores rompiendo las ventanas del Capitolio el 6 de enero de 2021, agrediendo a policías con los palos de las banderas que llevaban su nombre, pidiendo colgar a su vicepresidente – Mike Pence –, tratando de evitar a la fuerza la certificación de Joe Biden como el ganador de las elecciones de 2020. Un intento de golpe de Estado –aunque fuera estrafalario y fallido– en su nombre. La jornada más bochornosa de la historia de la democracia más vieja y estable del mundo, con su apellido. El trumpismo, el movimiento político que ha marcado la última década de la política estadounidense, ardía como un ninot, en directo.Todo el mundo sabe que ese no fue su final. Está a un paso de cobrarse la mayor de las venganzas. Dentro de dos días, en una nueva cita electoral, podría volver a la Casa Blanca. Se enfrenta en las urnas a Kamala Harris , la personificación del EE.UU. que él combate y que ha combatido contra él. Si gana, sería la resurrección imposible de una carrera política improbable.Trump cultiva la imagen de \'winner\', de ganador intocable. Ganar, ganar y ganar. No acepta otra cosa, como se vio en 2020, cuando las urnas le dieron la espalda. Quizá eso tiene que ver con su capacidad de rehacerse de las derrotas.Noticia Relacionada estandar Si Diario de campaña Trump también va a por la derecha Javier Ansorena y David Alandete Es ya un clásico en la recta final de las elecciones: la patada en boca propia, la frase explosiva que sacude toda la campaña. Y no es el insulto del comediante Kill Tony a Puerto Rico durante el mitin de Trump en el Madison Square Garden, sino la respuesta de BidenLas tuvo en los negocios, en un contraste de la figura de genio empresarial de la que se ha acompañado. Trump triunfó en el mundo turbulento del ladrillo de Nueva York de los ochenta, con el trampolín del negocio inmobiliario de su padre. Pero también incurrió hasta en seis bancarrotas, algunas asociadas con sus proyectos más ambiciosos, como el casino Trump Taj Mahal en Atlantic City o el emblemático Plaza Hotel de Nueva York, que compró en 1988.En realidad, Trump nunca fue un gran magnate del ladrillo, sino un tremendo magnate de su marca personal. Después de esas bancarrotas, buena parte de sus negocios han tenido que ver con licenciar su apellido y colocarlo en hoteles y campos de golf de todo el mundo, además de en productos de todo tipo, desde chuletones a perfumes. Y con proyectarse en los medios con plataformas como concursos de belleza –Miss USA, Miss America– o, sobre todo, con el programa de telerrealidad \'The Apprentice\'.En realidad, Trump nunca fue un gran magnate del ladrillo, sino un tremendo magnate de su marca personalEse paso por televisión fue lo que le hizo de verdad popular y lo que preparó su desembarco en política en 2015, cuando bajó las escaleras doradas de la Torre Trump en junio de aquel año y anunció que se presentaba a las presidenciales de 2016.Candidato estrafalarioLa historia de aquella elección es conocida: se le recibió como un candidato estrafalario, en busca de publicidad, en las primarias republicanas y acabó en la Casa Blanca. Trump tumbó las reglas del juego político: rompió el decoro con sus rivales con insultos y motes que hacían las delicias del público, cansado de candidatos que hablan en politiqués; enardeció los agravios de una clase media deteriorada, a la que ofreció un culpable de su empobrecimiento: el inmigrante; ofreció un mensaje populista, \'América primero\', con promesas fantásticas –como la de construir el muro con México, nunca cumplida–.El expresidente Donald Trump julián de velascoSe convirtió en la figura que el EE.UU. progre \'ama odiar\' y eso solo le dio más alas entre los suyos. Tras la victoria histórica en 2016, los demócratas y los medios –con las audiencias disparadas por ese fenómeno político– fueron a por él.Su éxito político, sin embargo, ha venido acompañado de derrotas encadenadas para los republicanos. En 2018, perdieron la mayoría en la Cámara de Representantes. En 2020, la Casa Blanca y la mayoría en el Senado. En 2022, no obtuvieron la \'marea roja\' esperada para lograr una mayoría holgada en la Cámara Baja.Figura de cultoEl asalto al Capitolio no fue su final porque sus bases siguieron con él. Trump no es un líder político al uso. Es una figura de culto. Para sus leales, Trump ni pierde ni se equivoca. Esos incondicionales pueden ser un tercio de los votantes republicanos, pero suficientes para doblegar a rivales en primarias. Trump lo hizo con suficiencia, impulsado también por la cascada de imputaciones penales que recibió el año pasado. La gran paradoja de Trump: para los demócratas es una amenaza para la democracia; pero ha ganado tres primarias en uno de los dos grandes partidos y ahora cuenta con el apoyo de la mitad del país.En el camino hasta aquí, Trump ha sobrevivido embestidas que habrían acabado con cualquier carrera política, entre acusaciones de agresiones sexuales, \'impeachments\', imputaciones y una declaración de culpabilidad de un jurado popular –la primera en la historia para un expresidente– por comisión de delitos. Es \'Teflón Don\', una referencia a las sartenes antiadherentes, no le afectan los escándalos. Trump ha sobrevivido embestidas que habrían acabado con cualquier carrera políticaY ha sobrevivido, claro, a dos intentos violentos de acabar con su vida . Vio la muerte de frente en julio, en un mitin en Butler (Pensilvania), donde se salvó de milagro a un disparo que le rozó la oreja derecha.Después de todo eso, Trump está desatado. En algunos actos políticos, pone el himno nacional cantado por condenados por el 6 de enero. Ha endurecido su mensaje. Promete represalias si llega al poder. Niega cualquier resultado que no sea su victoria. El escenario de su regreso a la Casa Blanca causa angustia entre los votantes demócratas. La posibilidad de que no reconozca una eventual victoria de Harris, también. El martes empieza un nuevo capítulo de su último baile, con final incierto.