Le buscan la vuelta. Quieren sacarla a toda costa, y emplean todos los artilugios legales posibles, y de los otros también.

 

La reforma pasó a ser el objetivo casi único del ricardismo, olvidándose hasta del tiempo de gestión que les resta.

 

Tanto se juegan por eso que están encaprichados, y saben (o sabe) que el tiempo les juega en contra.

 

Habida cuenta que los números no son los esperados ni con el viento a favor, apelaron en las últimas horas a otro atajo para avanzar, buscando ganar conciencias a partir de uno de los ítems por todos requerido, pero que en el proyecto original estaba casi escondido.

 

Y fue Noel Breard, el gestor reformista, quien propuso:

 

"Se puede limitar la discusión en ésta cuestión central en la que están de acuerdo Colombi y Fabián Ríos. Y habló de la unificación de mandatos. Se puede estar de acuerdo en eso. Es lo que tendría que ocurrir en base a lo que dijeron ambos (por Colombi y Ríos)", dijo.

 

La idea del senador provincial sería circunscribir ésta discusión, para poder avanzar.



¿Y después?.

 

Está claro que en ésta símil historia del pastorcito mentiroso, a Colombi y compañía no se le cree nada.

 

Pero además, los defensores acérrimos de la reforma olvidaron (o al menos no pudieron ponerla en práctica) la más elemental herramienta para buscar una salida al tema: el consenso.

 

Por obvios motivos, más relacionados con la característica tozudez política del jefe, fueron una y otra vez al choque, logrando sumar enemigos en la trinchera de enfrente.

 

“Sin consenso es imposible hablar de reforma. Nadie puede sacar una reforma a los garrotazos o con el chicote… no existe eso. No descarto conversar, pero lo razonable y civilizado no es descontar plata… o amenazar a intendentes. Lo razonable es conversar”, sostuvo el jefe comunal, al ser consultado al respecto.

 

El camino sin retorno del fracaso reformista los hizo observar éste atajo. Parece demasiado tarde.