“Quiero ir” le dijo Francisco al periodista de la televisión italiana cuando se lo consultó sobre la posibilidad de su viaje a Argentina. Con toda franqueza el Papa expresó lo que es su deseo después de diez años de gestión al frente de la Iglesia Católica de todo el mundo y de numerosos viajes sin pisar suelo argentino. Expresando públicamente su voluntad el Papa también está dando respuesta al reiterado pedido que recibe desde el país, que parte en primer lugar de la misma Iglesia Católica, pero en particular de comunidades asentadas en los sectores populares. Es sabido que la foto de Francisco se puede ver hoy en muchos barrios pobres de la Argentina junto a la Virgen de Luján, Perón y Evita, en altares donde tampoco falta el obispo mártir Enrique Angelelli y el cura Carlos Mugica.
Francisco es un referente para los pobres en la Argentina y también para los movimientos sociales, a los que no se cansa de reconocer y con los que mantiene tan asiduos como discretos contactos permanentes.
Al Papa tampoco se le escapa la gravedad de la situación que vive el país. “Me preocupa, porque la gente está sufriendo tanto” le dijo al periodista italiano.
Solo Bergoglio conoce cuáles son sus íntimos propósitos para venir a la Argentina, pero no habría que descartar que considere que su presencia puede ser una contribución a una sociedad en crisis y viviendo situaciones de desconcierto.
El análisis de lo que pase política y socialmente en el país en el primer semestre estará en la balanza a la hora de definir el viaje, la oportunidad y las condiciones en las que se pueda dar.
Más allá de ello y de la determinación que Bergoglio tenga para venir, está claro que la evolución de su salud a los 87 años será también un factor determinante para adoptar la decisión definitiva.