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Rosario sin secretos: la caridad bien entendida… en el día del SMS

Corría 1855 cuando el doctor Francisco Riva (mucho más que una calle del sur rosarino), se desempeñaba en el Hospital de la Caridad (hoy Provincial, Patrimonio de la Ciudad) construido inicialmente por Segundo Taiana con ampliaciones de los ingenieros Sugasti y Laporte en 1930, y los arquitectos Tito y José Micheletti en 1940, en la manzana de Alem, Zeballos, 1º de Mayo y 9 de Julio.

Riva ejercía junto a otros profesionales como Vasallo, Hertz, Vila, Freyre, de los que hablaremos en otros capítulos de esta columna.

También Francisco Riva fue médico de la Sociedad Española de Socorros Mutuos y de la Societá Italiana di Mutuo Soccorso Unione e Benevolenza. Los ancestros de las colectividades más numerosas aquí instaladas conocieron su invalorable filantropía.

Las palmeras que trajo Urquiza en 1866 gozan de buena salud en el Hospital de la Caridad


En ese entonces la calle Alem se llamaba Belgrano, en la creencia que el prócer había pasado por allí el 7 de febrero de 1812 cuando llegó a estos pagos para convertirnos en Cuna de la Bandera.Habían sido dos prohombres como Federico de la Barra y Nicasio Oroño los principales impulsores de crear el primer hospital público y uno de los más relevantes de América latina (no olvidemos que fue el banco de sangre durante la guerra de la vergonzosa Triple Alianza) apenas unos años después que Urquiza nos declarara “Ciudad”.

Riva, este gigante italiano proveniente de Lugano, el cantón Ticino que ahora es Suiza, se instaló en el Rosario de 1853, y fue para los habitantes de entonces “un infatigable obrero de la caridad” al decir del diario La Época que supo conseguir, junto a la comunidad, se impusiera su nombre -para que nadie lo olvide- a la calle donde vivió y tuvo su consultorio, al momento de su fallecimiento.

Eso se logró desde 1905 hasta 1942 cuando la cortada de San Luis a San Juan al 1000, entre San Martín (ex Puerto) y Sarmiento (ex Libertad) llevó el nombre de Francisco Riva, hasta que otra ordenanza reemplazó la nomenclatura por la de Barón de Mauá, el portugués que fundara el primer banco rosarino. Un genuino “ejemplo” de “Billetera mata caridad” que habría que poner en tensión en este Tricentenario y Año Jubilar que nos da la oportunidad de resaltar los verdaderos valores…

Volviendo a Riva, sin s al final, y esto es así en sus documentos, no una costumbre rosarina de “comérnosla” al hablar, valga la aclaración, pudo salvarse -a pesar de su permanente contacto con los enfermos- de la epidemia de cólera en el Rosario. Sin embargo, sucumbió ante la de fiebre amarilla en Buenos Aires, donde se había trasladado dejando a su hermano al frente del consultorio y farmacia del Mercado que disponía en la hoy cortada Barón de Mauá, muy cerca de la Laguna Sánchez, foco infeccioso donde acababan todos los desperdicios y, con el tiempo, se convirtió en la plaza Sarmiento, hoy la Santa Rosa recientemente remodelada.

Hubo un memorándum que el gobernador Pascual Rosas elevó al presidente Derqui en el que relata los sucesos de la Batalla de Pavón, reconociendo la labor de la Sociedad Filantrópica en la figura de los médicos Olguín, Fernández, García, Donado y Riva, al atender los casi 300 heridos de esas fraticidas disputas, igual que las de Caseros y Cepeda.

Plazoleta y cortada (hoy Barón de Mauá) del Mercado que alguna vez se llamó Francisco Riva


Una bioquímica, Patricia Ferreyra, desde su edén en Chapuy, nos recuerda que su paciente Wladimir Mikielievich le contó, y nos da honor y placer replicarlo, que las palmeras que adornan los patios del provincial fueron traídas por Urquiza durante una de las visitas que hizo al hospital durante la guerra contra el Paraguay y que, esto es aún más sabroso, “hace unos años, cuando se realizaban reformas en la sala Carone (sala de mujeres), se descubrieron túneles que comunicaban con el río. Esos túneles servían para trasladar los heridos que llegaban por el Paraná para ser atendidos en el hospital”. Gracias, Patricia por el testimonio.

Cuando Francisco Riva se trasladó con su familia a Buenos Aires, se convirtió en un corresponsal calificado de La Capital al pasarle diariamente a su amigo Ovidio Lagos los partes de la mortal epidemia de fiebre amarilla de 1871.

La Comisión Popular que erigió en mármol el recuerdo del cementerio del Sud


En la plaza Ameghino, de Parque Patricios, a metros de la avenida Caseros y frente a la vieja cárcel, donde alguna vez estuvo el Cementerio Sud, se levanta un monumento a la memoria de las casi 14.000 víctimas de la brutal enfermedad, entre las que estaba nuestro insigne habitante del Rosario de 1853. Su nombre quedó allí inscripto para siempre.

Hoy, cuando llegue al 3900 de San Martín, Oroño o Avellaneda, y se encuentre con la calle Doctor Riva, cuéntele a sus hijos, nietos y amigos, esta nueva historia de Rosario sin secretos.En el Día de las Personas con Discapacidad, la única reprochable, es la de no saber amar.

Amemos nuestra ciudad difundiendo su fascinante y encantadora historia…

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