Al ganar las elecciones regionales en Turingia, Alternativa por Alemania (AfD) ha hecho historia. Es la primera vez que el partido de extrema derecha, tras quedar segundo en las elecciones europeas, se impone en unos comicios estatales desde su fundación hace poco más de una década. Este resultado –que demuestra hasta qué punto los cinco estados de la Alemania comunista se han transformado en un parque temático de la política más radical– ha coincidido con el 85 aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Con todo, la invasión nazi de Polonia en colaboración con la Unión Soviética no es la efeméride más interesante para encajar el auge de la extrema derecha en Alemania. Desde hace casi un siglo, Turingia ocupa un lugar muy especial en el auge del nacional-socialismo. En los sextos comicios regionales celebrados por la República de Weimar, fueron precisamente los votantes de Turingia los que otorgaron el 31 de julio de 1932 la primera gran victoria al NSDAP liderado por Adolf Hitler, que tras el golpe fallido de 1923 solo contemplaba llegar al poder por las urnas y no las armas.Noticia Relacionada Alemania estandar Si Los liberales amagan con romper la coalición con Scholz tras el éxito de la extrema derecha en las regionales Rosalía Sánchez | Corresponsal en Berlín El gobierno nazi de Turingia, cuya capital era entonces la ciudad balnearia de Weimar, fue tan delirante como caótica. Por mucho que algún mediocre consiguiera hacer carrera en Berlín. Sin embargo, los conservadores alemanes terminaron por creerse que era posible controlar a los nacional-socialistas permitiéndoles tocar algo de poder. Por eso, Franz von Papen presionó en 1933 a un reluctante Hindenburg para que nombrarse a Hitler canciller, «conformándose» con el puesto de vicecanciller. Un apaño ilusorio y efímero que acabó con la salida de Papen del gobierno en 1934 tras la noche de los cuchillos largos. En contraste con lo ocurrido en los años treinta, ningún político alemán debería hacerse ilusiones sobre la maleabilidad de la extrema derecha impulsada en muchas democracias occidentales por la pérdida de confianza en sus gobiernos. Por eso, los partidos tradicionales deberían hacer algo más que asegurarse que el Brandmauer (cortafuegos) sigue funcionando hasta que deje de funcionar.