El término posibilismo se usa en forma peyorativa, califica a un gobierno subordinado a seguir la ruta de lo posible sin iniciativa para cambiar los límites de la realidad. Suelo escuchar esa expresión en relación al Frente de Todos en Argentina y a la Coalición progresista en España. No hay día en que no aparezcan condicionamientos de distinto tipo que imponen a esos gobiernos ciertas renuncias que decepcionan a sus electores. Especialmente a las izquierdas que viven en el tiempo histórico donde la salida del capitalismo se ha vuelto una incógnita. De ese modo la imputación de "posibilismo" alimenta el alma de los decepcionados. A su vez ese término encubre otro problema más grave, a saber, cuáles son las verdaderas condiciones de posibilidad de que un gobierno sostenga un proyecto transformador bajo la dominación neoliberal y en medio de la pandemia. Esta última pregunta aún debe realizar su propio recorrido. No obstante entiendo el costado interesante del posibilismo, ese que indica que no se puede justificar todo, ni nadie debe paralizarse frente a lo injusto ni aceptar que los verdaderos condicionamientos sean un pretexto para no actuar. Es un hecho que la realidad de la Corte Suprema y la situación infame de los presos kirchneristas debe ser resuelta, constituye el germen con el que el macrismo opera y debilita al Frente de Todos. Ningún posibilismo justifica no luchar contra esta situación. Así como en España la ley antideshaucios (desalojos), a pesar de las reticencias del PSOE, Unidas Podemos debía con su esfuerzo imponerla aunque fuera con algunos límites. Pero estas luchas, conflictos, tensiones, deben intentar resolverse dentro del espacio que se logró ganar democráticamente. Distinto es cuando el término posibilismo se ejerce descalificando el propio espacio acompañando el argumento con comparaciones anacrónicas referidas a otras coyunturas que borran la especificidad crucial del momento actual. Las comparaciones históricas son muy fecundas si se atienden a las condiciones estructurales que sobredeterminaban la situación en su singularidad. Siempre será importante abandonar la inercia posibilista cuando se hace con el fin de defender el propio espacio, radicalizarlo en sus auténticas posibilidades y no como un rosario de quejas progresistas que ignoran lo que implica estar al frente de un Estado que, por definición, al menos por ahora, apenas les pertenece a las formaciones verdaderamente democráticas. Seamos realistas pidamos lo imposible, no gracias, ese es un slogan de las corporaciones neoliberales. Seamos realistas y entonces exijamos desde adentro que se cumpla con lo posible para que se extiendan sus límites. Y lo posible se define siempre como un paso más que profundice la transformación sin destruir o debilitar la base siempre frágil del propio proyecto.