La idea, en principio, sonaba muy bien. Un mitin en plan asambleario en el decisivo estado de Pensilvania . Sin embargo, el formato «tengo una pregunta (nada espontánea) para usted» descarriló tras un par de lipotimias. Inasequible al desaliento y la cordura, Donald Trump decidió que lo mejor era acabar bailando durante 39 minutos al son, entre otras canciones de imposible coreografía, del «Ave María» de Schubert interpretada por Pavarotti. Este show tan freaky como banal, que metafóricamente culminó con «Memory» del musical «Cats», ha sido la gota que ha colmado el vaso del comportamiento cada vez más errático de Trump a tres semanas de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. A pesar de haber invertido una década en redefinir lo que es aceptable y no es aceptable en política, la recta final del candidato republicano se ha convertido en una espiral de agravios, obsesiones y payasadas. Un delirio que está generando crecientes dudas sobre su capacitación para volver a la Casa Blanca. En esta sucesión de arrebatos hostiles, criticada incluso dentro de las filas del Partido Republicano, la cometa sin hilo que es Donald Trump ha descalificado a su rival Kamala Harris como «retardada» y «discapacitada mental»; ha hablado de «los malos genes» que los inmigrantes traen a Estados Unidos; y ha demonizado a algunos de sus compatriotas como «el enemigo desde dentro», llegando a sugerir que utilizará la fuerza militar para combatirlos.Noticia Relacionada estandar No Elon Musk dona 75 millones de dólares a un grupo favorable a Donald Trump para apoyar a los republicanos en su campaña electoral REUTERS El magnate estadounidense ha expresado que ofrecerá «una serie de charlas» por toda Pensilvania para convencer a los votantes indecisos Con todo, la gran ironía es que Donald Trump no está siendo penalizado por desbarrar de forma tan calamitosa. Las últimas encuestas apuntan a que pese al empate técnico logrado por los demócratas al prescindir de Biden , Trump va en ascenso a 18 días de las elecciones . Lo cual demuestra la extraordinaria naturaleza de su atractivo político. Mucha gente no tiene problema en votarle porque sencillamente no se cree que vaya a hacer muchas de las cosas que dice que hará. El propio Trump lo adelantó en 2016: «Podría apostarme en medio de la Quinta Avenida y disparar a alguien, y no perdería ningún votante. Es, como, increíble».