Ir en zigzag, para aprovechar el viento que cambia de dirección, cuando se navega a vela, es también lo que se hace en política.
¿Por qué no tuvimos antes este ministro nacional de salud?, se pregunta un referente nacional en bioética, en un seminario realizado esta semana entre el Comité de Bioética del Hospital de Clínicas de Buenos Aires y el Centro de Estudios Legales y Sociales para analizar el tema de derecho a la salud.
El nuevo ministro nacional, que lleva pocos meses en el cargo, es un médico que debió exilarse, y se graduó en el exterior, y parece no solo de un perfil muy diferente a su predecesor, un joven médico, ahora empresario aceitunero y próximo gobernador tucumano, que ocupó el cargo durante 6 años, sino con ideas muy diferentes, ya que ha reactivado la idea de un Sistema Nacional Integrado de Salud, SNIS, un tema abandonado desde el ultimo fallido intento durante la presidencia de Alfonsín, y parece decidido a ejercer un fuerte control regulatorio sobre la industria de medicamentos, y su prescripción, incluyendo retirar la matricula a médicos que no respeten la prescripción de medicamentos por nombre genérico, y a farmacias que vendan antibióticos sin receta, liderando además un acuerdo internacional contra las farmacéuticas multinacionales. Del mismo modo retomó la idea de legalizar el aborto, algo que el gobierno nacional rechaza, y también la principal oposición.
En 1973 la presidencia Cámpora-Perón decide crear un Sistema Nacional Integrado de Salud, una vieja aspiración de los médicos salubristas argentinos desde el siglo 19, que se concreta a medias en 1946 cuando se crea el ministerio nacional de salud, que con fuertes presupuestos “invade” las provincias, y nacionaliza de hecho los servicios públicos, aunque no puede controlar el desarrollo paralelo de las obras sociales, sobre las que no tiene competencia, y que financian a la medicina privada que comienza a expandirse, al tiempo que consolidan el poder sindical, llamado también “columna vertebral”.
Luego de 1955 se dice que esta invasión de las provincias por el estado nacional en materia de salud es anticonstitucional y se comienza un proceso de devolución para que vuelva a ser competencia provincial, municipal y de ONG como había sido hasta 1946.
Durante la presidencia del Dr. Illia se sanciona una ley de medicamentos, que contribuye al derrocamiento de este presidente, y durante la presidencia Onganía-Lanusse se expande el sistema de obras sociales creando el PAMI y las obras sociales sindicales, que expanden más aún la medicina privada y el poder sindical, y se favorece la devolución de los hospitales públicos a la comunidad, mediante una legislación ad-hoc, que aún existe ya que con este régimen funciona entre otros el Hospital Garrahan.
Perón decide dar un fuerte golpe de timón, propiciando la estatización de todo el financiamiento de la salud, y la nacionalización del sistema público, lo cual hubiera llevado a la ruina a la medicina privada, y disminuido el poder sindical. El proyecto queda trunco y, Perón muere, pero el hombre fuerte que lo sucede, López Rega, apoya al SNIS, que se implanta en tres provincias, San Luis, La Rioja y el Chaco, en su versión amputada luego de muerto Perón, por corto tiempo, porque llega el golpe de 1976, con ideas privatizadoras, que son concretadas a medias, aunque nacen los seguros privados de salud al estilo yanqui, de orientación muy distinta a las mutuales que hubo antes de las obras sociales en el país, de carácter solidario. La ley de hospitales de autogestión sigue el camino de sacar los hospitales de la órbita estatal iniciado por Onganía-Lanusse, y se usa ahora para nuevos hospitales, como el Néstor Kirchner de Florencio Varela, Buenos Aires, el Juan Perón de Formosa, etc.
En 1983 Alfonsín decide sin éxito recrear el SNIS, pero todo queda en la nada, así como un préstamo del BID para construir 16 hospitales de alta complejidad en todas las provincias del norte del país, que serían el pivote del SNIS, cuando llega Menem con ideas privatizadoras, y se desiste del préstamo, aunque sorpresivamente una parte llega al Chaco, y el hospital se construye, mientras Menem intenta infructuosamente transferir las obras sociales a aseguradoras privadas, sin éxito, aunque el vice de su sucesor lo hace, por el breve tiempo que dura esta presidencia, “descremando”, las obras sociales, es decir sacándoles los afiliados que aportan más.
En la crisis del 2001 se decide suprimir el ministerio nacional de salud, ya sin ninguna función, pero hay en paralelo una crisis de abastecimiento de medicamentos, por lo que se lo conserva para que distribuya medicamentos a todos los centros de salud del país, programa Remediar, y para traer dólares frescos se acepta el financiamiento del Banco Mundial para crear una obra social para los pobres, planes Nacer-Sumar que podemos prever morirán cuando termine este financiamiento, como pasa en todo el mundo con estos programas financiados por el Banco Mundial, del mismo modo que los hospitales que financia se deterioran rápido por falta de mantenimiento.
En 2007 se designa como ministro de salud, por primera vez en su historia, a una mujer no médica, conocida por su rigor administrativo, pero poca cintura política, al tiempo que la hermana del presidente, senadora testimonial, presenta un proyecto para recrear el SNIS. Desfalcos detectados en obras sociales sindicales y dos epidemias se llevan rápidamente a esta ministra, que es reemplazada por un joven médico, que siguiendo el plan de vacunación que sugiere la presidente a medida que se informa de las vacunas que se aplican a su nieto, eleva el número de vacunas obligatorias de 6 a 19, pero no se mete en otros temas, incluyendo cajonear una ley de medicamentos impulsada por su antecesora. Una de las vacunas, la HPV se decide por equidad de género, aunque había sido desaconsejada con anterioridad.
Ahora, con el nuevo ministro, sin tiempo para concretar ninguno de sus proyectos, todo parece reorientarse en otra dirección, así que habrá que esperar al cambio de gobierno para saber cuál será el próximo rumbo, aunque seguir con el zigzag es altamente previsible.
Zigzags similares pueden observarse en las provincias, ya que los intereses sindicales, de grupos profesionales, y empresas, van pesando de forma diferente a lo largo del tiempo, y explican los vaivenes, sin que exista un acuerdo de largo plazo sobre el sistema de salud que se quiere para el país, de manera que quien ejerce el gobierno provincial y nacional debe adaptarse a las diferentes relaciones de poder en cada momento, y es fácil darse cuenta de cuales son en cada momento de los diferentes gobiernos provinciales, según que el ministro venga del gremio médico histórico, lo más habitual en las provincias chicas, o de grupos con poder coyuntural. La APTSACH en 2007 aquí por ejemplo que lleva al ministerio al líder de esta filial de una organización nacional que quiere volver al SNIS, o al menos que haya cargos bien pagos para todos los profesionales que no logren una buena inserción en la medicina privada, o mientras lo intentan.
Una política de estado en educación, que el país mantuvo por casi un siglo, producto de consensos en la materia, que se deshilachan ahora, nunca pudo alcanzarse en atención de salud, y la decisión de mantener la carrera de medicina en el ámbito estatal, con pocas carreras, termina en 1994 cuando la nueva ley de educación superior permite a empresas privadas incursionar en el tema, creando una epidemia de nuevas carreras, y por consiguiente de profesionales, que no tienen otra alternativa para sobrevivir que la superespecialización, en tanto que el nuevo ministro clama por volver a la medicina general y la medicina que el país necesita y puede pagar, en reemplazo del modelo impuesto por las empresas yanquis de tecnología, que coincide con los intereses de los jóvenes profesionales, pero que el país no puede pagar para todos, y que implican estratificar la atención según capacidad de pago y lugar de residencia, creando nuevas tensiones sociales, y además migraciones internas en el país, pues si uno es pobre, pero vive en la villa 31, no solo está más cerca de los cines y teatros, sino de mejor medicina que la que hay en el Impenetrable, y gratis.
La población envejece por baja natalidad, y cada vez habrá menos jóvenes que deberán sostener a más ancianos, para cuya sobrevida las empresas inventan cada vez más tecnología de supervivencia, prometiendo que la vida eterna o al menos hasta los 120 años está a un paso, si se invierte lo suficiente, aunque invertir el doble que el promedio de los países no asegura a los yanquis hasta ahora vivir más tiempo que un argentino o un francés, aunque sí vivir de la exportación de su tecnología y medicamentos al resto del mundo, ya que los asiáticos los han desplazado de la exportación de autos y maquinaria, y solo les queda a los yanquis vender medicamentos y armamentos, del mismo modo que los argentinos vendemos soja, y los cubanos médicos generales/rurales y playas para turismo.
Del mismo modo que las farmacéuticas entregan muestras gratis, las multinacionales de armamento muestran sus productos gratis, fomentando guerras en todo el mundo, del mismo modo que luego de la prueba del Exocet en la guerra de Malvinas, este misil se vendió como pan caliente, aunque no fue regalo sino compra.
Los medicamentos curan, pero también matan por sus efectos adversos, constituyéndose en la tercera causa de muerte en Estados Unidos donde el fenómeno ha sido medido, y probablemente más en Argentina, donde se pueden comprar muchos más medicamentos sin receta que en Estados Unidos, de modo que la iniciativa del actual ministro, de penalizar a quien venda medicamentos sin receta parece algo útil, lo mismo que controlar los chivos televisivos sobre medicamentos y alimentos buenos para la salud.
Controlar el uso de medicina parece algo mucho más difícil, y un ejemplo es lo que comentaba anoche la conductora de TV María Laura Santillán, refiriéndose al cáncer de mama que se le detectó el año pasado. Dijo que no hay que dudar en hacerse “todo” lo que haya, y si hubiera algo en Estados Unidos que no se hace aquí, iría allá para que se lo hagan. Supongo que muchas mujeres con cáncer de mama, asesoradas por sus médicos de que tal cosa no vale la pena hacerla por los efectos adversos, estarán pensando en buscar otro médico, más partidario de “darle con todo”, aunque se muera en el intento, de tal manera que hay también cuestiones ideológicas a considerar además de los intereses económicos, lo que se llama ahora medicalización, que asume que la salud viene de ir al médico lo más posible, hacerse la mayor cantidad de estudios posibles, y tomar la mayor cantidad de medicamentos posible.
En estos días se ha sabido que Coca Cola entrega millones de dólares en Estados Unidos a sociedades científicas de pediatría, de cardiología y de nutrición, que deberían en principio desaconsejar el consumo de gaseosas, como determinantes de obesidad, para que hagan investigaciones que muestren que no es para tanto, y si Coca Cola ha logrado convencer a casi todo el mundo que tomar Coca Cola es mejor que tomar agua, aunque sea miles de veces más costosa, y también que otras bebidas azucaradas menos costosas, habrá que pensar que una vez que uno aceptó que Coca Cola refresca mejor, gran parte del camino de las farmacéuticas y empresas yanquis de salud está hecho. Ver http://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(15)00397-9/fulltext
El ministro de salud piensa crear una legislación de compre argentino en materia de medicamentos, y puedo imaginar que si esta onda sigue, en el futuro cuando alguien vaya a la farmacia, con su receta por nombre genérico, y se le ofrezcan las distintas alternativas de ese producto, el pobre comprará la argentina más barata, en tanto que quienes tengan mayores recursos dirán que prefieren algo bueno, de marca conocida, yanqui. El fenómeno se conoce en el rubro gaseosas, las segundas marcas tienen auge de ventas cuando decae el poder adquisitivo de la población, pero cuando mejora se vuelve a la Coca Cola.
¿Qué debería hacer el joven profesional en este zigzagueante panorama? Una superespecialidad parece interesante, pero mientras no se sature, cosa que pasa rápidamente cuando se corre el rumor de que tal o cual especialidad es la que más da, salvo que el grupo de especialistas cree un monopolio sobre el aprendizaje. Si las cosas llegaran a cambiar drásticamente, es decir con un SNIS, habrá que reciclarse hacia la medicina general, algo que no es tan sencillo, salvo para los pediatras, médicos generales de niños, según la experiencia de algunos expertos en la materia. Reciclar médicos en exceso para formar enfermeras en déficit, también ha sido ensayado con malos resultados.
La creciente feminización de la carrera, a medida que se proletariza, podría crear salidas que no funcionaron décadas atrás, cuando las mujeres médicas eran algo raro, y podrían repetir el fenómeno de la educación, profesión que se fue feminizando a medida que se proletarizaba. Me dicen los colegas españoles que esto fue lo que permitió el SNIS allí. Un salario modesto, pero seguro, con horario de 8 a 16 horas, podría convenir más a la mujer que aún quiere ser también madre, aunque también esa vocación declina rápidamente allí, como en Buenos Aires, y otras ciudades del mundo desarrollado.