En la entrevista realizada el 25 de abril de 2024 al Presidente Milei por la revista Time, más allá de una serie de generalidades sobre las “virtudes” de su pensamiento económico, aparecen dos temas. Uno es la insistencia del Presidente en su reivindicación del mito de la Argentina Potencia del siglo XIX. El otro es su admiración por Estados Unidos, al que sin eufemismos considera un aliado estratégico. Esto viene a cuento porque el Pacto de Mayo resalta en su punto 7 el "compromiso de las provincias argentinas en la explotación de los recursos naturales del país”. Y en el punto 10, “la apertura al comercio internacional, de manera que la Argentina vuelva a ser protagonista del mercado global”. Esto sin dudas es la aceptación lisa y llana de que la Argentina debe ceñirse a ocupar y profundizar un modelo primario-exportador.
Lo de “volver a ser”, justamente, significa situarnos en las postrimerías del modelo agro-exportador, como un productor de materias primas en el mercado mundial, en una relación asimétrica. La denunciaba Alejandro Bunge, cuando hablaba de países astros y países satélites y luego por Raúl Prebisch con países centrales y periféricos. “Volver a ser” en la entrevista significa que la Argentina compartía un rumbo con Estados Unidos, y que este se desvió primero con Yrigoyen y centralmente con Perón.
¿Por qué la Argentina no fue Estados Unidos? Hay un libro interesante: “False Economy: A Surprising Economic History Of The World” de Alan Beattie, editor del Financial Times. En una reseña escrita por Emilio Ocampo (el nombrado y no designado presidente del BCRA, el autor del plan de dolarización original de Milei) dice que Estados Unidos y Argentina tuvieron historias paralelas. Abundantes recursos naturales y enorme extensión territorial. Este paralelismo se fue diluyendo cuando según Ocampo (mientras Estados Unidos luego de la crisis del año 30 optaron por un “modelo moderno”, “Argentina eligió la dictadura y el nacionalismo económico…” “A partir de ahí entonces nuestro país entro en un periodo de declinación secular que nunca logró revertir”. Podríamos discutir y refutar lo que dice Ocampo, pero imaginamos que ya tiene bastante con su “fallida” designación en el BCRA.
De la lectura del capítulo del libro de Beattie preferimos incluir algunos olvidos de la reseña arriba señalada. Con respecto al punto común de abundantes recursos naturales, Beattie dice: “Estados Unidos eligió un camino en el que repartió nuevas tierras entre individuos y familias, Argentina las entrego en manos de una pequeña elite…”. Refiriéndose a los dueños de la tierra en Argentina dice: “La mayoría de los nuevos propietarios rodean amplias extensiones de pastizales con cercas de alambres de púas y las entregaron a pastos. La cría de ganado vacuno u ovino requería relativamente poca ayuda contratada… Así se reforzó el privilegio. Un pequeño número de familias terratenientes ricas y poderosas controlaban grandes cantidades de pastos escasamente poblados”. Con respecto al apego a la vida rural, mientras en Estados Unidos los inmigrantes se arraigaron, en Argentina los propietarios “lo más cerca que estuvieron de celebrar la vida en el campo fue elevar el polo, una versión aristocratizada de una actividad rural, símbolo de la elegancia atlética argentina. Incluso entonces asumió una forma elitista y exclusiva, el famoso Jockey Club de Buenos Aires, fundado en la década de 1880”.
Sobre la distribución de la tierra en Estados Unidos: “El gobierno fomentó deliberadamente un sistema de propiedades familiares pequeñas… A los ocupantes ilegales que se apoderaron de parcelas de tierra del tamaño de una familia se les reconocieron sus reclamos, cuya noticia creo un incentivo para que otros inmigrantes hacia el Oeste los siguieran en masa”.
Con respecto al paso de una sociedad rural a una industrial Beattie señala que “las economías rara vez se enriquecen únicamente con la agricultura y Gran Bretaña le había mostrado al mundo la siguiente etapa: la industrialización”. Sin embargo, dice el autor, en Argentina “Los prejuicios prevalecientes hicieron que fuera limitada y tardía la Industrialización. Las elites de Argentina rechazaron la mentalidad y acciones que requería la industrialización”. En Estados Unidos este proceso, según Beattie, se podría haber malogrado “si el Sur hubiese ganado la Guerra Civil y hubiera dominado al Norte, Estados Unidos podría haberse parecido mucho mas a Argentina. Los Estados del Sur anteriores a la Guerra habrían sido muy familiares para un argentino: grandes propiedades con unos pocos terratenientes ricos y algunos trabajadores mal pagos”.
Con énfasis, el autor señala que “ningún país iba a seguir el ritmo de los lideres si permanecía en la agricultura”. Sin embargo, Argentina permaneció estancada en sus viejas costumbres. Económicamente tenía un sector único dependiente de la demanda mundial. Con capital y tecnología todos importados del exterior. A fin de aportar algunos elementos a la comprensión de la Guerra de Secesión y sus consecuencias para el futuro de Estados Unidos, Fabio Nigra en “Una historia Económica (inconformista) de los Estados Unidos, 1865-1980", dice que "el Norte industrial debió someter a los grandes plantadores del Sur, quienes pretendían una economía abierta en términos absolutos, en el marco de una relación dependiente con la industria manufacturera inglesa (sobre todo textil). Esta caracterización llevo a Jauretche a llamar a La Guerra de Secesión como La Guerra de las Camisetas” en virtud de la disputa por los aranceles en general y textiles en particular, causa insoslayable del conflicto armado.
Michael Hudson en “La Controversia Arancelaria en sus aspectos seccionales” nos habla de que en Estados Unidos se conformó con dos sistemas económicos en competencia, una industria naciente en el Norte y un Sur esclavista basado en un sistema de plantaciones. En un largo recorrido, Hudson estudia con detalle estos sistemas contrapuestos y concluye: “Aunque el fin moral de la Guerra Civil fue el suelo libre y luego la abolición total de la esclavitud, el fin económico fue el proteccionismo y la industrialización”. En síntesis, parece que Beattie decía bastante más que la interpretación de Emilio Ocampo. Sin embargo lo relevante, más allá de estos olvidos, es cuánto de la historia económica nos permite analizar el presente y proyectar el futuro.
En términos del presente, insistir en una política como se expresa en el punto 7 del Pacto de Mayo, no tiene otro destino que una profundización de la primarización de nuestro perfil económico, que nos condena a la dependencia de una demanda global, irregular y con una tendencia secular a un deterioro a los términos de intercambio. Esta política también profundiza la sojización que según el último Censo Nacional Agropecuario (2018) sostiene una gravitante presencia de la gran propiedad terrateniente y reducción de las pequeñas y medianas producciones. En términos globales, el punto 10 del Pacto de Mayo es una ilusión sin sustento alguno, en la más elemental interpretación de la economía internacional: caída del intercambio comercial global, caída del consumo, profundización del endeudamiento, etcétera.
Por lo tanto no se trata solo del rechazo al Pacto de Mayo, sino la obligatoria tarea en proponer una política de carácter federal, que le dé musculo a la movilización callejera, pero como dijera por ejemplo Axel Kicillof en San Vicente el último 1° de julio, también una alternativa económica y política federal de abierta oposición a Milei, sin medias tintas ni “amigables oposiciones”.