Hoy abordare como sanar las 5 heridas de la infancia, esta es una continuación del material del domingo pasado, para comprender esta columna recomiendo leer la nota anterior.
El primer paso para la superación de estas 5 heridas del alma es darnos cuenta de la máscara o el mecanismo de defensa que hemos activado:
Abandono/ Dependiente
Rechazo/ Huidizo
Humillación/ Masoquista
Traición/ Controlador
Injusticia/ Rígido
Cuanto más tardemos en identificar nuestras heridas y sanarlas, más se automatizarán y agravarán los efectos que producen. Y en el momento en que nos damos cuenta que no necesitamos máscaras, que ya no hay amenaza y que podemos ser nosotros mismos, la vida cobra otro color y significado, y vemos la vida llena de experiencias de aprendizaje para avanzar, crecer y desarrollarnos como personas en nuestra mejor versión.
Comenzar por honrar la herida, ver y aceptar esa realidad, incluso entender que nuestros padres probablemente pasaron por situaciones similares con heridas muy parecidas, para lo cual podemos desarrollar sentimientos de compasión hacia ellos.
¿Cómo se cura la herida del abandono? Debemos evitar caer desalentados, descuidarnos o desatendernos a nosotros mismos.
Enfrentar ese temor a apegarse excesivamente a los demás, dejar de abandonar y alejarse de personas queridas, buscando la soledad.
En la medida en la que se va necesitando menos atención, nos sentimos mejor con nosotros mismos cuando estamos solos y no se busca llamar la atención o buscar compañía.
La vida ya no resulta tan dramática y hay deseos a la hora de emprender proyectos aún sin el apoyo de los demás.
¿Cómo se sana la herida del rechazo? Nuestra herida de rechazo se sana cuando comenzamos a ocupar nuestro lugar más a menudo y nos reafirmamos.
Quien sufre de rechazo alimenta su herida cada vez que se considera nulo, cada vez que no se ve bueno en nada, incapaz de aportar algo en la vida de los demás.
Una buena señal es que cada vez se siente menos miedo y menos miedo al pánico. Y una buena receta es enfrentar esos temores y dejar de huir de las situaciones.
Cada vez que huye de una situación refuerza más aún el sentimiento de rechazo. Cuando no nos quedamos atrapados cada vez que alguien nos ignora o parece que no somos importantes para esa persona.
¿Cómo sanar la herida de la humillación? Ocupamos nuestro lugar de forma adecuada y respetuosa con nosotros mismos.
La herida de la humillación va sanándose cuando comenzamos a reconocer nuestras necesidades, por lo que habrá menor peso y más tiempo y espacio disponible.
Dejamos de ponernos límites y de creer que somos personas cargas.
Cuando nos rebajamos o nos comparamos con otros menospreciándonos, estamos hurgando en esta herida y será más difícil su curación, y cuando continuamos asumiendo responsabilidades de los demás, privándonos de libertad y tiempo para nosotros.
Actitudes de humillación con nosotros mismos consistirían en ponernos ropas que no nos favorecen y ensuciándonos, por ejemplo, o castigando el cuerpo con exceso de comida y bebida.
¿Cómo sanar la herida de la traición?: El aprendizaje consiste en confiar, soltar, permitir que los demás también intervengan y disfrutar mucho más del proceso.
Continuaremos castigándonos al pretender hacer todo por nuestra cuenta, porque no confiamos en los demás y por lo tanto somos incapaces de delegar. Cuando permanecemos anclados en la herida de la traición nos seguimos mintiendo, creyendo lo que es falso y no cumpliendo con los compromisos adquiridos con nosotros mismos.
Moderar el modo en que vivimos nuestras emociones, atender nuestras necesidades y no ceder en todo momento solo porque alguien haya querido variar los planes, es un excelente punto de partida para la sanación de esta herida. Dejar de estar sujetos a los resultados y a que todo suceda según lo planeado.
¿Cómo sanar la herida de la injusticia? Conectar con el placer y el disfrute es esencial para las personas alejadas de una vida con capacidad para fluir y dejarse llevar.
Mostrar la sensibilidad y llorar delante de otros, no solo es sano, sino que es liberador.
Cuando se sufre de la herida de la injusticia, mostrarse vulnerable y abrirse a los demás con honestidad, supone un antes y un después.
Al liberarnos de ser el centro de atención, aun cuando conseguimos logros y no necesitar del reconocimiento siempre, es un signo de que estamos avanzando para liberarnos de la máscara del control.
Cada vez que somos muy exigentes con nosotros mismos estamos alimentando la herida de la injusticia. Respetar nuestros límites y aprender a relajar las tensiones es un punto de partida para la recuperación. Alejarse del perfeccionismo para acercarse a la excelencia es sanador en sí mismo. Ya no hay crítica ni frustración cuando se comete un error o cuando una tarea no sale como se esperaba.
Aprender a reconocer nuestras cualidades alejándonos de la crítica, ampliar la mirada y no solo ver los errores, sino también los aciertos y los logros.
Para sanar esas heridas que determinan y deciden por nosotros, el autoconocimiento y el desarrollo personal -mi especialidad- son claves para una vida plena.
Te mando un beso inmenso TG
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